El secretario personal de Benedicto XVI, George Gänswein vivió como un “castigo” la decisión del Papa Francisco de concederle unas vacaciones indefinidas como prefecto de la Casa Pontificia, o lo que es lo mismo, el máximo responsable en la organización de las audiencias papales. Así lo ha confesado el prelado en una entrevista a la revista alemana ‘Bunte’ -algo así como ‘¡Hola! en versión germánica-, que califica la vivencia de aquellos momentos como un auténtico shock.
Incluso admite que le “dolió” la postura adoptada por el Papa aunque la aceptó “en obediencia”. Francisco decidió prescindió de él en febrero, apenas unas semanas después de que todas las miradas se centraran en Gänswein por la polémica generada por el libro sobre el celibato escrito a cuatro manos entre el cardenal Robert Sarah y el Papa emérito y que se llegó a interpretar como un ejercicio de presión sobre Francisco en la que sería su exhortación tras el Sínodo de la Amazonía.
Finalmente, el documento papal no introdujo novedad alguna sobre la posible ordenación de hombres casados, pero el escándalo que generó la publicación de la obra entre Sarah y Ratzinger y que situó al secretario en el disparadero como posible muñidor del ataque encubierto al Papa argentino.
“Todas mis tareas en la Prefectura se han redistribuido indefinidamente”, confirma a la publicación Gänswein, que todavía hoy permanece en el cargo, si bien es Leonardo Sapienza quien ejerce de asistente papal, tal y como se pudo ver, por ejemplo, en la acogida al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, en su visita al Vaticano.
Tras la polémica, ha tenido la oportunidad de tener un “encuentro clarificador, muy fortalecedor y alentador” con Francisco. Sobre la relación entre el Papa y el Papa emérito, admitió que “a pesar de todas las diferencias personales, él y su sucesor tienen una relación amistosa, incluso cordial”.
En este tiempo en el que ha permanecido volcado en el cuidado del Papa emérito –“rezo a diario la liturgia y el rosario con él”-, Gänswein también ha sufrido problemas de salud. De hecho, en septiembre le diagnosticaron una enfermedad renal. Después de dos semanas ingresado en una clínica y tras descartarse que fuera un tumor, está recuperado.
Desde su acompañamiento a Ratzinger, insiste en que su salud mental está impecable y niega que haya perdido la voz: “Físicamente, sin embargo, se ha debilitado bastante”, asegura sobre el anciano de 93 años.