Por primera vez en la Historia, el nombre de un Papa aparece como acusado en una demanda vinculada a un caso de abusos sexuales. Es el paso al frente que han dado tres víctimas de abusos sexuales en Australia que denuncia a la Santa Sede, en la persona de Francisco, por la inacción del Vaticano cuando se les notificaron los crímenes cometidos por el sacerdote Michael Glennon.
Glennon fue declarado culpable de pederastia por primera vez en 1978 y llegó a ir a la cárcel. Pero no fue hasta 23 años después cuando llegó el castigo de Roma, esto es, la expulsión del sacerdocio. Mientras, continuó celebrando la eucaristía, bautizando, confesando… Pero, sobre todo, tal y como recoge la denuncia, tuvo vía libre para continuar abusando en su condición de sacerdote, con la mirada puesta en manos de familias migrantes y en riesgo de exclusión social, especialmente aborígenes. Cuando falleció en 2014, estaba en prisión condenado por violación, agresión sexual y abuso físico de 15 años, si bien la policía sospecha que abusó de muchas más víctimas.
La demanda se ha presentado esta semana ante la Corte Suprema de Victoria por tres aborígenes que fueron abusados a partir siete y ocho años en casa del sacerdote y en una casa de retiro en Karaglen. Se calcula que las agresiones pudieron extenderse hasta nueve años, entre 1983 y 1991. En 1992, Glennon fue encarcelado por los juicios de abusos que tenía pendientes.
La demanda dice textualmente que, “al aceptar la continua conducta atroz del padre Glennon contra los niños después de su liberación de la prisión en 1979, al no denunciar públicamente su comportamiento y mantener en secreto su abuso de niños, los acusados permitieron que el padre Glennon continuara aprovechando las oportunidades en la comunidad para alimentar y luego violar la confianza de los feligreses y sus hijos”.
Así lo recoge el diario The Sydney Morning Herald, que expone además cómo la abogada de los demandantes, Angela Sdrinis Legal, espera que en estos días el nuncio de la Santa Sede en Australia, Adolfo Tito Yllana, acepte la notificación correspondiente en nombre del Pontífice. “Se trata de lograr que el Papa y el Vaticano acepten su responsabilidad”, apunta la abogada.
Esta nueva denuncia supone un salto cualitativo en lo que viene a ser un reconocimiento de la responsabilidad subsidiaria de Roma. O lo que es lo mismo, cuando las víctimas acuden a los tribunales, denuncian al depredador sexual y, junto a él, a la instancia eclesial más inmediata a la que pertenece, o lo que es lo mismo, a la diócesis o a la congregación religiosa, en caso de que sea un consagrado.
En este caso, las víctimas de Glennon, no buscan solo una compensación por daños y prejuicios a la archidiócesis de Melbourne y a su arzobispo, Peter Comensoli, por la inacción de sus predecesores, sino que también reclaman su parte de responsabilidad al Vaticano con la mirada puesta en su actual ‘jefe’: Francisco.
Al parecer, el que fuera arzobispo de Melbourne en los 90, Frank Little, habría solicitado tanto en 1990 como en 1994 a Roma que se redujera al estado laical a Glennon, una petición que no se materializó hasta que en 1999 su sucesor en el arzobispado, George Pell, prometiera llevar el caso directamente al Papa y lograr que Juan Pablo II expulsara al sacerdote pederasta.
Desde la Archidiócesis de Melbourne se reconoce “plenamente el profundo dolor” causadas a las víctimas por los crímenes de Glennon, que califican de “horrendos”. Un portavoz diocesano asegura que ya en 1978 sus “formas abusivas” llamaron la atención del obispado y defiende que se pusieron todos los medios a su alcance para que nunca más ejerciera de sacerdote. “Lamentablemente, cuando quedó libre, siguió delinquiendo”, expresa.