La Iglesia chilena está respondiendo “con obras” a los ataques y quemas de templos que se han producido en los últimos meses en el país andino, sumido en una situación política y social muy convulsa por el proceso constituyente y la crisis sanitaria provocada por el coronavirus. “Nuestra misión es hacer el bien, ayudar, compartir nuestros valores y nuestra religión. Se quejan algunos de que no hablamos más y con más dureza. El mensaje es claro: rechacemos toda violencia, Dios no quiere la violencia, sino que nos tratemos y ayudemos como hermanos”, cuenta a ‘Vida Nueva’ Celestino Aós, arzobispo de Santiago de Chile y uno de los 13 cardenales creados por el papa Francisco en el consistorio del 28 de noviembre.
“¿Cuántas personas han comido hoy de las ollas comunes de la parroquia? ¿Cuántos ancianos están siendo cuidados en nuestras residencias? ¿Cuántos niños con capacidades diferentes saben de nuestro desvelo y protección? ¿Cuántos enfermos han sido asistidos incluso con riesgo de contagio para el sacerdote o diácono?”, se pregunta el neopurpurado capuchino de origen navarro al hablar de la respuesta de la Iglesia católica chilena a los ataques. “¡Cuán cierto resulta que el bien no hace ruido y el ruido no hace bien! Por hacer el bien no siempre te condecoran”.
Su tiempo al frente de la comunidad católica en Santiago de Chile ha estado marcado por la violencia desatada en ocasión del estallido social, que deja “graves daños materiales”, pero consecuencias aún más fuertes “en lo humano y social”. En mitad de esta situación “se nos echó encima la pandemia, que nos impuso nuevas exigencias y nos desnudó de fachadas ostentosas”. Hay hoy entre los chilenos “heridas profundas en los corazones”, que exigen “tareas impostergables como el aprender a dialogar y colaborar por el bien común, como el ser coherentes con el respeto a la vida y los derechos de las personas, el rechazo a la violencia y la corrupción, a la droga y a las afirmaciones irresponsables que se visten de científicas”.
Aós es el prelado en el que el Pontífice confía para liderar la comunidad católica del país austral, por lo que le toca sanar la crisis abierta con el escándalo de los abusos sexuales a menores cometidos por eclesiásticos. En diciembre de 2019 Francisco le nombró arzobispo de Santiago de Chile, archidiócesis de la que era administrador apostólico desde marzo de aquel año. Antes fue obispo de Copiapó, una diócesis situada en el norte del país, en el desierto de Atacama. Aquel paisaje con sus “inmensidades” le ayudó a admirar los “horizontes amplios”.
“Ahora este llamado al Colegio Cardenalicio lo entiendo como un gesto paternal hacia la Conferencia Episcopal y la Iglesia de Chile”, explica el capuchino navarro, que lleva 30 años viviendo en la nación latinoamericana. “Sé que no existen obispos en solitario sino formando el Colegio Episcopal. Cada uno hace su aporte en el país y cada uno es pastor de la Iglesia particular que tiene encomendada”, dice. Su nueva responsabilidad como cardenal, que le suscitó “sorpresa y aturdimiento” al enterarse de la noticia, le lleva a “estar más cerca del corazón de la Iglesia. Deberé verla y aceptarla en sus virtudes y pecados, en su pequeñez y en su santidad. Y tendré que amarla; es Jesucristo. Sin Jesucristo no hay Iglesia y sin Iglesia no hay un verdadero Jesucristo”.
Al ser preguntado por el camino de reforma recorrido por la comunidad católica chilena tras el estallido del ‘caso Karadima’, símbolo del escándalo de la pederastia eclesial que sacudió el país, Aós asegura que Dios “avanza, aunque a veces parezca dar pasos atrás”. La reforma, subraya, implica a “todos” los miembros de la Iglesia chilena, partiendo de su jerarquía, que como cualquiera también precisa una “conversión pastoral que nos haga discípulos misioneros, coherentes y alegres”.
El arzobispo de Santiago se pone el primero al hablar de la necesidad de seguir recorriendo un camino de reforma. Dice que está “aprendiendo”, pese a que “la cabeza es dura y el corazón a veces también, que Dios tiene sus caminos y planes y soy yo quien debo ponerme a disposición de ellos. Estoy aprendiendo a fijarme en lo cercano y singular y a mirar horizontes amplios: buscar y acoger a todos, teniendo siempre en prioridad a los más necesitados, a los que sufren en su cuerpo o en su espíritu”.
La crisis política y social que vive Chile, que ha llevado a la aprobación de la redacción de una nueva Constitución, debería llevar a una “profunda reforma” que produzca una sociedad “más humana”, sostiene Aós. “La Constitución es el marco legal general y básico de la convivencia en un país. No me cabe duda de que una buena Constitución ayuda, aunque no hay ninguna perfecta”, considera, advirtiendo de que no puede “meterse todo” en la Carta Magna y que tampoco hay que mezclar lo moral con lo religioso.
“No hace falta ser católico para respetar y proteger la vida, la libertad, las leyes de tráfico, el salario o un reparto más justo de los bienes. Son valores: algunos fundamentales y constitucionales, pero otros de ordenamientos distintos. Nosotros los católicos los vemos a la luz de nuestra fe y eso nos debe hacer más conscientes y comprometidos”.
Aunque recibió “numerosas felicitaciones” después de que se conociera que el Papa iba a crearle cardenal, Aós no se atreve a valorar la reacción que su entrada en el Colegio Cardenalicio tuvo en la sociedad chilena. Son, además, otros temas los que acaparan la atención del país, como “el proceso constituyente y las elecciones que se avecinan”, así como la pandemia, la corrupción, la violencia y la criminalidad.