Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que desde lo alto del cielo nos ha bendecido por medio de Cristo […] Él nos eligió en Cristo antes de la creación del mundo, para que fuéramos su pueblo y nos mantuviéramos sin mancha en su presencia. […] él nos destinó de antemano, conforme al beneplácito de su voluntad, a ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, para que la gracia que derramó sobre nosotros, por medio de su Hijo querido, se convierta en himno de alabanza a su gloria.
por medio de
En el texto griego original se emplea “en Cristo”, expresión muy importante para san Pablo (si bien la crítica considera mayoritariamente que la carta a los Efesios es deuteropaulina). En todo caso, Cristo es el quicio o el eje por el cual Dios y el ser humano se mantienen unidos.
eligió
El texto pone de relieve la predilección que Dios siente por nosotros: elegidos o escogidos antes de la creación del mundo. Una forma ciertamente atrevida y radical de aplicar el concepto de elección, tomado del mundo veterotestamentario, al cristianismo, aunque con vocación universal.
destinó
El verbo proorízô es el de la predestinación. Quizá no se ha empleado el término “predestinar” en la traducción para evitar la polémica calvinista. En línea con la elección anterior, lo que el texto quiere poner de relieve es la determinación divina (“beneplácito de su voluntad”) de hacernos hijos suyos.
adoptados
La estrecha relación entre el ser humano y Dios se pone de relieve mediante el concepto de la adopción filial (huiothesía). Dios nos quiere como hijos, pero eso solo ocurre “por medio” (dia) de Jesucristo. Únicamente “injertados” en Cristo (Rom 6,5; Ef 2,13), el Hijo, podemos acceder a la casa del Padre.