El día de la creación de los 13 nuevos cardenales, anunciado por el papa Francisco en el ángelus del pasado 25 de octubre, ha llegado. Y ha dado comienzo con el saludo al Santo Padre por parte de uno de los nuevos purpurados, Mario Grech, secretario general del Sínodo de los Obispos.
Con mascarillas y guardando la distancia de seguridad, 11 de los nuevos cardenales han asistido al consistorio, ya que las restricciones por el coronavirus han impedido que viajen a Roma algunos de los neopurpurados. Concretamente, el filipino José Advincula, arzobispo de Capiz (Filipinas), y Cornelius Sim, vicario apostólico de Brunei, quienes han seguido la celebración por vía telemática.
En este consistorio, de hecho, el Papa ha dejado algunas imágenes para el recuerdo, como su sonrisa hacia Marcello Semeraro, nuevo prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos –después de la destitución de Angelo Becciu–, al que le ha dicho “pórtate bien”, así como la negativa del predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa, de ser nombrado obispo, por lo que vestía –después de haber pedido una dispensa al Papa– con su hábito de fraile capuchino.
Junto a ellos, han pasado a formar parte del colegio cardenalicio Antoine Kambanda, arzobispo de Kigali (Ruanda); Wilton Gregory, arzobispo de Washington y primer purpurado afroamericano de la historia; Celestino Aós Braco, arzobispo de Santiago de Chile; Augusto Paolo Lojudice, arzobispo de Siena; Fray Mauro Gambetti, franciscano conventual, guardián de la comunidad franciscano de Asís; Felipe Arizmendi Esquivel, obispo emérito de San Cristóbal de las Casas; Silvano Tomasi, arzobispo de Assolo y nuncio apostólico; y Enrico Feroci, párroco de Santa María del Divino Amor (Roma).
En su homilía, el papa Francisco ha reflexionado acerca del “camino”, como espacio donde tiene lugar la escena descrita en el evangelio de Marcos (10, 32-45). “Es el lugar donde se desarrolla siempre la trayectoria de la Iglesia: el camino de la vida, de la historia”, ha apuntado Francisco. Una historia que es “historia de salvación” en la medida en que “se hace con Cristo, orientado a su Misterio pascual”.
“Jerusalén siempre está ante nosotros”, ha apuntado el Papa. “La cruz y la resurrección pertenecen a nuestra historia, son nuestro presente, pero también son la meta de nuestro camino”, ha subrayado. Y es que, tal como ha recordado Francisco, este relato evangélico ha estado presente con frecuencia en los consistorios para la creación de nuevos cardenales. “No es solo un ‘trasfondo’, sino la ‘hoja de ruta’ para nosotros, que estamos hoy en camino con Jesús, que va delante de nosotros”, ha apuntado.
“Él es la fuerza y el sentido de nuestra vida y de nuestro ministerio”, ha recordado el Papa. “Por tanto, queridos hermanos, hoy nos toca a nosotros confrontarnos con esta Palabra” en la que Marcos subraya que, en el camino los discípulos “estaban asombrados y tenían miedo. ¿Por qué? Porque sabían lo que les esperaba en Jerusalén; Jesús ya les había hablado abiertamente en otras ocasiones”.
“El Señor conoce el estado de ánimo de los que lo siguen, y esto no lo deja indiferente. Jesús no abandona jamás a sus amigos; no los olvida nunca”, ha dicho. “Aun cuando parece que vaya derecho por su camino, Él siempre lo hace por nosotros. Todo lo que hace, lo hace por nosotros, por nuestra salvación” y, en el caso específico de los apóstoles, “lo hace para prepararlos a la prueba, para que puedan estar con Él, ahora, y sobre todo después, cuando Él no esté más con ellos. Para que estén siempre con Él en su camino”.
“Sabiendo que el corazón de los discípulos estaba turbado”, ha continuado Francisco, “Jesús llamó aparte a los doce y, otra vez, les dijo lo que le iba a suceder. Lo hemos escuchado: es el tercer anuncio de su pasión, muerte y resurrección. Este es el camino del Hijo de Dios. El camino del Siervo del Señor”. “Jesús se identifica con este camino, hasta el punto de que Él mismo es este camino”, ha apuntado el Papa, haciendo referencia a cuando, en el evangelio de Juan, dice “yo soy el camino”. “Este camino, no hay otro”, ha aseverado.
“Y en este momento sucedió un golpe de efecto que trastocó e hizo posible que Jesús pudiera revelarles a Santiago y Juan —pero en realidad a todos los Apóstoles— el destino que les esperaba”, ha señalado, invitando a imaginar la escena en la que Jesús, después de haberles explicado nuevamente lo que le iba a suceder en Jerusalén, “retomó el camino, a la cabeza del grupo, y del grupo se separaron dos: Santiago y Juan. Se acercaron a Jesús y le expresaron su deseo: ‘Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda'”.
“Este es otro camino”, ha dicho el Papa. “No es el camino de Jesús, es otro. Es el camino de quien, quizás, sin ni siquiera darse cuenta, ‘usa’ al Señor para promoverse a sí mismo; de quien —como dice san Pablo— busca su propio interés, no el de Cristo”. “No sabéis lo que pedís, dijo Jesús. Los disculpó, en cierto sentido, pero al mismo tiempo también los acusó: “Ustedes no se dan cuenta de que se salieron del camino”, ha relatado el Papa.
Así, Francisco ha advertido de que, si bien “todos nosotros queremos a Jesús”, siempre hay que “estar vigilantes para permanecer en su camino”. Y es que, es posible que con los pies, con el cuerpo, podemos estar con Él, pero nuestro corazón puede estar lejos y llevarnos fuera del camino”. Así, por ejemplo, “el púrpura del hábito cardenalicio, que es el color de la sangre, se puede convertir, por el espíritu mundano, en el de una distinción eminente”.
Para finalizar su homilía, Francisco ha subrayado que, en el relato de Marcos, “lo que siempre sorprende es el claro contraste entre Jesús y los discípulos”. Un contraste marcado en el que Jesús está “en el camino, ellos fuera del camino”. “Dos recorridos opuestos”, en los que “solo el Señor, en realidad, puede salvar a sus amigos desorientados y con el riesgo de perderse; solo su cruz y su resurrección”.
“Por ellos y por todos, Él subió a Jerusalén”, ha aseverado. “Por ellos y por todos, entregó su cuerpo y derramó su sangre. Por ellos y por todos, resucitó de entre los muertos, y con el don del Espíritu los perdonó y los transformó. Finalmente, los orientó para que lo siguieran en su camino”, ha explicado Francisco.
Por todo ello, “también nosotros, Papa y cardenales, tenemos que reflejarnos siempre en esta Palabra de verdad”, que es “una espada afilada, nos corta, es dolorosa, pero al mismo tiempo nos cura, nos libera, nos convierte. Conversión es justamente esto: desde fuera del camino, volver al camino de Dios”.