“Estamos llamados a vivir el ministerio sacerdotal en medio de circunstancias no fáciles”. El arzobispo mexicano Jorge Carlos Patrón Wong, secretario encargado de los seminarios dentro de la Congregación para el Clero, analiza para Vida Nueva cómo la crisis del coronavirus está afectando a la formación de los futuros sacerdotes.
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“Cuarentena no es sinónimo de vacaciones, los seminarios continúan su misión”, subraya, advirtiendo que quien haya elegido convertirse en presbítero “para llevar una vida fácil y cómoda”, con la realidad de la pandemia se habrá ya dado cuenta de que “se ha equivocado de elección”.
Muy activo en el universo de las redes sociales, Patrón Wong recomienda a los seminaristas que aprendan a “conectarse y desconectarse de las redes”, pues también en el mundo virtual “la formación y la disciplina son imprescindibles”.
PREGUNTA.- ¿Cómo está afectando la pandemia que sufrimos a la vida de los seminarios?
RESPUESTA.- Los seminarios han adoptado diversas medidas, según la realidad de cada nación. Al inicio de la pandemia, mientras algunos permanecieron en su “segunda casa”, es decir, en el seminario, otros optaron por irse a casa de sus progenitores. En la actualidad, la mayoría de los que al inicio estuvieron con sus familias o en sus parroquias, ahora han sentido la necesidad de regresar a la vida comunitaria y formativa en el seminario, independientemente de la modalidad de los cursos académicos, virtual o presencial, ofrecidos por las facultades.
Cada una de estas maneras de afrontar la pandemia, bien acompañadas, pueden ser muy formativas. Una enseñanza básica, tanto para formadores como para seminaristas, es que estamos llamados a vivir el ministerio sacerdotal en medio de circunstancias no fáciles.
Más allá de la pandemia, hay otras dificultades en la vida y el ministerio del sacerdote, de las que conviene tomar conciencia desde la formación inicial, para asumir los compromisos sacerdotales con mayor madurez y objetividad; dispuestos a seguir formándose durante toda la vida, dejándose ayudar por la gracia divina y sus mediaciones, como son el obispo, los formadores, los sacerdotes, la comunidad cristiana, de tal manera que se pueda vivir la vocación con gozo y fidelidad.
El que haya elegido el sacerdocio para llevar una vida fácil y cómoda, seguramente la realidad que estamos viviendo le permita confrontarse y darse cuenta que se ha equivocado de elección.
No son vacaciones
P.- ¿La pandemia ha supuesto un retroceso en la formación sacerdotal?
R.- Los tiempos de crisis son una ocasión favorable para que cada uno evalúe el camino recorrido, se conozca más y vea sus puntos fuertes y frágiles. Esta pandemia exige un cambio en todos. Si alguno no siente la necesidad de dejarse transformar, este ya es un dato que se debe revisar; y si se experimenta una cierta crisis, que la aproveche para crecer, valiéndose de los medios naturales y sobrenaturales que le ofrece la Iglesia.
Sea dentro o fuera del edificio de un seminario, lo importante es la actitud con la cual se asume la vida y la formación presbiteral; pues el seminario, antes que unos bloques de cemento, es una comunidad de personas que, a pesar del distanciamiento físico, puede fortalecer los lazos de unión y comunión, entre unos y otros, a través de la oración, las redes sociales, y el apoyo emocional, espiritual y material.
Cuarentena no es sinónimo de vacaciones; y así como la Iglesia, cuando tuvo que cerrar sus templos, no dejó de evangelizar, del mismo modo los seminarios continúan su misión, buscando nuevos medios y poniendo en juego la creatividad y los recursos disponibles, para llevar a cabo la tarea encomendada.
Reuniones virtuales
P.- ¿Cómo ha coordinado el dicasterio el inicio del nuevo curso académico en los seminarios para responder a las exigencias sanitarias?
R.- Esta pandemia ha sido una ocasión para llegar a muchas naciones, diócesis, formadores, seminaristas, a través de las redes sociales. Si bien no se han podido llevar a cabo los encuentros presenciales que se tenían planeados en algunos países, esto no ha sido motivo para dejar de encontrarnos a través de Zoom, Facebook, YouTube y otros medios.
Las reuniones virtuales que se han llevado a cabo han sido una ocasión para aprender unos de otros; el intercambio de experiencias ha sido muy favorable. Así, la Congregación para el Clero ha facilitado el diálogo y la comunión, para que las experiencias que han sido válidas y han funcionado muy bien en un determinado lugar, se conozcan en otras naciones y puedan ser implementadas allí también.
P.- ¿Ha tenido alguna incidencia reseñable la pandemia en el número de nuevas vocaciones sacerdotales?
R.- Los caminos de Dios son misteriosos y Él nunca abandona a su pueblo, siempre hace sentir su presencia paterna y misericordiosa, y más en estos momentos difíciles. En la historia de la salvación y en la historia de la Iglesia, podemos constatar la mano de Dios que acompaña a su pueblo, a través de sus enviados, en los momentos más críticos de la existencia humana. Si bien el tema de la cantidad de vocaciones, a nivel universal, no tiene una tendencia ascendente, en algunos seminarios ha aumentado el número de seminaristas que comenzarán su formación inicial en el curso propedéutico.
Este momento de encierro, de dejar a un lado los afanes y las prisas de la vida, se constituye en una ocasión favorable para escuchar, en el silencio, la voz de Dios que habla en lo profundo del corazón humano y que lo llama a seguirlo y a configurarse con su Hijo Jesucristo, como siervo y pastor de su rebaño.
El arte del discernimiento
P.- Según los datos ofrecidos por la Santa Sede, el número de seminaristas ha pasado de 118.251 en 2013 a 115.880 en 2018. Caen las cifras en todos los continentes excepto en África. ¿Cómo explica esta situación? ¿Está preocupado por el descenso?
R.- Una preocupación del papa Francisco, y que es la preocupación de la Congregación para el Clero y de toda la Iglesia, no es solo el número de vocaciones sacerdotales, pues confiamos en el Dueño de la viña y sabemos que Él no dejará de enviar obreros a su viña, sino la calidad de las vocaciones.
Por eso la invitación constante a que en las familias, parroquias, escuelas y ambientes juveniles se promueva una cultura vocacional; y a quienes se ocupan de la formación presbiteral, a que sean expertos en el arte del discernimiento vocacional y estén disponibles para acompañar y ayudar a otros a descubrir y a responder eficazmente al proyecto que Dios les ha diseñado.
El plan que Dios propone a cada uno de sus hijos es el mejor, y cuando este se descubre y se acepta, hay gozo, felicidad, autenticidad y plena realización personal. La falta de discernimiento, desgraciadamente, puede llevar a candidatos no idóneos a recibir el ministerio presbiteral, causándole un sufrimiento a la persona misma y al pueblo de Dios, que debe soportar a los pastores que, en vez de cuidar y servir al rebaño, pueden servirse de este para pastorearse a sí mismos.