“Construyamos la nueva justicia social asumiendo que la tradición cristiana nunca reconoció como absoluto e intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó siempre la función social de cualquiera de sus formas”. Así de contundente se expresó el papa Francisco en un videomensaje enviado a la Conferencia internacional de jueces miembros del Comité por los Derechos Sociales de África y América, que se celebra desde ayer bajo el tema ‘La construcción de la justicia social. Hacia la plena aplicación de los derechos fundamentales de las personas en condiciones de vulnerabilidad’.
En el mismo sentido, añadió: “El derecho de propiedad es un derecho natural secundario derivado del derecho que tienen todos, nacido del destino universal de los bienes creados. No hay justicia social que pueda cimentarse en la inequidad, que supone la concentración de la riqueza”.
El Papa felicitó a los jueces, puesto que, “en un momento tan crítico para toda la humanidad, el hecho de que las mujeres y los hombres que trabajan para impartir justicia se reúnan para pensar su labor y construir la nueva justicia social es, sin duda, una excelente noticia”. Para construir la idea de justicia social, es “fundamental” recurrir a otro conjunto de ideas, que Francisco resumió en seis claves:
- La realidad: “Las ideas sobre las que seguramente ustedes trabajarán, no debieran perder de vista el angustiante cuadro en el que una pequeña parte de la humanidad vive en la opulencia, mientras que a una cantidad cada vez más numerosa le es desconocida dignidad y son ignorados o violados sus derechos más elementales. No podemos pensar desconectados de la realidad. Y esta es una realidad que deben tener presente”.
- La unión: “Pienso en una obra colectiva, en una obra de conjunto, en donde todos y todas las personas bienintencionadas desafían la utopía y asumen que, así como el bien y el amor, lo justo es una tarea que ha de conquistarse todos los días, porque el desbalance es una tentación de cada minuto. Por eso cada día es una conquista”.
- El compromiso: “Es necesario hacerlo con una actitud de compromiso, siguiendo la senda del buen Samaritano, reconociendo la tentación tan frecuente de desentenderse de los demás, especialmente de los más débiles. Tenemos que asumir que nos hemos acostumbrado a pasar de lado, a ignorar las situaciones hasta que estas nos golpean directamente. El compromiso incondicional es hacernos cargo del dolor del otro y no resbalar hacia una cultura de la indiferencia”.
- La historia: “Sumar al planteo la perspectiva del pasado, es decir, histórica, una reflexión histórica. Ahí están las luchas, los triunfos y las derrotas. Allí se encuentra la sangre de quienes dieron su vida por una humanidad plena e integrada. En el pasado están todas las raíces de las experiencias, también las de aquella justicia social que hoy queremos repensar, hacer crecer y potenciar”.
- El pueblo: “Será una tarea mucho más fácil si incorporamos el deseo gratuito, puro y simple de querer ser pueblo, sin pretender ser elite ilustrada, sino pueblo, siendo constantes e incansables en la labor de incluir, integrar y levantar al caído. Y, desde el Evangelio, lo que a nosotros creyentes Dios nos pide es ser pueblo de Dios, no elite de Dios. Porque los que van por el camino de la élite de Dios, terminan en los tan consabidos clericalismos elitistas que, por ahí, trabajan para el pueblo, pero nada con el pueblo, sin sentirse pueblo”.
- La solidaridad: “Solidarios al luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda. Techo, tierra y trabajo, las tres ‘T’ que nos ungen dignos. Luchando, en suma, contra quienes niegan los derechos sociales y laborales. Luchando contra esa cultura que lleva a usar a los demás, a esclavizar a los demás, y termina en quitar la dignidad de los demás. No olviden que la solidaridad, entendida en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia”.
Más que una teoría
Por otro lado, “deseo también que todo lo que construyan sobre la justicia social sea más que una mera teoría, sino más bien una nueva y urgente práctica judicial, que coadyuve a que la humanidad pueda, en un futuro bien cercano, integrarse en la plenitud y la paz”, explicó.
Por último, el Papa les pidió que “asuman la gracia de la que son titulares, con decisión y con valentía. Sean conscientes que todo lo que pueden ayudar mediante su rectitud y compromiso es muy importante”. Y “recuerden siempre que cuando una justicia es realmente justa, esa justicia hace feliz a los pueblos y dignos a sus habitantes. Ninguna sentencia puede ser justa, ni ninguna ley legítima si lo que producen es más desigualdad, si lo que producen es más pérdida de derechos, indignidad o violencia”.