La noticia ha causado una gran conmoción entre los fieles católicos de Bielorrusia: el Papa aceptó ayer, 3 de enero, la renuncia por edad de la gran cabeza de su Iglesia, el arzobispo de Minsk-Mogilev, Tadeusz Kondrusiewicz. Algo muy significativo por dos motivos: se dio en el mismo día en el que el prelado cumplía los 75 años (lo que solo ocurre en casos muy excepcionales) y, sobre todo, que Kondrusiewicz había vuelto a casa por Navidad tras cuatro meses en el exilio, impidiéndole el régimen de Aleksandr Lukashenko su entrada en el país por considerar que apoyó las revueltas de agosto en su contra, denunciando los opositores que impone una dictadura apoyada por Moscú.
Así, la alegría popular despertada ante el regreso de Kondrusiewicz se ha disipado apenas una semana después, entendiendo ahora todos que, aunque de un modo extraoficial, ha habido un acuerdo entre la Santa Sede y el Gobierno bielorruso para aceptar esta solución intermedia: el arzobispo podía regresar al país, pero apartándose de su función.
En espera de que se conozca el nombre de su sucesor en Minsk-Mogilev, por ahora, el administrador diocesano será el dominico Kazimierz Wielikoselec, auxiliar de la Diócesis de Grodno.
Como destaca Asia News, Kondrusiewicz ha sido el cabeza de la arquidiócesis de la capital bielorrusa desde 2007, adonde regresó desde Rusia después de pastorear durante 16 años la Diócesis de Moscú, iniciando en 1991 su misión especial tras la caída de la Unión Soviética. Entonces, el que era obispo de Grodno, en la vecina Bielorrusia, fue considerado como un hombre de consenso, fracasando hasta ese momento todas las propuestas elevadas al Patriarcado de Moscú.
Tanto en Rusia como en Bielorrusia, Kondrusiewicz ha sido clave para visibilizar la fe católica en un contexto histórico sin parangón tras la caída del comunismo, aunque, como en el caso de Lukashenko, con la pervivencia de regímenes autoritarios en la órbita de Vladimir Putin, el líder ruso que ha roto con la senda de Gorbachov y Yeltsin y apuesta por una Rusia basada en un fuerte nacionalismo y en una fuerte presencia internacional.
El ya arzobispo emérito de Minsk-Mogilev ha fortalecido enormemente la presencia católica, creando un centenar de parroquias y mandando reconstruir decenas de templos perdidos.