El 27 de noviembre de 1970, un hombre vestido de sacerdote intentó atravesar el corazón de san Pablo VI nada más arribar en Manila (Filipinas) con motivo del viaje a Asia y Oceanía para asistir a la primera conferencia de obispos de Asia del Este. Hace 50 años que Montini, entonces de 73 años, estuvo a punto de morir si no fuera por la rápida actuación de su séquito.
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“En cada viaje, el Papa fue advertido de que se planeaba algún posible ataque. Los servicios secretos también alertaron a la Secretaría de Estado. Pero él se enfrentaba a los viajes sin ninguna preocupación, confiando en Dios”, relata en sus memorias su secretario, Pasquale Macchi.
“Mientras saludaba a las autoridades, a los cardenales y a los obispos, el Papa fue atacado por un pintor boliviano, Benjamín Mendoza y Amor, de 35 años, vestido de sacerdote, que tenía en la mano un crucifijo de oro y en la otra, escondido por un paño, un kriss (daga malaya con hoja de serpiente). Con un golpe hirió al Papa en el cuello, afortunadamente protegido por la rigidez del alzacuellos, y con otro en el pecho, cerca del corazón”, recuerda.
En una nota escrita por el propio Montini ese día recordaba el momento así: “Después de los saludos a las personalidades vi confusamente a un hombre que se acercó impetuosamente a mí. Pensé que era uno de los muchos que querían saludarme o besar mi mano, o decir algo…”. “Una pequeña aventura de viaje, un poco de ruido en el mundo y una gran gratitud a los que se interesaron por mí; pero, sobre todo, gracias al Señor que me quiso seguro y me concedió continuar el viaje”, insistía.
El atacante jamás se arrepintió de los hechos: “Siento haber fallado, lo haría de nuevo si tuviera la oportunidad”. No obstante, dos años después salió de prisión, ya que el Vaticano no quiso emprender acciones contra él.
Un hombre de renovación
San Pablo VI vivió uno uno de los pontificados más complejos de nuestro tiempo. Pablo VI llego a la sede de Pedro tras una discreta vida como diplomático y el reto de pastorear la gran diócesis de Milán. Tras esta anécdota que finalmente solo quedó en un susto, Vida Nueva rescata cinco claves que delinean su perfil renovador.
1. Diálogo con el mundo
A Pablo VI le tocó confirmar y abrir la segunda sesión del Vaticano II. Entonces confirmó uno de los objetivos del concilio y de su pontificado: “Tratará el concilio de tender un puente hacia el mundo contemporáneo. Singular fenómeno: mientras la Iglesia, buscando cómo animar su vitalidad interior del Espíritu del Señor, se diferencia y se separa de la sociedad profana en la que vive sumergida, al mismo tiempo se define como fermento vivificador e instrumento de salvación de ese mismo mundo descubriendo y reafirmando su vocación misionera, que es como decir su destino esencial a hacer de la humanidad, en cualesquiera condiciones en que ésta se encuentre, el objeto de su apasionada misión evangelizadora”.
2. Humanizar y evangelizar
El concilio no solo ha propuesto una renovación teológica, sino que ha impulsado definitivamente la forma de entender la misión apostólica de la Iglesia. En este sentido, la exhortación apostólica ‘Evangelii nuntiandi’ canaliza todos los esfuerzos por traducir en acciones pastorales la eclesiología conciliar en sintonía con las inquietudes de la nueva humanidad.
3. Una Iglesia en medio del mundo
La pregunta clave del Vaticano II fue: “Iglesia, ¿quién eres, qué dices de ti misma?”. Frente a reinterpretaciones más interesadas en la nostalgia que en los signos de los tiempos, Pablo VI trazó las pistas que debe seguir la Iglesia en los tiempo nuevos en su primera encíclica: ‘Eclesiam Suam’.
4. La esencia de la liturgia
La reforma de la liturgia fue uno de los aspectos más visibles del pontificado de Pablo VI. Heredera del Movimiento Litúrgico, el Papa impulsó que los pasos dados en este campo se imbuyeran auténticamente del espíritu conciliar más allá, incluso, de algunas tímidas insinuaciones del documento que fue el primero aprobado por la asamblea conciliar.
5. Al servicio de la vida
Dentro del diálogo con la modernidad, Pablo VI incorporó en su reflexión muchos elementos de la biología, la psicología o la sociología para poder proponer de forma más clara al mundo actual la defensa de la dignidad humana.