La Conferencia Episcopal Española (CEE) convoca a los católicos a una jornada de ayuno y oración el próximo miércoles 16 de diciembre para “pedir al Señor que inspire leyes que respeten y promuevan el cuidado de la vida humana”. Así lo expresan hoy en su escrito ‘La vida es un don, la eutanasia un fracaso’ ante la culminación de la aprobación en el Congreso de los Diputados de la Ley Orgánica de regulación de la eutanasia.
Los obispos españoles lamentan que la tramitación legislativa se haya realizado “de manera sospechosamente acelerada, en tiempo de pandemia y estado de alarma, sin escucha ni diálogo público. El hecho es especialmente grave, pues instaura una ruptura moral; un cambio en los fines del Estado: de defender la vida a ser responsable de la muerte infringida; y también de la profesión médica”. Y añaden: “Es una propuesta que hace juego con la visión antropológica y cultural de los sistemas de poder dominantes en el mundo”.
Apoyándose en la Carta ‘Samaritanus bonus’ sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida promulgada por el papa Francisco y el documento ‘Sembradores de esperanza. Acoger, proteger y acompañar en la etapa final de esta vida’, publicado por el propio Episcopado, los prelados piden “a cuantos tienen responsabilidad en la toma de estas graves decisiones que actúen en conciencia, según verdad y justicia”.
La CEE urge en su escrito a la promoción de los cuidados paliativos, “que ayudan a vivir la enfermedad grave sin dolor y al acompañamiento integral, por tanto también espiritual, a los enfermos y a sus familias. Este cuidado integral alivia el dolor, consuela y ofrece la esperanza que surge de la fe y da sentido a toda la vida humana, incluso en el sufrimiento y la vulnerabilidad”.
Según el escrito, “la pandemia ha puesto de manifiesto la fragilidad de la vida y ha suscitado solicitud por los cuidados, al mismo tiempo que indignación por el descarte en la atención a personas mayores. Ha crecido la conciencia de que acabar con la vida no puede ser la solución para abordar un problema humano. Hemos agradecido el trabajo de los sanitarios y el valor de nuestra sanidad pública, reclamando incluso su mejora y mayor atención presupuestaria”. Por ello, “la muerte provocada no puede ser un atajo que nos permita ahorrar recursos humanos y económicos en los cuidados paliativos y el acompañamiento integral”. Por el contrario, “frente a la muerte como solución, es preciso invertir en los cuidados y cercanía que todos necesitamos en la etapa final de esta vida. Esta es la verdadera compasión”, agregan.
Para el Episcopado, la experiencia de los países donde se ha legalizado la eutanasia “nos dice que incita a la muerte a los más débiles”. “Al otorgar este supuesto derecho –continúan–, la persona, que se experimenta como una carga para la familia y un peso social, se siente condicionada a pedir la muerte cuando una ley la presiona en esa dirección. La falta de cuidados paliativos es también una expresión de desigualdad social. Muchas personas mueren sin poder recibir estos cuidados y solo cuentan con ellos quienes pueden pagarlos”.
Por todo ello, los obispos invitan a responder a esta llamada con “la oración, el cuidado y el testimonio público que favorezcan un compromiso personal e institucional a favor de la vida, los cuidados y una genuina buena muerte en compañía y esperanza”.