Asus 43 años, la hermana Solange Sia, religiosa de la congregación de Nuestra Señora del Calvario, es la primera mujer doctora en teología de la Universidad Católica de África Occidental en Abiyán, en Costa de Marfil. Hablamos con ella sobre temas y problemas que afectan a las mujeres y a la Iglesia, desde el estudio de la teología hasta los abusos.
“En una Iglesia africana donde las tres cuartas partes de los laicos comprometidos son mujeres, su presencia en la teología es casi insignificante en la zona geográfica del África subsahariana y, en concreto, en Costa de Marfil. Solo algunas laicas y consagradas tratan de adquirir una base en teología a través cursos cortos de formación teológica para laicos. Al mismo tiempo, algunas congregaciones religiosas comienzan tímidamente a inscribir a sus hermanas en la facultad de teología. Es cierto que, por parte de algunos hombres, se puede sospechar la intención de acaparar el poder al no facilitar el acceso y la promoción del estudio de la teología por parte de las mujeres. Pero también es importante recordar las dificultades inherentes a las propias mujeres. En la base está el hecho de que muchas mujeres creen que el estudio de la teología tiene como objetivo el sacerdocio. No distinguen entre formación en el seminario y los estudios teológicos. No sienten ningún interés hasta que conocen a una teóloga. ¡Solo entonces comienzan a hacerse preguntas! La otra dificultad es económica. Incluso estando interesadas, ¿cómo podrían pagar la formación? Y si son mujeres laicas, ¿qué autoridad puede garantizarles que podrán poner en práctica los conocimientos adquiridos?”.
“Hablar de los problemas de las mujeres en la Iglesia africana es a veces complejo porque no es fácil trazar un perfil de los muchos rostros femeninos. ¿De qué categorías de mujeres estamos hablando? De mujeres casadas, solteras, religiosas, mujeres de zonas urbanas o rurales, mujeres de negocios, mujeres analfabetas y muchas otras más. Sin dedicarme a este tedioso ejercicio diría, en base a mis experiencias pastorales, que las mujeres cristianas africanas de mi círculo han asimilado a fondo una eclesiología piramidal y fuertemente masculina, si no directamente patriarcal. Si bien la presencia de la mujer se ha hecho indispensable para la Iglesia a todos los niveles de la vida eclesial, muchas mujeres se consideran ‘oyentes’ y apenas toman iniciativas, cosa distinta de lo que sucede en las asociaciones civiles. En cierto nivel existe una corresponsabilidad tácita y sutil, pero, en la mayoría de los casos, las mujeres aún no han tomado plena conciencia de la calidad de la contribución femenina en la construcción de la Iglesia-familia.
Marcadas por un profundo complejo de inferioridad, muchas se consideran incompetentes en una Iglesia muy organizada y con sus propias leyes. No tienen la libertad de expresarse y, por lo tanto, prestan mucha atención para no ser castigadas o culpadas por los responsables eclesiales. Por tanto, todavía no se han dado cuenta del todo de formar parte del motor del anuncio de la Buena Nueva de Cristo en África. Entre otras cosas, si en Europa las cuestiones relativas a la responsabilidad o al poder de decisión de las mujeres suscitan importantes debates en la Iglesia y en la sociedad civil, esta no parece ser la preocupación de las mujeres en la Iglesia africana por el momento”.
“Me gustaría hacer algunas propuestas. En los centros e institutos de formación, universidades, seminarios y noviciados es necesario pensar en implementar estrategias dinámicas de transformación mental y cultural. También es necesario promover cursos de introducción a los estudios de la mujer en nuestras facultades en África. Y se debería dar más espacio a las mujeres en los centros de formación, en el presbiteriado. Que estén presentes como profesoras o como consejeras psicológicas.
Haría falta además diseñar programas de formación en los que hombres y mujeres pudieran participar juntos y que se refieran a la psicología femenina y masculina, a la imagen de la mujer en las artes y los medios de comunicación, la familia y el matrimonio, los problemas actuales de las mujeres en la historia africana, mujeres y religión, patriarcado… y poder realizar reflexiones más integradas. Las lecturas e interpretaciones de la Biblia deben promoverse para las mujeres, como se hace en otros lugares. La forma de vivir como Iglesia de una manera más evangélica debe consistir en un diálogo entre lo femenino y lo masculino. Una complementariedad evangélica en la que lo femenino noble interrumpa los mecanismos del poder y se convierta en instrumento de acciones creativas. Si la Iglesia en África llega a esta polifacética organización intelectual, humana y espiritual, entonces el Evangelio echará verdaderamente raíces en los corazones”.
“No estoy segura de conocer el alcance del problema de los abusos en la vida religiosa en África. Al contrario de lo que sucedió en América, donde la Iglesia hizo accesibles las estadísticas, y más tarde en Europa con el testimonio de exreligiosas víctimas de abuso, la vida religiosa en África (no de las religiosas africanas que viven en Occidente) sigue siendo muy reservada sobre el tema del abuso sexual. Se necesita un largo proceso para que las religiosas hablen entre ellas o con un psicólogo sobre los casos de abuso que no necesariamente se experimentaron dentro de la vida religiosa, sino también en el seno de la familia. Por otro lado, el abuso más evidente en la vida religiosa es el abuso de poder y confianza. Los factores son múltiples.
En el plano cultural y teológico, la errada comprensión de lo sagrado y del hombre consagrado favorece una cierta idealización de los hombres de Dios y una sacralización de los responsables religiosos. En el plano social, podemos recordar la inseguridad, la pobreza material y económica de las familias de las religiosas y de los institutos religiosos que las acogen. A veces puede haber grandes desigualdades, si no discriminación, entre las religiosas. De hecho, no es raro notar que dentro de la misma congregación los miembros originales que viven en Europa pueden permitirse unas vacaciones, una atención adecuada, una alimentación saludable y casas grandes que a veces están vacías, mientras que sus hermanas de las provincias africanas, que se encuentran en realidades de injusticia política y social, ni siquiera tienen para vivir.
A nivel de la institución eclesial, también se puede señalar una injusticia que se ha infiltrado sutilmente a lo largo de los siglos. La Iglesia se compromete a ofrecer a los jóvenes interesados en la vida sacerdotal una formación muy completa. Mientras que la Iglesia se preocupa por formar sacerdotes, los institutos religiosos, sobre todo los femeninos, a veces se contentan con dar solo unos pocos rudimentos para la vida religiosa. Aunque la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica recomienda la formación en los institutos religiosos, se observa que, en lo que respecta a las mujeres, la decisión a menudo se deja a la buena voluntad de las superioras.
Así, las mujeres con dones intelectuales y espirituales que podrían dedicarse a estudios teológicos no tienen la oportunidad de hacerlo. Una pequeña encuesta realizada en algunas congregaciones religiosas femeninas de Costa de Marfil, tanto locales como internacionales, nos ha permitido constatar que de las aproximadamente cincuenta congregaciones presentes, muy pocas matriculan a sus miembros en un instituto de formación superior.”