En junio, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica publicaba sus orientaciones sobre los abandonos en el documento ‘El don de la fidelidad. La alegría de la perseverancia’. Luis Martín Cabello, ex salesiano, es un rostro de esas salidas de la Vida Religiosa, una salida que en entrevista con SomosCONFER tilda de “edificante”. Tiene 47 años y vive en Valladolid, donde trabaja como administrador en el Centro San Viator. A los 11 años pidió ir interno al aspirantado de los salesianos en Astudillo (Palencia). A los 19 años hizo su primera profesión y a los 28 fue ordenado sacerdote. Con 43 años pidió un año de ‘absentia a domo’, al final del que solicitó la dispensa y dejar la Congregación. En 2020 ha tenido su primer hijo y se ha casado.
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PREGUNTA.- ¿Cuándo comienza a preguntarse si la Vida Religiosa es a lo que Dios le ha llamado?
RESPUESTA.- Me hice salesiano porque realmente creía que Dios me llamaba a ello y que me había regalado cualidades para ser un buen salesiano. Pero en ese afán de ser un “buen salesiano”, en mis últimos años como religioso me fui dando cuenta de que no era capaz de superar algunas de mis incoherencias. Es verdad que las contradicciones, la falta de entusiasmo y un cierto aburguesamiento espiritual que percibía muchas veces a mi alrededor, no ayudaban. Pero esa no fue la causa, ya que también me enriquecía de la calidad humana y espiritual de muchos de mis hermanos.
Quizás, simplemente arrojé la toalla. O quizás, realmente Dios me estaba indicando que tenía que reorientar mi vida. “Al atardecer de la vida” obtendré la respuesta clara. Mientras, sigo haciendo camino y estoy convencido de que Dios sigue acompañando mi vida y siento que todavía me depara “sorpresas”.
P.- ¿Cómo fue el momento en el que comentó que se iba?
R.- Uno de los momentos más difíciles fue irlo comunicando a algunos salesianos y a algunos seglares. Los sentimientos eran diversos e intensos: desde la convicción de que es un paso que tienes que dar, hasta la triste sensación de estar “abandonando un barco”, pasando por los vaivenes de cómo lo entenderán las personas con las que has estado compartiendo vida y misión.
P.- La orientación sobre los abandonos insiste en la importancia de dejarse acompañar. ¿Hay una vivencia comunitaria de la salida?
R.- La realidad humana de nuestras comunidades a veces es muy individualista y, aunque hay muchas oportunidades para compartir nuestras vivencias, cuesta mucho. Con todo, la comunidad en la que viví mis últimos años fue muy comprensiva conmigo y me he sentido y me sigo sintiendo querido y valorado por ellos y por los salesianos en general.
P.- ¿Qué echa de menos?
R.- La posibilidad y el “lujo” de tener más tiempo para uno mismo, para reflexionar y rezar con tranquilidad, y para comprometerme en otras cosas. La vida de familia es absorbente y un hijo no se puede “programar”. Por lo demás, he sido feliz como salesiano y ahora soy feliz construyendo mi vida de familia.
P.- ¿Qué experiencias de las que ha vivido como laico favorecerían la vivencia de la Vida Consagrada?
R.- La estructura organizativa de la Vida Religiosa te da la posibilidad de tener una intensa vida espiritual y una apasionada entrega y dedicación a la misión. Pero también puede generar (y de hecho genera en muchos religiosos) un cierto aburguesamiento, y derivar en una vida sencilla, sin lujos, pero muy cómoda e individualista. Lo ilustro con dos sencillos ejemplos que ya comentaba en comunidad y que ahora experimento:
Los religiosos hacemos voto de pobreza, pero en realidad no tenemos ninguna preocupación real por si llegamos a fin de mes o a final de año (está garantizado), o si hay comida en la nevera (lo hace la cocinera o el administrador)… Sin embargo, estos temas preocupan y ocupan mucho en la vida de una familia.
Los religiosos hacemos voto de obediencia, pero en realidad, más allá de los destinos que nos den los Superiores y de seguir los horarios comunitarios, en el día a día, cada uno se organiza su vida y atiende sus obligaciones de forma individual con amplio margen de decisión. Esto no se lo puede permitir una pareja, que continuamente tiene que ponerse de acuerdo en pequeñas decisiones cotidianas y en las que muchas veces alguien tiene que ceder y “obedecer”. Ni se lo puede permitir un padre, que debe “obedecer” al reclamo del llanto de su hijo a altas horas.
Siempre he defendido la liberación de muchas de estas preocupaciones como oportunidad para una mayor y mejor dedicación a tu cuidado espiritual y al servicio de los demás. Pero a muchos religiosos les aleja de la deseada radicalidad evangélica y les vuelve más cómodos. Y esto lo digo con dolor, porque sigo pensando, aunque suene incoherente, que ser religioso vale la pena.
P.- ¿Cuál es ahora su vocación?
R.- Mi vocación es la de ser un buen marido y un buen padre, y una persona comprometida en hacer un mundo un poco mejor, desde los valores del Evangelio. En este horizonte, me queda todavía mucho por hacer y aprender.
P.- ¿Cómo vivió su familia su salida?
R.- La persona que más me preocupaba era mi madre, ya que siempre había vivido con mucha ilusión el que yo fuera salesiano y sacerdote. Sé que sufrió mucho al principio. Pero al verme que seguía bien y que poco a poco lograba rehacer mi vida, fue aceptando y viviendo con más paz la situación.
P.- ¿En qué debe mejorar la Vida Religiosa para que los procesos de exclaustración sean edificantes?
R.- Depende del estilo de las congregaciones y sus responsables, así como de cada persona que lo deja, con su carácter y su modo de afrontar las crisis. Mi proceso se puede calificar de “edificante”. En cualquier caso, la clave está en ser honestos, claros, respetuosos y cercanos, por ambas partes.
P.- ¿El proceso canónico favorece o dificulta la exclaustración? ¿Puede llevar a perder la fe?
R.- Este tema ha cambiado mucho. He escuchado muchas veces lo complicado que era en otras épocas. Pero actualmente es un proceso algo más sencillo. Y el que sea más ágil o no, depende de los intermediarios y del interés que ponga el propio candidato en mover las cosas para cerrar el proceso bien y pronto.