Unos no llegan y otros se van. Las congregaciones han perdido casi al 12,69% de sus miembros en la última década en España. Es una de las conclusiones del Informe Crisis de fidelidad en la vida consagrada: motivos y factores implicados, elaborado por el franciscano Lluís Oviedo, profesor de la Pontificia Universidad Antonianum, a petición de la Conferencia Española de Religiosos, que lo publica esta mismo mes en la revista CONFER y que recoge Vida Nueva.



Según el estudio que recoge 419 abandonos, el principal motivo de los varones para colgar los hábitos está relacionado con problemas afectivos (49,7%); es decir, la mitad de ellos abandona para iniciar una relación. En el caso de ellas, esta realidad afecta a tres de cada diez religiosas; siendo la insatisfacción (33,7%) el motivo de peso para abandonar.

En concreto, esta “hemorragia”, como el papa Francisco ha denominado al fenómeno de los abandonos, ha provocado que las congregaciones masculinas en nuestro país hayan perdido en los últimos diez años un 8,19% de sus miembros, contando novicios y consagrados de votos temporales, y un 6,34% de los hermanos de votos perpetuos. Es decir, el 14,53% de sus miembros.

En la mitad de la vida

Estas cifras descienden de forma significativa en el caso de las congregaciones femeninas, que han perdido el 6,6% de sus novicias y consagradas de votos temporales y un 4,24% de las de votos perpetuos. Es decir, el 10,84% de sus miembros. La edad media de abandono en los institutos masculinos se sitúa entre las categorías “entre 31 y 40 años” y “entre 41 y 50”, es decir, en torno a los 40 años, en la mitad de la vida. En el caso de las mujeres, aumenta a una edad media de “entre 41 y 50 años”.

Se trata de una encuesta pionera, puesto que es la primera vez que un informe de estas características incluye a hombres y mujeres, ya que Oviedo había realizado estudios similares en 2004 y 2006, pero solo con congregaciones masculinas. Desde su experiencia, divide los abandonos en dos tipologías: sencillos y complejos. En el primero, “la crisis es fruto de una relación afectiva que no pudo controlarse, en general se resuelve con la exclaustración, expulsión del sacerdocio y el matrimonio”, reconoce. En el segundo “se combinan varios factores”.

¿Crisis de fe?

En este sentido, los exclaustrados varones reconocen que su salida obedece a inmadurez (27,5%), insatisfacción (24,8%), conflictos con los superiores (21,5%), problemas psicológicos (11,4%), crisis de fe (10,7%), homosexualidad (8,7%) y problemas de convivencia (6,7%). Mientras, en el caso de las mujeres, los abandonos se relacionan con conflictos con las superioras (24,0%), inmadurez (21,7%), problemas psicológicos (20,2%), problemas de convivencia (20,2%), crisis de fe (13,1%) y homosexualidad (3,0%).

El franciscano, al cruzar datos, afirma que la insatisfacción no suele albergar causa afectiva detrás. Quienes esgrimen problemas afectivos sufren menos problemas psicológicos. Y son los más jóvenes los que abandonan debido a la presión afectiva en esa edad.

El motivo de crisis de fe registra valores muy bajos –en torno al 10%– a pesar de que se ha hablado bastante de esta causa. “El que una persona abandone no siempre obedece a perder la fe en Dios, la pierde en su vocación. De hecho, la mayoría de los que abandonan para formar una familia continúan siendo agentes de pastoral. Y es que aquí hay un gran potencial, porque se trata de buenos sacerdotes, religiosos o personas, lo único es que el tema afectivo se ha interpuesto. Al menos podrían tener funciones diaconales y hago el llamamiento a repensarlo”, apunta Oviedo.

Conflictos de obediencia

Una de sus conclusiones apunta al hecho de que los religiosos que han abandonado presentaban niveles de vida consagrada, oración y pastorales en la media o por encima de la media, “por lo que cabe deducir que –en muchos casos– esos factores influyen poco a la hora de decidir la ruptura con la propia congregación. Es decir, no por tener una vida de oración, pastoral y de buena relación con la congregación se evitan las salidas”, indica. Además, recalca que “quienes presentan conflictos con los superiores tienden a bajar en los niveles de oración, vida consagrada y vínculo con la congregación; e incluso sufren crisis de fe, lo que plantea la eterna cuestión de la relación entre fe y obediencia”.

Sobre el estado actual de los exclaustrados, en el caso de los varones, el 15,4% está casado, el 12,8% comprometido, el 8,1% vive con su familia, el 22,8% vive solo, el 20,1% se ha insertado en el clero diocesano y del 20,8% no se sabe nada. En el caso de las mujeres, el 10,9% se ha casado, el 7,1% se ha comprometido, el 22,1% vive con su familia, el 39,0% vive sola y del restante 21,0% no se sabe nada.

Sobre los dos de cada diez religiosos de los que no se sabe su paradero se suele deber a dos factores, según explica el franciscano, son religiosos extranjeros que han vuelto a su país de origen o desaparecen sin volver a querer saber nada de la congregación.

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