“Las pérdidas de la inversión de Londres han sido soportadas por el fondo de reserva y no por el Óbolo de San Pedro o el dinero disponible del Santo Padre”, así explica el obispo Nunzio Galantino, presidente de la APSA (Administración del patrimonio de la Sede Apostólica), el nuevo rumbo de la gestión de las financias vaticanas. En una entrevista a la revista italiana Famiglia Cristiana reafirma que en economía en el Vaticano: “No somos una empresa. Nuestra tarea no es obtener beneficios”.
Galantino ratifica que el patrimonio que ha ido acumulando la Santa Sede “tiene un solo propósito: apoyar la vida y la misión de la Iglesia en el mundo. En todas sus formas: de la evangelización a la caridad, de la promoción humana a lo que Antonio Rosmini llamó ‘caridad intelectual’”. Para el prelado, este patrimonio proviene “en gran parte fruto de las donaciones y ofrendas de los fieles. Desde el momento en que no siempre lo que se recibía se gastaba inmediatamente, también se hacían inversiones”, explica.
“Es imprudente poner dinero (sobras) en un cajón y no invertirlo”, señala el obispo citando esta frase del papa Francisco en Japón. Ahora bien, apunta, “el presupuesto de la Iglesia es un presupuesto de misión, en el sentido de que la Iglesia ofrece a los departamentos individuales servicios vinculados a su misión, que tienen costes”. Algo que se traduce en el mantenimiento de “los aproximadamente 5.000 empleados o en el mantenimiento y la gestión de los edificios que albergan las actividades de los departamentos individuales” de la Santa Sede. Una compleja maquinaria cuyp “gasto medio, estable en los últimos años, es de unos 330 millones; mientras que los ingresos son de alrededor de 270 millones”.