En el corazón de la investigación de Hauwa Ibrahim, una de los juristas pro derechos humanos más famosas del planeta, está el poder de las madres para cambiar profundamente la estructura de las injusticias reparándolas.
Su madre había dado a luz a nueve hijos en Hinnah, un pueblo sin electricidad ni carreteras al norte de Nigeria, y obedecía a las normas culturales por las que las hijas no tenían que ir a la escuela y, tenían que casarse temprano para dejar de ser una carga. La relación de Ibrahim con su madre era insólita: “De niña era lo contrario de lo que se esperaría de una hija. Rebelde, vivaz y divertida. Mi madre reía gracias a mi alegría. A los once años me dijo que tenía que olvidarme de los libros y prepararme para la boda con un hombre mayor que yo. Me escapé de casa”.
Gracias a su carácter obstinado de Hauwa Ibrahim fue acogida en Azare, en el internado Women Teachers College, donde estudió y se licenció en Derecho gracias al apoyo de un tío materno. Se convirtió en la primera abogada musulmana de Nigeria y comenzó a ejercer. Se especializó en la sharía, el código legislativo inspirado en el islam. Fue citada por el New York Times cuando en 2002 decidió defender gratis a una condenada a lapidación, la de Amina Lawal Kurami, culpable de haber concebido un hijo fuera del matrimonio: “Era evidente la diferencia del peso de la culpa de Amina y del hombre con quien había cometido el delito, que él fue considerado inocente por los jueces solo por haber jurado sobre el Corán”, comenta.
Junto con el colegio de abogados de la Baobab for Women’s Human Rights, elaboró una estrategia defensiva que se inspiraba en los principios propios de la lógica la sharía. En la corte, convenció al jurado de que el hijo de Amina no fue fruto de esa relación extramarital sino que, según la misma ley religiosa que quería condenarla a muerte, podría haber sido un dormant foetus, un niño concebido con su marido y nacido dos años después. En Nigeria, defenderá y salvará de la muerte a otras 47 mujeres acusadas de adulterio y niños culpables de delitos. Fue galardonada con el Premio Sájarov del Parlamento Europeo en 2005.
“No es posible cerrar la brecha de género o combatir el analfabetismo sin conocer la cultura de un lugar”, me cuenta. Vive en Roma donde imparte el curso Human rights and Social Justice en la Universidad de Tor Vergata. “Explico esto a mis alumnos cuando tratamos de encontrar las herramientas para estimular un cambio positivo. Cuando regreso a mi pueblo me quito el traje de profesora universitaria y me convierto en una de ellas. Me vuelvo pobre y analfabeta, como lo fui en el pasado. Me di cuenta de que no podía llegar con ropa occidental y empezar a discutir con las mujeres para explicarles que mantener a las hijas fuera de la escuela está mal. Para cambiar la mentalidad, hay que ofrecer una alternativa preferible a la tradición. Es necesario demostrar a las familias que si envían a sus hijas a la escuela y no orquestan matrimonios, la familia no morirá de hambre, sino que se beneficiará”.
Hauwa Ibrahim perdonó a su madre: “Ella pensó que era por mi bien. Ahora entiende que el bien de la familia ha sido mayor gracias a mis estudios y a lo que he logrado hacer”.
Madres. Tras salvar a muchas víctimas, a menudo mujeres, de la cárcel o la pena de muerte, Hauwa Ibrahim fundó Mothers without borders, un proyecto para mantener a los jóvenes alejados del extremismo y el fundamentalismo. Y experimenta con valentía nuevos caminos, como cuando fue llamada por el presidente de Nigeria en 2012 para buscar a las 276 estudiantes secuestradas en Chibok por el grupo terrorista Boko Haram.
Chibok es un pequeño pueblo cerca de su ciudad natal, y su conocimiento del humus cultural resultaba crucial: “Estaba sentada a la mesa con soldados y expertos hablando de aviones, drones y servicios de inteligencia, en fin, fuerza dura y pura. Pensé que junto con esta fuerza bruta podríamos utilizar la fuerza blanda, el soft power, de las madres de fundamentalistas ya capturados. Fui a los pueblos a hablar con ellas y muchas pensaban que sus hijos estaban muertos. Les pedí venir a la ciudad conmigo. Recuerdo haber ido a una prisión con una de ellas. Cuando el hijo la vio, se echó a llorar y la abrazó, a pesar de ser adulto. Para nuestra cultura, es reprobable que un niño varón pida el abrazo de una madre después de la pubertad. Este hombre entendió la importancia del amor maternal y gracias a la intervención de su madre comenzó a dar detalles para la búsqueda de las secuestradas”.
En 2015 Ibrahim aplicó la misma teoría del poder blando de las madres en Jordania, contra el ISIS que reclutaba combatientes entre los jóvenes desesperados en los campos de refugiados.
Hauwa Ibrahim está centrada en educar a las nuevas generaciones: “Debemos abolir la diferencia entre quien enseña y quien aprende. Aprendo de mis estudiantes, aunque tienen que luchar con una disminución general de la atención y el crecimiento exponencial de las noticias falsas. Ahora estamos luchando contra el coronavirus y no es un tema puramente sanitario porque en las zonas pobres de África, el virus no está afectando a sus habitantes, pero está provocando escasez de alimentos por el cierre de las fronteras. Una vez más, son las mujeres las que sufren las peores consecuencias ya que se ven obligadas a caminar mucho más para encontrar un mercado donde obtener los alimentos necesarios”, explica. Desde ahí, defiende que, más allá de la limitación de recursos que el capital humano es “todo sobre lo que tenemos que trabajar”.