Vaticano

El papa Francisco reclama en la bendición Urbi et Orbi que “necesitamos más que nunca la fraternidad” (también para las vacunas)





Solo en los años en que se elige un Papa suele haber tres bendiciones ‘Urbi et orbi’, las más solemnes de los pontífices. Como tantas cosas en este 2020, las tradiciones han cambiado y el papa Francisco ha impartido su bendición de Navidad al otro lado del balcón habitual de la Basílica de San Pedro, en la renovada Aula de las Bendiciones –un de las estancias más desconocidas del Palacio Apostólico–. Tras el pórtico de acceso a la basílica, en el mismo espacio en que el pasado 21 de diciembre felicitó la Navidad a la Curia, el pontífice ha expresado sus mejores deseos a la ciudad y al mundo.



Este nuevo espacio del siglo XVII contrasta con la sobriedad de la plaza vacía del 27 de marzo en uno de los momentos más difícil de la pandemia o el tradicional balcón, pero la fórmula de la bendición ha sido la misma. Un antiguo ritual que el papa Francisco ha actualizado con las continuas llamadas de atención hechas en su discurso previo. En la celebración estuvieron presentes un centenar de personas (familias, jóvenes y mayores, sacerdotes, religiosas, fuerzas del orden…) en representación de todo el Pueblo Dios.

Sin fronteras ni exclusiones

“El nacimiento es siempre una fuente de esperanza, es la vida que florece, es una promesa de futuro. Y este Niño, Jesús, ‘ha nacido para nosotros’: un nosotros sin fronteras, sin privilegios ni exclusiones”, ha comenzado Francisco poniendo de manifiesto en su discurso. “Es el ‘hijo’ que Dios ha dado a toda la familia humana”, destacó, añadiendo que “gracias a este Niño, todos podemos dirigirnos a Dios llamándolo ‘Padre”, “Papá’”.

“Gracias a este Niño, todos podemos llamarnos y ser verdaderamente hermanos: de todos los continentes, de todas las lenguas y culturas, con nuestras identidades y diferencias, sin embargo, todos hermanos y hermanas”, destacó. Y es que, para el Papa, “en este momento de la historia, marcado por la crisis ecológica y por los graves desequilibrios económicos y sociales, agravados por la pandemia del coronavirus, necesitamos más que nunca la fraternidad”. “Dios nos la ofrece dándonos a su Hijo Jesús”, añadió, “no una fraternidad hecha de bellas palabras, de ideales abstractos, de sentimientos vagos… No. Una fraternidad basada en el amor real, capaz de encontrar al otro que es diferente a mí, de compadecerse de su sufrimiento, de acercarse y de cuidarlo, aunque no sea de mi familia, de mi etnia, de mi religión; es diferente a mí pero es mi hermano, es mi hermana”. Un pensamiento, destacó que “es válido también para las relaciones entre los pueblos y las naciones”.

Acceso a las vacunas

Bergoglio ha deseado “que el Niño de Belén nos ayude, pues, a ser disponibles, generosos y solidarios, especialmente con las personas más frágiles, los enfermos y todos aquellos que en este momento se encuentran sin trabajo o en graves dificultades por las consecuencias económicas de la pandemia, así como con las mujeres que en estos meses de confinamiento han sufrido violencia doméstica”.

“En este tiempo de oscuridad e incertidumbres aparecen luces de esperanza como la de las vacunas, pero para que estas luces lleven esperanza al mundo entero tienen que estar a disposición de todos”, añadió el papa Francisco. Quien también denunció “no se puede esperar que los nacionalismo cerrados nos impidan vivir como la verdadera familia humana que somos. No podemos dejar que el virus del individualismo radical gane y nos deje indiferentes al sufrimiento de los otros hermanos, remarcó.

No podemos ponernos los primeros antes que los otros. No pueden las leyes de mercado y las patente estar sobre la ley del amor y de la salud de la humanidad”, señaló. Por ello, pidió a políticos y empresas, “proponer la cooperación y no la competencia, y buscar una solución para todos. Vacunas para todos. Especialmente para los mas vulnerables y más necesitados del planeta”.

“Ante un desafío que no conoce fronteras, no se pueden erigir barreras”. Porque, insistió, “estamos todos en la misma barca. Cada persona es mi hermano. En cada persona veo reflejado el rostro de Dios y, en los que sufren, vislumbro al Señor que pide mi ayuda”.

Las consecuencias de la guerra

El pontífice ha querido hacer diversos llamamiento a partir de algunas situaciones particulares. Ha destacado que Siria, Irak y Yemen “están pagando todavía el alto precio de la guerra”. “Que sus rostros conmuevan las conciencias de las personas de buena voluntad, de modo que se puedan abordar las causas de los conflictos y se trabaje con valentía para construir un futuro de paz”, deseó.

En concreto respecto a estos tres países de detuvo de forma especial pidiendo que “el Niño Jesús cure nuevamente las heridas del amado pueblo de Siria, que desde hace ya un decenio está exhausto por la guerra y sus consecuencias, agravadas aún más por la pandemia”. Imploró a Dios “Que lleve consuelo al pueblo iraquí y a todos los que se han comprometido en el camino de la reconciliación, especialmente a los yazidíes, que han sido duramente golpeados en los últimos años de guerra”.

También a alentado a llegar a una situación pacífica en Libia y que Dios “permita que la nueva fase de negociaciones en curso acabe con todas las formas de hostilidad en el país”. Mirando a la tierra de Jesús, ha pedido “que los israelíes y los palestinos puedan recuperar la confianza mutua para buscar una paz justa y duradera a través del diálogo directo, capaz de acabar con la violencia y superar los resentimientos endémicos, para dar testimonio al mundo de la belleza de la fraternidad”.

Sobre la situación del Líbano, ha deseado que “en las dificultades que enfrenta, con el apoyo de la Comunidad internacional no pierda la esperanza. Que el Príncipe de la Paz ayude a los dirigentes del país a dejar de lado los intereses particulares y a comprometerse con seriedad, honestidad y transparencia para que el Líbano siga un camino de reformas y continúe con su vocación de libertad y coexistencia pacífica”.

También ha reclamado que se mantenga “el compromiso de la comunidad internacional y de los países involucrados de mantener el cese del fuego en el Alto Karabaj”. Se refiere Francisco a una zona, autodenominada, aunque sin respaldo internacional, República de Artsaj que se encuentra desde 1988 en disputa entre Azerbaiyán y Armenia. Ha reclamado el cese de los conflictos armados “también en las regiones orientales de Ucrania, y a favorecer el diálogo como única vía que conduce a la paz y a la reconciliación”.

Crisis humanitaria en África, América y Asia

Ha denunciado “el sufrimiento de las poblaciones de Burkina Faso, de Malí y de Níger, laceradas por una grave crisis humanitaria, en cuya base se encuentran extremismos y conflictos armados, pero también la pandemia y otros desastres naturales”. Francisco ha implorado que se “haga cesar la violencia en Etiopía, donde, a causa de los enfrentamientos, muchas personas se ven obligadas a huir; que consuele a los habitantes de la región de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique, víctimas de la violencia del terrorismo internacional; y aliente a los responsables de Sudán del Sur, Nigeria y Camerún a que prosigan el camino de fraternidad y diálogo que han emprendido”.

Mirando al “continente americano”, recordó las consecuencias del coronavirus, “que ha exacerbado los numerosos sufrimientos que lo oprimen, a menudo agravados por las consecuencias de la corrupción y el narcotráfico”. Especialmente rezó para “que ayude a superar las recientes tensiones sociales en Chile y a poner fin al sufrimiento del pueblo venezolano”.

Recordó también “a los pueblos azotados por los desastres naturales en el sudeste asiático, especialmente en Filipinas y Vietnam, donde numerosas tormentas han causado inundaciones con efectos devastadores para las familias que viven en esas tierras, en términos de pérdida de vidas, daños al medio ambiente y repercusiones para las economías locales”. Finalmente, destacó: “No puedo olvidar al pueblo Rohinyá: Que Jesús, nacido pobre entre los pobres, lleve esperanza a su sufrimiento”, en referencia a esta etnia de Myanmar que cuenta con miles de refugiados en Bangladés.

Navidad es quedarse en casa

“Resignarse a la violencia y a la injusticia significaría rechazar la alegría y la esperanza de la Navidad”, concluyó. Por ello, destacó a quienes “no se dejan abrumar por las circunstancias adversas, sino que se esfuerzan por llevar esperanza, consuelo y ayuda, socorriendo a los que sufren y acompañando a los que están solos”.

Por ello, Francisco terminó su mensaje recordando “a las familias: a las que no pueden reunirse hoy, así como a las que se ven obligadas a quedarse en casa. Que la Navidad sea para todos una oportunidad para redescubrir la familia como cuna de vida y de fe; un lugar de amor que acoge, de diálogo, de perdón, de solidaridad fraterna y de alegría compartida, fuente de paz para toda la humanidad”, deseó.

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