El Catolicismo titula su último editorial con la palabra “cuatro” para referirse al número de candidatos que iniciarán su proceso de formación sacerdotal en el Seminario Mayor de Bogotá en el 2021. “De los jóvenes que se presentaron a lo largo del presente año como aspirantes a ingresar al Seminario, únicamente cuatro lograron la admisión“.
El anuncio lo ha hecho Luis Manuel Alí Herrera, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Bogotá, en una reciente reunión de la Vicaría Episcopal de Cristo Sacerdote –según detalla el medio informativo–, aunque el pastor “además de pronunciar el número cuato, habló de esperanza y confianza en Dios que nunca abandona a su Iglesia“.
Si bien se reconoce la crisis vocacional sacerdotal que atraviesa la arquidiócesis –una situación que podría ser similar en otras jurisdicciones eclesiásticas del país–, el obispo auxiliar ha subrayado “la necesidad de trabajar de rodillas por la vida sacerdotal y por las vocaciones a este servicio“.
Son muchas las preguntas que suscita el cuadro de la caída vertiginosa del número de aspirantes a la vida sacerdotal, en una arquidiócesis de aproximadamente 300 parroquias y más de cuatro millones de personas. Algunas de ellas son apuntadas a quemarropa en el editorial: “¿por qué ser sacerdote diocesano ha dejado de ser atractivo? (…), ¿es el ambiente o la cultura en que se mueven hoy los jóvenes el que ha borrado del todo cualquier pensamiento sobre una posible vida sacerdotal en ellos? (…), ¿la Iglesia local está empezando a pagar la factura de los escándalos que se han dado entre el clero a lo largo y ancho del mundo, aunque posiblemente no tanto aquí mismo?”.
Son interpelaciones que no dan espera y que precisan ser abordadas a profundidad, incluso ante la constatación de que el número de aspirantes a movimientos apostólicos de corte conservador suele ser inversamente proporcional, como destaca el medio informativo arquidiocesano.
“No existe una respuesta unívoca ni fácil de encontrar. Lo que sí queda sobre la mesa es la necesidad de emprender una reflexión muy seria sobre la crisis vocacional que ahora empieza a aflorar con más claridad y contundencia”.
En medio de este precario panorama de vocaciones a la vida sacerdotal resuena la invitación evangélica a “pedir al dueño de la mies” que envíe “operarios”, y a estar abiertos a los nuevos caminos que se vislumbran.
“Dios parece estar enviando una señal tipo desierto a esta Iglesia, quizás en la espera de que se vuelva a lo esencial, a lo más apostólico, a la mayor entrega, a la más clara identidad y así poder llamar de nuevo a numerosos jóvenes y también adultos a dejarlo todo por el Reino”, concluye el editorial.