Cómo sensibilizar a los católicos para que no cale el discurso xenófobo que se cuela en algunos discursos políticos, en los mensajes de WhatsApp y en corrillos varios a unos metros de las parroquias. Es uno de los desafíos que se plantea la Iglesia española para los próximos meses, tal y como se manifestó ayer en el Foro de Migraciones y de Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal, organizado mano a mano con la Universidad Pontifica Comillas.
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La directora de la Subcomisión Episcopal de Migraciones, Marifrán Sánchez, alertó de que estamos “asistiendo a un crecimiento de brotes” de discriminación “cercanos a nuestras comunidades cristianas”. Por ello, de la misma manera que expuso la necesidad de promover “mecanismos de acogida y hospitalidad” , reclamó la necesidad de preparar a quienes están llamados a compartir algo más que el banco o una limosna.
Esta visión fue compartida por Fabio Baggio, subsecretario de la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio al Desarrollo Humano Integral. “Hay que hacer un camino comunitario para pulir las reacciones negativas que pueden surgir, a menudo propiciadas por el miedo para que sean sustituidas por la cultura del encuentro”, recomendó, consciente además de que “no se puede delegar a Cáritas o al departamento de migrantes, cada cristiano tiene que aportar su granito de arena para superar las dificultades que pueden generarse en un proceso de integración”.
Un cambio “radical”
“El Papa con ‘Fratelli Tutti’ ha sido claro: vamos hacia la muerte de la humanidad. Necesitamos un cambio radical, algo nuevo que no es otra cosa que el plan de Dios”, defendió Baggio. “Espero que las catequesis que estamos realizando dentro de las parroquias, en la preparación a los sacramentos, en las reuniones de los grupos, en los colegios católicos, en la Acción Católica… incluyan un programa que aborde a los migrantes y refugiados como uno de sus temas fundamentales”, sugirió. Solo así cree que se podrá hacer realidad un empeño papal que “comienza en el centro, se descentraliza y puede llegar hasta el último rincón”.
Todas estas reflexiones se pusieron sobre la mesa tras presentarse una investigación sobre la comunidad venezolana en España y el indispensable rol que ha jugado la Iglesia, dado que se trata de una de las mayores comunidades migrantes en nuestro país, con más de 187.200 personas. El estudio alerta de cómo han pasado a ser de un colectivo integrado a un colectivo vulnerable, especialmente aquellos que llegaron a partir de 2015.