El obispo Antonio Gómez Cantero deja la diócesis de Teruel y Albarracín con “sufrimiento”. Así lo expresa en una carta, tras conocerse que el Papa le traslada desde la región que ha pastoreado durante cuatro años, hasta Almería, donde ejercerá de coadjutor hasta que se jubile Adolfo González Montes. En la misiva desvela que en marzo tendrá lugar la mudanza y asume que “el cambio es grande”.
“Todas las llamadas del Señor exigen una conversión que comporta un sufrimiento implícito, un sacrificio, por la complejidad que nos supone salir de nuestro hábitat, ese espacio donde nos sentimos, tarde o temprano, acomodados”, admite el prelado, que a renglón seguido mira al futuro esperanzado: “Después, todo es ganancia, al menos a los ojos de Dios, aunque los caminos en el desierto vital sigan existiendo”.
Sobre su nuevo destino, asegura que “tengo mucho que aprender”. Así, detalla que soy la respuesta a la petición” de Adolfo González Montes de “tener una ayuda para aliviarse de todos sus tareas y misiones”. “Estaré, como no puede ser de otra manera, dispuesto a lo que él me pida. Seré para él su hermano pequeño, y él para mí, mi hermano mayor”, seguro.
Al referirse a los turolenses, asegura que “he descubierto entre vosotros una profunda fe y un gran tesón por mantener viva la Iglesia que hemos heredado de nuestros mayores, cada persona desde la vocación que ha recibido”: “En este momento se me conmueve el corazón y solo se me ocurre decir ¡gracias!”, comparte con quienes a compartido el primer destino de su ministerio episcopal.
Este agradecimiento no solo se centra en la Curia diocesana, sacerdotes, religiosos y laicos de la diócesis, sino también a todas aquellas “personas de los espacios cotidianos”. El prelado no duda en recordar al personal sanitario de la región, así como a todos aquellos que se encuentra en “el bar del primer café mañanero, la librería, la frutería, la carnicería, el kiosco, el restaurante donde llevo a comer a mis invitados, la peluquería, la tienda de recuerdos y las personas que los habitan, así como todas aquellas con las que me encuentro habitualmente en la calle y paro a charlar y, sin pretenderlo, me abren los ojos a la realidad y me descubren nuevas perspectivas”.
“Sois muchas personas, muchos diálogos, muchos sueños y también muchos desahogos”, admite el obispo, que pone sobre la mesa en su balance de este tiempo “todo el sufrimiento que nos ha traído la pandemia, cuántos fallecidos sin una despedida digna, cuántas familias rotas por la soledad y el desvalimiento, cuántos silencios retenidos entre cuatro paredes, cuantos vacíos llenados, en muchos casos, sólo por vuestra confianza en Dios”.
En una diócesis eminentemente rural de la España vaciada, Gómez Cantero ha querido poner en valor en su carta a los animadores que han sido y son el faro en tantos pueblos de la región: “Sé que en nuestras comunidades estáis personas de fe firme con muchas iniciativas y habéis manifestado que tenéis ganas de trabajar, nadie os lo va a impedir”.
Con dosis de humildad, también entona un ‘mea culpa’ por “las decisiones, palabras, comportamientos que, sin haberlo pretendido, no os hayan parecido acertadas o, os hayan hecho sufrir”.