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La Iglesia de Guatemala advierte que “las deudas de hoy son hambre para el mañana”





Incertidumbre y sospecha. Son las dos sensaciones que imperan estos días en la escena política guatemalteca, agravada por la pandemia y el paso de la tormenta tropical Eta. Así lo siente –y lo comparte con Vida Nueva– el obispo de La Verapaz, Rodolfo Valenzuela.



No se sabe de dónde han venido las reacciones violentas en las manifestaciones pacíficas del último fin de semana [28-29 de noviembre]; no sé sabe con claridad cuáles son los motivos del vicepresidente del país, Guillermo Castillo, para sugerir su renuncia y la del presidente, Alejandro Giammattei; no se sabe tampoco si este cambiará el autoritarismo en el que ha caído últimamente…”, relata el también vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Guatemala (CEG), tratando de describir la incierta situación que atraviesa hoy su país.

Pero el prelado añade algo más: “Se sospecha de los oscuros motivos de los congresistas para aprobar el presupuesto de 2021”. Y ahí reside el origen de los acontecimientos que se han sucedido durante el mes de noviembre. El día 21, un grupo de encapuchados asaltaba el Congreso. El ataque y posterior incendio del edificio, que se saldó con decenas de heridos, se produjo en el marco de las protestas contra el Gobierno y los parlamentarios del país centroamericano.

Recortes de recursos

La causa: un polémico presupuesto aprobado el miércoles 18 de madrugada, que –por lo que ha trascendido a la opinión pública– reduce las partidas destinadas a salud y protección social, recortando recursos para la prevención de la desnutrición, la atención materno-infantil o el tratamiento del cáncer.

Apenas 24 horas después, el propio Episcopado recibía la noticia “con consternación”, criticando la aprobación “precipitada e irresponsable” de tales presupuestos por parte del Congreso de la República. En un breve comunicado, los obispos lamentan que “el modo opaco y seguramente turbio en que se pactó para alcanzar mayoría cualificada de votos” ha sembrado la “indignación en muy diferentes sectores del país”, tras una década de “presupuestos sin financiación pero nunca antes tan desproporcionados en los montos”.

“La eliminación o disminución de partidas importantes –denuncia la CEG– parece expresar rencor, pero también miopía ética”. Y advierte: “El endeudamiento del país está llegando a niveles francamente preocupantes y las deudas de hoy son hambre para el mañana”

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