El boletín de prensa de la Santa Sede anuncia la designación de 9 cardenales en 8 organismos pontificios, entre ellos al arzobispo de Santiago de Chile, Celestino Aós Braco, investido cardenal en el reciente consistorio del 28 de noviembre pasado.
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Aós fue asignado a la Pontificia Comisión para América Latina, organismo creado en 1958 para “aconsejar y ayudar a las Iglesias particulares en América Latina” y “estudiar las cuestiones que se refieren a la vida y progreso de dichas Iglesias, especialmente estando a disposición, tanto de los dicasterios de la Curia interesados por razón de su competencia, como de las mismas Iglesias para resolver dichas cuestiones”, como lo señala la Constitución Apostólica Pastor Bonus.
Favorecer las relaciones
Esta Comisión tiene también la tarea de favorecer “las relaciones entre las instituciones eclesiásticas internacionales y nacionales, que trabajan en favor de las regiones de América Latina y los dicasterios de la Curia Romana”, agrega la misma Constitución Apostólica. Por ello mantiene fuertes vínculos con el Consejo Episcopal Latino-Americano (CELAM) y su Secretariado General, con las conferencias episcopales nacionales, con la Confederación Latino-Americana de Religiosos (CLAR), con las Instituciones Católicas Internacionales y otras asociaciones y movimientos que operan en América Latina.
De regreso a Santiago, en el reciente tercer domingo de Adviento, Aós presidió la celebración eucarística online, ocasión en la que animó a cultivar la alegría y a mirarnos como nos mira el Señor.
“Vivimos momentos de tensión, dijo. La enfermedad, los contagios, la distancia, la perdida de trabajo o la reducción de nuestros ingresos, las crisis y los desequilibrios emocionales, las inquietudes y hasta las dudas de fe son las circunstancias de este Adviento y serán las de esta Navidad. ¿Qué supone esto para un cristiano?”, comenzó su homilía el arzobispo.
Señaló entonces la alegría que experimentó la Virgen María durante su embarazo, llevando en su seno a Jesús. “Es una alegría grande, dijo, pero distinta a la que el mundo busca a través de la comida, la música, los regalos, del aturdimiento que lleva a veces hasta el descontrol. Es el pecado, es el mal lo que nos atrapa, hiere y destruye”, afirmó.
De ahí concluyó que “celebrar la Navidad requiere mirar. Mirar no solo lo que compraremos de alimentos o de regalos, sino mirar de verdad, y más en este año, en que estaremos vencidos, en añoranza, con cierta pena, porque no estaremos juntos, como el año pasado. Mirar al esposo o a la esposa, mirar a los hijos, a los hermanos. Mirar y ver, no solamente quedándonos ahí en lo superficial, sino mirarnos a nosotros mismos, dejarnos mirar por Dios”, animó el pastor.