Uno de los grandes retos para superar la crisis de la Iglesia en materia de abusos sexuales por parte de clérigos, es la formación, pues a través de ella se lograría un adecuado sistema preventivo eclesial; “lo contrario a esta lógica sería la biografía de una Iglesia en situaciones de inseguridad”.
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Así lo afirmó el sacerdote mexicano Daniel Portillo Trevizo, director del Centro de Investigación y Formación Interdisciplinar para la Protección del Menor (Ceprome), quien consideró que hoy más que nunca “toda la comunidad necesita estar formada en el ámbito del cuidado y la prevención”.
El sacerdote fue uno de los ponentes del Seminario Latinoamericano sobre la crisis de la Iglesia, realizado este 10 de diciembre, vía Zoom, y en el que se reflexionó en torno al documento de análisis “Comprendiendo la crisis de la Iglesia en Chile”.
El documento fue elaborado por un equipo de 16 expertos, en su mayoría de la Pontificia Universidad Católica de Chile, convocados por su rector, el doctor Ignacio Sánchez, y coordinados por el decano maestro Eduardo Valenzuela.
Transparencia ante los abusos
El Director del Ceprome, Daniel Portillo, consideró que dicho documento inaugura una nueva manera de ejercer la transparencia y el manejo de datos de Latinoamérica. “Comenzamos a escribir una página más en los esfuerzos de la prevención de la Iglesia católica en Latinoamérica… este terrible delito difícilmente podrá ser desterrado con esfuerzos parciales o particulares”, dijo.
Dejó en claro que se requiere trabajar mucho en la prevención, que –dijo– funciona bajo un espíritu colegial, sinodal, transversal, interdisciplinar y de comunión; pues de lo contrario mermará la confianza en la Iglesia católica.
Apuntó que toda aspiración preventiva deberá también manejar siempre un empeño colaborativo, en el que se coloque la dignidad del menor, como valor central, que permita la nutrida acción de cada una de las ciencias e instituciones colaborativas.
La falla estructural en los abusos
Daniel Portillo explicó que el informe evidencia el fallo estructural que permitió la comisión de los delitos sexuales en Chile; “la problemática no solo resulta una anomalía psicopatológica del agresor, sino una problemática multicausal, donde resulta obligado la consideración, en primer lugar, del conjunto de situaciones eclesiales y los errores institucionales que permitieron tales hechos dolorosos”.
Para el sacerdote mexicano, las respuestas sugerentes que emergen del documento son que la clave está principalmente en la atención a las víctimas, “una primera importante respuesta eclesial, capaz de romper aquellas negativas costumbres, capaz de dar atención integral a las víctimas”.
Sin esta respuesta obligada –dijo Portillo- “toda nuestra supuesta prevención del abuso resulta hipócrita y cosmética; además, la violencia sexual adquiere un dominio territorial inimaginable que no solo lesiona la dignidad de una víctima, sino que lastima su entorno… el impacto traumático tiene una vigencia que en ocasiones se prolonga”.
El documento “nos recuerda que el daño mayor causado en las víctimas de la comunidad, que deberá remediarse, es el dolor por la confianza defraudada, si la Iglesia no toma como respuesta estratégica el fortalecimiento de una ética de la confianza, se convertirá en una institución revictimizante”, agregó.
Una estructura sinodal vinculante al pueblo de Dios
En opinión de Daniel Portillo, un componente vital en cualquier acción eclesial para responder a la tragedia del abuso sexual infantil y generar un lugar seguro para aquellos que están a su cargo, son “la integridad, la justicia y eficiencia en los procesos en los cuales la Iglesia busca hacer justicia a las víctimas y responsabilizar a aquellos que han delinquido”.
El informe –refirió – expone que las estructuras de rendición de cuentas y supervisión de la Iglesia, han sido ineficaces, “de manera podríamos decir hasta crónica; las revelaciones también expusieron cómo la falta de transparencia en el gobierno de la Iglesia permitió que estas fallas de rendición de cuentas no fueran reconocidas ni atendidas”.
Finalmente, consideró que los retos después del documento son la reparación: “la Iglesia dará muestras de su aprendizaje y su compromiso con las víctimas en la medida de su disposición a la reparación, particularmente con la implementación de acciones concretas y eficaces. La reparación debe ser parte de la responsabilidad de toda la comunidad”.
Un segundo reto –dijo- es el de la comunicación; las acciones comunicacionales se deben orientar y transmitir para asumir la verdad de los hechos; “la misión de la Iglesia es predicar el Evangelio pero para eso necesita liderazgo, la coherencia entre lo que vive y predica son la base para resultar una institución creíble, digna de confianza y de respeto”.
Otro reto -añadió- son la eclesialidad y la sinodalidad versus clericalismo; “la prevención del abuso sexual en la Iglesia no es un acto individual, y no es un acto jerárquico, es un acto eclesial”.
En ese sentido, recordó que todos los informes han coincidido en el síntoma de clericalismo o lo que el Santo Padre señala como la perversión y la raíz de muchos males de la Iglesia; “una estructura sinodal ha de partir desde lo más abajo posible para que el mismo proceso de elaboración de decisiones sea realmente vinculante al pueblo de Dios a tal punto que el proceso posterior que corresponde a quienes toque la decisión puedan ratificar lo elaborado por todos, fruto de interacción desde abajo y desde adentro, desde la totalidad de los fieles”.