Juan José Asenjo no puede seguir ejerciendo sus labores como arzobispo de Sevilla. Su salud se lo impide. Así lo ha explicado, por medio de una carta, a los sacerdotes, diáconos, seminaristas, consagrados y laicos de la Archidiócesis, en la que señala que ha insistido a la Santa Sede para que agilice los trámites de su renuncia y se nombre un sustituto.
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“Como sabéis, el 26 de junio del año pasado sufrí un grave problema ocular en el ojo izquierdo que me conservó la vista periférica, pero no así la visión central ni los detalles de las cosas”, dice el prelado, quien, en consecuencia, no puede leer ni escribir desde entonces.
Sin embargo, el pasado 13 de noviembre tuvo un problema similar en el ojo derecho, “con una hemorragia masiva, infección y dolores enormes, casi insufribles”. “He sido operado dos veces de éste último ojo sin encontrar de momento una palpable mejoría”, añade. Si bien es consciente de que “lo más probable es que no lo recupere”, ha querido agradecer a los oftalmólogos su “generosidad y entrega”.
Sentido en el sufrimiento
Esta situación ha hecho que su acción pastoral se vea muy limitada, si bien cuenta con el apoyo de colaboradores inmediatos: “vicario general, canciller secretario y vicarios episcopales”, a quienes ha agradecido “su ayuda generosa y su suplencia”. “Dadas mis circunstancias, he pedido a la Santa Sede que acelere el trámite de mi sustitución”, ha afirmado, animando a los sacerdotes a seguir trabajando “con la misma entrega e ilusión de siempre”. “Los obispos pasamos”, dice. “Sois los sacerdotes los que dais continuidad a la acción pastoral y los que tenéis que mantener enhiesto el pabellón de la fidelidad, la caridad pastoral y la entrega a vuestros fieles”.
Asimismo, Asenjo no ha querido ocultar que está sufriendo por esta causa “como nunca sospeché”. “Todo lo acepto como permitido por nuestro Padre Dios para mi purificación y santificación. Todo lo ofrezco por la Iglesia, por la Diócesis a la que me ha tocado servir, por los sacerdotes, diáconos, consagrados, seminaristas y laicos. Pido al Señor que mi sufrimiento no sea estéril y que se convierta en fuente de energía sobrenatural para la Iglesia, la Archidiócesis y cada uno de nosotros”, asegura.
“Ahora estoy comprendiendo mejor que nunca el valor altísimo de la cruz, en la que el Señor quiso demostrarnos palpablemente cuanto ama a su Padre Celestial, a la humanidad y a cada uno de nosotros”, continúa. “Ahora estoy entendiendo que no puede haber santidad, ni fidelidad, ni fecundidad apostólica sin amor a la cruz, sin amor al Crucificado y sin nuestra identificación con Él”.
“Rezad ya desde ahora por el nuevo Pastor que la Iglesia pronto nos enviará, para que el Señor le conceda las entrañas, el estilo y el corazón del Buen Pastor que no vino a ser servido sino a servir”, concluye. “Rezad también por mí. Pedid a la Virgen que dulcifique un tanto mis sufrimientos”.