La Biblioteca del Palacio Apostólico ha sido, nuevamente debido a las restricciones de movilidad italianas, el lugar desde el que el papa Francisco ha presidido la oración mariana del Ángelus. Un momento en el que el pontífice ha tenido muy presente el nuevo año en el que ha invitado a todos a trabajar por el bien común y en el cuidado de los más débiles. Ha invitado a ir más allá de los propios intereses –en este sentido ha comentado las personas que se saltan las medidas de confinamiento para pasar unos días de vacaciones–. Los enfermos, los parados, los que viven situaciones de violencia… están en la mente del Papa en este momento, así como a las familias –especialmente las que esperan un nuevo miembro–.
Comentando el evangelio de este segundo domingo después de Navidad, el prólogo de san Juan, el Papa destacó que “el Evangelio dice que Aquel que contemplamos en su Navidad, Jesús, existió antes: antes del comienzo de las cosas, antes del universo. Está antes del espacio y el tiempo”.
“El hecho de que Jesús es desde el principio la Palabra significa que desde el principio Dios quiere comunicarse con nosotros, quiere hablarnos”, prosiguió. “Este es el maravilloso mensaje de hoy: Jesús es el eterno Verbo de Dios, que siempre ha pensado en nosotros y ha querido comunicarse con nosotros”, destacó Francisco. Un Dios, apuntó, que asume “nuestra condición humana en toda su debilidad, en toda su fragilidad”. Una decisión de Dios que el Papa ha calificado de “audaz”.
“Dios se hizo frágil para poder tocar nuestra fragilidad de cerca. Por lo tanto, desde que el Señor se hizo carne, nada en nuestra vida le es ajeno. No hay nada que él desprecie; podemos compartir todo con él”, apuntó. “Dios se hizo carne para decirte que te ama allí mismo, en tus fragilidades; allí mismo, donde más te avergüenzas”, prosiguió Bergoglio. “Se hizo carne y no se volvió atrás. No tomó nuestra humanidad como un vestido, que te pones y te quitas. No, nunca más se ha separado de nuestra carne. Y nunca se separará de ella: ahora y siempre está en el cielo con su cuerpo de carne humana. Se ha unido para siempre a nuestra humanidad; podríamos decir que se ha ‘casado’ con ella”, recalcó insistiendo que Dios “vino a vivir entre nosotros. No vino a visitarnos, vino a vivir con nosotros, a estar con nosotros” y señalando que cuando Jesús reza le muestra las heridas de su carne.
Esta verdad implica que las personas pueden llegara a “una gran intimidad” con Dios. “Quiere que compartamos con él alegrías y penas, deseos y temores, esperanzas y tristezas, personas y situaciones. Hagámoslo, abrámosle nuestro corazón, contémosle todo”, concluyó.