Vaticano

El Vaticano cataloga de “moralmente aceptables” las vacunas contra el Covid-19





“Debe considerarse que pueden utilizarse todas las vacunas reconocidas como clínicamente seguras y eficaces con conciencia cierta que el recurso a tales vacunas no significa una cooperación formal con el aborto del que se obtuvieron las células con las que las vacunas han sido producidas”. De esta manera, el Vaticano, a través de la Congregación para la Doctrina de la Fe, busca despejar todas las dudas de los católicos con respecto a la vacunación que comienza este domingo 27 de diciembre en Europa.



Tras haber recibido constantes peticiones de un pronunciamiento, Doctrina de la Fe lanza una nota aclaratoria basándose en otros documentos eclesiales que ya aludían a esta cuestión. “La razón fundamental para considerar moralmente lícito el uso de estas vacunas es que el tipo de cooperación al mal del aborto provocado del que proceden estas mismas líneas celulares, por parte de quienes utilizan las vacunas resultantes, es remota”, explican.

Así, “se debe subrayar que el uso moralmente lícito de este tipo de vacunas, debido a las condiciones especiales que lo posibilitan, no puede constituir en sí mismo una legitimación, ni siquiera indirecta, de la práctica del aborto, y presupone la oposición a esta práctica por parte de quienes recurren a estas vacunas”, añaden.

No obstante, “se pide tanto a las empresas farmacéuticas como a los organismos sanitarios gubernamentales, que produzcan, aprueben, distribuyan y ofrezcan vacunas éticamente aceptables que no creen problemas de conciencia, ni al personal sanitario ni a los propios vacunados”, recoge el texto firmado por Luis F. Ladaria, cardenal prefecto de Doctrina de la Fe.

Distribución a los países pobres

Por otro lado, el documento señala que “es evidente para la razón práctica que la vacunación no es, por regla general, una obligación moral y que, por lo tanto, la vacunación debe ser voluntaria. En cualquier caso, desde un punto de vista ético, la moralidad de la vacunación depende no solo del deber de proteger la propia salud, sino también del deber de perseguir el bien común. Bien que, a falta de otros medios para detener o incluso prevenir la epidemia, puede hacer recomendable la vacunación, especialmente para proteger a los más débiles y más expuestos”.

Sin embargo, “quienes, por razones de conciencia, rechazan las vacunas producidas a partir de líneas celulares procedentes de fetos abortados, deben tomar las medidas, con otros medios profilácticos y con un comportamiento adecuado, para evitar que se conviertan en vehículos de transmisión del agente infeccioso. En particular, deben evitar cualquier riesgo para la salud de quienes no pueden ser vacunados por razones médicas o de otro tipo y que son los más vulnerables”, aclaran.

Por último, invitan a su distribución a los países más pobres. “Existe también un imperativo moral para la industria farmacéutica, los gobiernos y las organizaciones internacionales, garantizar que las vacunas, eficaces y seguras desde el punto de vista sanitario, y éticamente aceptables, sean también accesibles a los países más pobres y sin un coste excesivo para ellos”, concluyen.

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