Su vida dio un vuelco hace un año. El 30 de noviembre de 2019, John Bellocchio interponía una demanda contra la Archidiócesis de Newark por abusos sexuales. Lo hacía el primer día del plazo de dos años que el Estado de Nueva Jersey ha dado a las víctimas de abuso sexual para que puedan demandar a sus agresores. Dos días después, daba la cara ante los medios.
El ex cardenal Theodore McCarrick, siendo arzobispo de esa diócesis, abusó de él en 1995, cuando era monaguillo en la parroquia de San Francisco de Asís en Hackensack. Entonces, Bellocchio, con apenas 13 años, lo advirtió, pero el silencio cómplice que elevó a McCarrick hasta el cardenalato, una vez más, se impuso y este continuó en su palacio episcopal. Han pasado 25 años desde que la vida de Bellocchio cambiara para siempre.
La suya y la de otras muchas víctimas del ex purpurado, que se han tornado en una denuncia para evitar que tanto dolor se multiplique. Pero, a pesar de todo, el joven estadounidense sigue creyendo en Dios: “McCarrick me robó la fe en los hombres que dirigen la Iglesia, pero no mi fe católica”.
Errores y omisiones por parte de la jerarquía eclesial se repitieron durante décadas, aupando a un depredador sexual que llegaría a convertirse en arzobispo de Washington y en un cardenal de la máxima confianza de la Santa Sede… hasta que en agosto de 2018 –gracias, entre otros, a la valentía de Bellocchio– Francisco lo expulsó del Colegio cardenalicio. Seis meses más tarde, el Papa le dimitía del estado clerical. El pasado 10 de noviembre, el Vaticano hacía público un informe cocinado durante dos años en la Secretaría de Estado a petición del Pontífice.
En sus más de 500 folios, se destapan las irregularidades del caso McCarrick, que permitieron que el ex cardenal dejara decenas de vidas truncadas. Y no es mera palabrería, ya que Bellocchio sufre estrés postraumático y ansiedad desde 1995, que en ocasiones desencadena en ataques de pánico que precisan, incluso, de atención sanitaria. “El Informe McCarrick es un gran primer paso, pero para mí fue desgarrador leerlo: hubo muchas oportunidades de pararlo y pienso en lo diferente que hubiera sido mi vida y las de sus otras víctimas si lo hubieran detenido a tiempo”, afirma contundente a Vida Nueva.
En su denuncia ante la justicia, Bellocchio apunta al Arzobispado de Newark, pero cita la connivencia de la Santa Sede. “Nunca habría podido hacer las cosas que hizo y ascender de rango sin su complicidad o consentimiento, implícito o de otro tipo”, apunta. El pasado 16 de julio, el Vaticano publicaba su Vademécum sobre algunas cuestiones procesales ante los casos de abuso sexual a menores cometidos por clérigos, basado en la carta en forma de motu proprio de Francisco Vos estis lux mundi, la hoja de ruta del Papa para luchar contra esta lacra.
Pasos que Bellocchio agradece, aunque considera que “las medidas de la Iglesia llegan tarde y no son suficientes”. Por eso, insta a los abogados de las víctimas en todo el mundo a “hacer todo lo posible para que la Iglesia se responsabilice de estos casos”. Además, pese a que cree que la discusión sobre este tema ha estado más presente durante el pontificado de Jorge Mario Bergoglio, afirma que tiene la sensación de que “ha habido mucha más elocuencia de palabra que de acción”.
Si algo ha echado en falta durante estos años es la mano tendida de la Iglesia, pues, “honestamente, no me he sentido acompañado, más bien todo lo contrario”, señala con tristeza. Y, por si fuera poco, “he vivido esta prueba en medio de una familia religiosa italiano-americana que no me ha apoyado”. Pese a todo, Bellocchio ha convertido sus problemas psicológicos en oportunidad, dedicándose a adiestrar perros y a ayudar a otras personas a superar sus miedos con el cariño de estos fieles amigos.
Y comenzó en este trabajo al dejar su puesto como director en un colegio católico, pues los ataques de pánico se multiplicaron ejerciendo esta labor. “Durante mucho tiempo he vivido con la humillación y la degradación que guardo de esos momentos”, reconoce. Por eso, para él, denunciar ha sido un bálsamo y una oportunidad de volver a sentirse parte de la Iglesia, de una Iglesia que denuncia. Y le pide que no aguarde más tiempo, porque “es hora de que la Iglesia católica confronte todos sus pecados”.
Bellocchio, protagonista involuntario del caso más espinoso de pedofilia en la Iglesia, tiene clara la receta para que ningún menor o adulto pase por su misma situación. Lo resume en tres claves: “Acabar con el clericalismo, que la Iglesia trate a los sacerdotes como al resto de seres humanos y que estén sujetos a las leyes civiles de los estados”. ¿Y hay todavía muchos McCarricks en la Iglesia? “No puedo afirmarlo categóricamente, pero si me preguntan si creo que hay muchos otros pedófilos ocupando puestos de alto rango, la respuesta es sí”, sentencia.
McCarrick, a sus 90 años, está hoy retirado en un monasterio en Kansas. La presencia de su abusador en un lugar de oración no parece incomodarle. “En el fondo, siento indiferencia hacia él. Como persona no existe para mí, lo único que queda es el daño que me hizo…”, deja caer. Y es que Bellocchio se considera un superviviente de quien un día fue el hombre fuerte de la Iglesia estadounidense.
“Todo aquel que ha sido abusado por un sacerdote y puede seguir viviendo es un superviviente”, detalla. “¿Y quién es John Bellocchio hoy?”, le preguntamos antes de concluir la conversación. La respuesta le lleva algo de tiempo de reflexión, pero acierta a responder con certeza: “Es alguien que ha vivido mucho y todavía tiene mucho por vivir, porque Dios me ayuda”.