Al entrar en su despacho, una mesita con Magisterio, la publicación de referencia del sector y la revista de Escuelas Católicas de Madrid. En su pupitre de trabajo, unos cuantos bloques de papeles, perfectamente alineados. Alejandro Tiana recibe a Vida Nueva, disculpándose por no poder participar por cuestiones de agenda en el encuentro digital sobre la Ley Celaá.
A cambio, una entrevista con un catedrático de Historia de la Educación que se las sabe todas en política de aulas. Y al que no le es ajena la Iglesia. Amigo del jesuita Martín Patino y del marianista Juan de Isasa, ha tenido que bregar con unos cuantos obispos en las últimas décadas.
PREGUNTA.- Los obispos le presentaron en verano una propuesta para que todos los alumnos, no solo los católicos, estudiaran el hecho religioso a través un área de filosofía, valores y creencias. No les han contestado…
RESPUESTA.- Con la asignatura de Religión hemos cumplido a rajatabla la normativa para que sea una materia de oferta obligada y elección voluntaria. Dar pasos más allá es complejo porque hay que interpretar los acuerdos firmados en 1979. Agradecemos la oferta que nos hicieron. Desde luego, es una propuesta novedosa, pero llegó cuando la ley ya estaba en tramitación.
Queda todavía recorrido y alguna de estas ideas se puede plasmar en los currículos. Es verdad que no hemos dado una respuesta formal, pero sí queremos hacer saber que hemos visto la propuesta, que seguimos teniendo esperanza y que esa respuesta formal llegará. Las posibilidades que se puedan encontrar hay que explorarlas para conseguir el mayor grado de acuerdo que podamos.
P.- ¿Podría ser una vía la creación de la ‘Cultura de las religiones’, que se incluyó en una enmienda inesperada?
R.- Plantea la posibilidad de tener un acercamiento a la religión, en cuanto a fenómeno humano, pero no necesariamente desde un punto de vista confesional. Es una iniciativa que puede tener interés. Hay debate sobre si eso se debe hacer en una única materia o de forma transversal en varias. Las dos opciones son aceptables. De momento se ha incluido como posibilidad y no define exactamente cómo. En el desarrollo de la LOE ya se introdujo una asignatura de Historia y Cultura de las Religiones.
P.- Macro movilización contra la ley. La ministra asegura que su norma “no cierra la concertada”. Pero desde Más Plurales se insiste en una lenta asfixia. ¿Temores fundados o infundados?
R.- Temores infundados. En 2005, cuando se estaba debatiendo la LOE y yo era secretario general de Educación, tuvimos una enorme manifestación con un leitmotiv parecido: se va a acabar la concertada. Al día siguiente, le dije a los periodistas que me comprometía a convocarles cuatro años después para comprobar si esas acusaciones eran verdad. Han pasado quince y no ha sido verdad. Aquí va a pasar lo mismo. Se ha exagerado mucho, en unos casos de buena fe, en otros interesadamente.
La enseñanza concertada está garantizada por todo un aparato legal. En esta misma ley hay un epígrafe que dice que el servicio público de la educación se prestará por medio de los centros públicos y los centros privados concertados. Más garantía de que se cuenta con los centros concertados no hay. Es verdad que hay algunos cambios, pero no son de fondo. ¿Significa que van a mandar a los niños donde quieran? No, por favor. Eso no tiene ni pies ni cabeza. Una cierta heterogeneidad social de los centros públicos y concertados es positiva.
La libertad de elección está patente en la ley, se dice en varios lugares. Los únicos límites a esa elección es que pueda haber un centro con más peticiones que las plazas que tiene. Ahí intentamos hacerlo del modo más razonable, sabiendo que alguien se va a quedar sin ir al centro que quiere. Pero eso no quiere decir que estés obligando a hacer algo contrario a sus ideas…
Los cambios que se introducen son cuestiones de equilibrio. A los centros que están preocupados porque se van a cerrar: no. Ahora, ¿qué puede pasar? Que en algunas etapas disminuya el número de alumnos y sobren plazas. Aun así, la enseñanza concertada tiene mecanismos de seguridad, igual que la enseñanza pública y habrá que buscar equilibrio. No puede ser que uno gane todo y otro pierda todo.
P.- Pero algo ha fallado, cuando la entidad más numerosa de Más Plurales, Escuelas Católicas, que no es dada a la gresca, abandera las movilizaciones…
R.- No acabo de entender muy bien porqué, no sé si algún día llegaré a tener más datos. Para nadie es una situación grata. Yo siento que sea así. Porque además estas circunstancias agudizan la polarización.
P.- En esta polarización se enmarca el ‘tuit’ de un senador socialista que tacha de ‘pijos’ a los alumnos de la concertada. Será que no ha visitado los colegios religiosos de Vallecas…
R.- Seguramente puede haber tópicos. Uno no puede pensar que la segregación se da por redes, sino también intra redes. El hecho de que las familias puedan elegir ir donde quieran y los centros puedan escoger en menor medida al alumnado se debe aplicar a todos. La realidad educativa es mucho más diversa y plural. Hay que tener cuidado con esas generalizaciones un poco excesivas y hay que reconocer que hay mucha gente en la concertada y en la pública que está haciendo una magnífica función.
P.- El Gobierno ha respaldado el Pacto Educativo Global del Papa. Sin embargo, al aterrizarlo a lo local, la nueva norma se aprueba con solo con un voto de diferencia y contestación en la calle. ¿No es una incongruencia?
R.- Para encontrar acuerdos hace falta que todas las partes quieran. A veces, no es el caso. Puede sonar duro, pero es así. No lo quiero atribuir a unos o a otros, pero pasa. Cuando se dice que esta ley no se ha hablado, sí se ha hablado. Se ha escuchado bastante y se va a seguir escuchando. Estamos contando con todo el que quiere, porque es necesario. Matizaría también los votos. Un Gobierno que tiene tan pocos escaños ha conseguido al final muchos: se han juntado siete grupos. Dicho esto, a mí me gustaría que hubiera más acuerdo.
Creo que hay un acuerdo del 70-80 por ciento de la ley casi total. El problema es que hay cosas que son complejas y generan tensión desde lo más emotivo. Por ejemplo, algunas de las cosas que se dicen de la educación especial no voy a decir que me duelen, porque les duele a las familias, esté de acuerdo con ellas o no; pero no estamos haciendo ninguna locura: queremos el bien de todos. A veces se caricaturiza de una manera que quien se lo crea, no sé qué pensará de los que estamos en el Ministerio: una especie de salvajes desalmados que lo único que queremos es el mal de las personas.
P.- De camino al Senado, ¿hay tiempo para limar asperezas con la concertada?
R.- Habrá que verlo. Todavía no he puesto la cabeza en ello.
P.- La ministra se ha comprometido a buscar diálogo…
R.- Ponemos todo lo que está de nuestra parte, pero no solo depende de nosotros.
P.- Ocho reformas después, ¿comprende que una madre o un maestro estén desengañados con la política?
R.- Eso no me gusta. Por otro lado, a veces nos hacemos espejismos sobre lo que significa un acuerdo en Educación. Se transmite la sensación de que la comunidad educativa y la sociedad civil están de acuerdo y, en cambio, los políticos no se ponen de acuerdo. Cuando uno atiende a debates en el Consejo Escolar del Estado ve que tampoco hay unanimidad. En torno a 2004 y 2005, hubo un intento interesante para llegar a un pacto con cinco organizaciones (CEAPA, CONCAPA, FERE, CC OO y UGT), pero saltó por los aires.
Y ahí no estaban los políticos. Lo importante es que nos pongamos de acuerdo en los máximos asuntos centrales para configurar un marco de arquitectura estable del sistema. De esta manera, lograríamos un sentimiento de confianza en docentes, familias y administradores. Todo lo que estamos viviendo ahora contribuye a disminuir la confianza y es lo que me parece más dañino.