“Nuestra situación es muy parecida al Pueblo de Israel que atraviesa sus desiertos, con la sensación de sentirse abandonado, de derrota, de no saber cómo casa esto con su fe. Sin embargo, espera una respuesta diferente de Dios, esperan al Mesías libertador”. Con esta reflexión como punto de partida, el jesuita José María Rodríguez Olaizola está convencido de que el Adviento del coronavirus puede ser una oportunidad inaplazable para vivir en clave de esperanza.
Así lo manifestó durante el retiro online que compartió ayer con más de 35.000 personas como preparación a la Navidad. En la meditación que compartió, analizó el actual contexto herido de enfermedad, pobreza, incertidumbre, soledad, conflictividad y otras tantas pandemias. Partiendo de la realidad, lanzó “seis grandes motivos para la esperanza” que recopila Vida Nueva. “No es un ‘a ver si llega’, sino que están ahí”, expuso el sociólogo, que presenta el adviento como un tiempo para acoger “esa promesa que nos devuelve a la promesa”.
Tomando como punto de partida la carrera por conseguir una vacuna para el coronavirus como “el final de esta pesadilla”, rebatió que solo haya intereses económicos detrás de esta búsqueda. Para Rodríguez Olaizola, “hay muchas personas que están poniendo sus talentos al servicio del bien común”.
“Cuando las personas ponen su talento al servicio del bien, ahí está Dios”, subrayó el jesuita que echó mano del magníficat para aseverar que “el Poderoso está haciendo cosas grandes por medio de nosotros”.
“Si algo ha saltado al primer plano en estos meses, ha sido la realidad del amor”, comentó al hilo del confinamiento que ha permitido valorar los vínculos afectivos, gestos como los abrazos… “Hemos puesto de manifiesto cuanto queremos a la gente que queremos”.
Como propuesta para preparar la Navidad, invitó a poner en valor “la importancia de la red de afectos en nuestra vida”, para, desde ahí, “aprender a cuidarnos”.
A partir de la imagen bíblica del mensajero que anuncia la paz, hizo un llamamiento a frenar la crispación y la conflictividad social. “Necesitamos recuperar la conciencia de la fraternidad, de que somos personas para las fronteras no valen”, apuntó desde una invitación a la lectura de ‘Fratelli tutti’, la nueva encíclica del Papa Francisco. Desde ahí, apuntó cómo esa fraternidad “no es un concepto humanista, aunque desde el humanismo se puede entender”, sino que emana de “la espiritualidad profunda” que nace del ser hijos de Dios.
Para hacer realidad esta fraternidad y, siguiendo las pautas marcadas por el Papa en la encíclica, plantea vivir este adviento desde la corresponsabilidad, la aceptación de las diferencias, salir de las propias seguridades, cultivar la amabilidad
Para este adviento, propuso recuperar “la sabiduría en nuestra vida” a través de un ejercicio que pasa por “recuperar perspectivas de lo que es importante y accesorio en la vida”. En esta línea, ofreció pistas para este discernimiento, como conjugar la gratitud, aprender nuestros límites…
“Los límites no son malos, sino que funcionan como coordenadas vitales para nosotros”, apuntó frente a las campañas publicitarias que ‘venden’ cómo todo se puede cumplir solo con desearlo. Para Olaizola, hay que moverse de forma equilibrada entre la aceptación de esas limitaciones y el esfuerzo para ensancharlos.
“Nos habíamos acostumbrado a que el largo plazo se estrechaba cada vez menos para vivir en un presente constante”, compartió el religioso, que hizo hincapié en cómo esta pandemia ha roto ese cortoplacismo, de tener soluciones a todo ya.
Así, comentó la necesidad de mirar al futuro con capacidad de anticipación, deseo, paciencia y horizontes. “Imaginemos un futuro posible, no de ensoñación”, animó Rodríguez Olaizola.
Por otro lado, planteó que “la paciencia facilita el camino”, por lo que alertó del riesgo de tomar decisiones precipitadas en tiempos de crisis como el actual.
“La esperanza en un Salvador es la que da sentido a todas las otras esperas”, sentenció Rodríguez Olaizola: “Todas las promesas vinculadas a una cura, al amor, a la paz, a la sabiduría y a la esperanza se cumplen en Jesús”.
Al recordar la parábola de los talentos, invitó a “no esperar en la magia de unas tentaciones que se producen en un desierto”. “Espera en el milagro que se produce en las personas cuando el Espíritu actúa a través de nosotros”, aseveró. En este sentido, remarcó cómo en Jesús tiene lugar el amor en radicalidad y cómo Él es el mensajero de la paz de Dios.
“Somos aprendices de Jesús”, comentó, como premisa para “volver a ponernos a tiro de sus enseñanzas, desde la lógica de las Bienaventuranzas, del Dios de los pequeños, de la encarnación en los márgenes, de la intemperie que se convierte en Reino”. “Que sea el Maestro de nuestra vida”, subrayó.
“Hasta el último día todo es adviento, un adviento constante y eterno, un solo grito”, completó, para lanzar un “¡Ven!”. “Solo eso, todo eso, ¡Ven!”, oró como conclusión a su meditación.