Ante la aprobación de la ley de eutanasia, los obispos españoles quieren promover entre la ciudadanía suscriba “explícitamente” a través de su testamento vital “que no se les practique la eutanasia”. Así lo ha manifestado el secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, en una entrevista a Europa Press.
El también obispo auxiliar ha anunciado que a través de “la práctica pastoral” animarán a los españoles a exponer en el documento además “que quiere recibir cuidados paliativos y que tampoco quiere ensañamiento terapéutico”.
Pero, ¿cómo hacerse con el ‘testamento vital’? Ya en 1989 los obispos españoles elaboraron un primer documento a modo de cuartilla, pero fue en 2002 cuando redactaron un texto a raíz de del proyecto de ley de muerte digna que intentó sacar adelante el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero en el que se buscaba formalizar los testamentos vitales. Finalmente, la Conferencia Episcopal Española introdujo en su ‘Testamento Vital’ unos matices en 2011.
Según recoge la nueva normativa del Gobierno de coalición, la eutanasia no podrá ser aplicada en caso de que la persona “haya suscrito con anterioridad un documento de instrucciones, testamento vital, voluntades anticipadas o documentos equivalentes legalmente reconocidos”.
Para que un testamento vital tenga validez, básicamente, tendrá que estar registrado ante notario, ante tres testigos que deben firmar el escrito -que no pueden ser familiares ni tener relación económica con el titular- y ante el personal de registro económico.
A continuación, Vida Nueva ofrece el modelo de ‘Testamento Vital’ elaborado por la Conferencia Episcopal en el que se expone explícitamente que “no se me aplique la eutanasia”, así como que “no se me mantenga en vida por medio de tratamientos desproporcionados”.
A mi familia, a mi médico, a mi sacerdote, a mi notario:
Si me llega el momento en que no pueda expresar mi voluntad acerca de los tratamientos médicos que se me vayan a aplicar, deseo y pido que esta declaración sea considerada como expresión formal de mi voluntad, asumida de forma consciente, responsable y libre, y que sea respetada como si se tratara de un testamento.
Considero que la vida en este mundo es un don y una bendición de Dios, pero no es el valor supremo y absoluto. Sé que la muerte es inevitable y pone fin a mi existencia terrena, pero creo que me abre el camino a la vida que no se acaba, junto a Dios.
Por ello, yo, el que suscribe, pido que si por mi enfermedad llegara a estar en situación crítica irrecuperable, no se me mantenga en vida por medio de tratamientos desproporcionados; que no se me aplique la eutanasia (ningún acto u omisión que por su naturaleza y en su intención me cause la muerte) y que se me administren los tratamientos adecuados para paliar los sufrimientos.
Pido igualmente ayuda para asumir cristiana y humanamente mi propia muerte. Deseo poder prepararme para este acontecimiento en paz, con la compañía de mis seres queridos y el consuelo de mi fe cristiana, también por medio de los sacramentos.
Suscribo esta declaración después de una madura reflexión. Y pido que los que tengáis que cuidarme respetéis mi voluntad. Designo para velar por el cumplimiento de esta voluntad, cuando yo mismo no pueda hacerlo, a……………………..
Faculto a esta misma persona para que, en este supuesto, pueda tomar en mi nombre, las decisiones pertinentes. Para atenuaros cualquier posible sentimiento de culpa, he redactado y firmo esta declaración.
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