Con la participación de los distintos credos, se realizó un encuentro interreligioso de oración ante el tratamiento e inminente definición de la ley del aborto.
Dicho encuentro fue encabezado por el Arzobispo de Buenos Aires y Cardenal Primado de la Argentina, Mario. Poli. Participaron representantes de la Iglesia Ortodoxa Griega del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, la Alianza Cristiana de las Iglesias Evangélicas de la Republica Argentina (ACIERA), la Pontificia Academia para la Vida, la AMIA, la Iglesia Siriana Ortodoxa de Antioquía, el Centro Islámico de la República Argentina, la Convención Evangélica Bautista Argentina, el Consejo de Pastores, el Instituto de Diálogo Religioso, la Iglesia Evangélica Metodista de Merlo-Moreno, y obispos de la Iglesia Católica.
Poli recordó la raíz común que los une, la fe del patriarca Abraham en el único Dios verdadero, que los llamó a la existencia, conservó y alentó la vida, y cumplió sus promesas. Ese mismo Abraham creyó en Dios y fue bendecido por una descendencia numerosa, de la que somos parte.
Asimismo, afirmó que, en el país, los credos transitaron “un largo y esperanzador camino de convivencia”, aprendieron a compartir la tierra y la patria, superando desencuentros y sobrevolando las diferencias; “uniéndonos en lo que nos vincula fundamentalmente como es el caso de la vida naciente y la convicción de la inviolabilidad de toda vida humana”.
Refiriéndose a la mayoría religiosa del pueblo que reconoce a Dios como fuente de toda razón y justicia, el Cardenal subrayó: “no podemos substraernos al compromiso de prestarles nuestra voz en sus causas, en especial a los más frágiles y vulnerables como son los inocentes por nacer, porque nadie tiene derecho a cercenar su participación en la fiesta de la vida“.
Recordó el mensaje que, en forma conjunta, el Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar Ahmad Al-Tayyeb expresaron: «En el nombre de la inocente alma humana que Dios ha prohibido matar, afirmando que quien mata a una persona es como si hubiese matado a toda la humanidad y quien salva a una es como si hubiese salvado a la humanidad entera».
También mencionó al Papa Francisco, quien iluminó esta causa al subrayar: «La defensa del inocente que no ha nacido, por ejemplo, debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo».
Ante la posibilidad inminente de una legislación que legalice el derecho al aborto, Poli reiteró: “volvemos a manifestar nuestra contundente convicción de que la defensa de la vida por nacer está ligada a la defensa de cualquier derecho humano, que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades”.
Luego, criticó el momento en que se da este debate. Afirmó que vivimos un momento de extrema angustia por las secuelas de la pandemia y los dolorosos índices de pobreza e indigencia. A pesar de esto, señaló el avance de este proyecto que cuestiona y relativiza el derecho a la vida, sostenido por la Constitución Nacional y los Tratados Internacionales, y la Academia Nacional de Medicina, que recientemente reafirmó que el niño por nacer -científica y biológicamente- es un ser humano desde el momento de la concepción.
“Todos los argumentos parecen insuficientes y no faltó la palabra y los gestos para reclamar en favor de la vida de los inocentes. La palabra ‘interrumpir’ esconde una crueldad sin límites, porque podemos interrumpir la luz, el agua, el gas, pero cuando se interrumpe una vida ya no hay posibilidad, deja de existir y es la mayor desgracia nacional”, aseguró el Arzobispo porteño.
El Cardenal Poli dijo que cuando se caen todos los argumentos y las declaraciones parecen caer en el vacío, queda una puerta de esperanza, que afirma la fe y es común a todas las confesiones: la oración, y citó al Papa emérito Benedicto: «Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios… cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar, Él puede ayudarme… el que reza nunca está totalmente solo».
Poli invocó las palabras de Abraham a su hijo Isaac, cuando Dios le pide, como prueba de fidelidad, ofrecerlo en holocausto: (Gn 22, 8): ¡Dios proveerá! “Esa es la fe de Abraham”.
Finalmente, insistió: “Nuestros sabios, los justos, los que nos precedieron en la fe confiaron en la providencia divina, se hicieron fuertes en la plegaria, porque Dios escucha la oración de un corazón contrito y arrepentido”