Desde que, en julio de 2020, el papa Francisco le nombrara Jefe de Oficina de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL), el boliviano Julio César Caballero Moreno ha centrado su labor en las desafiantes realidades de América Latina, en la misión de la Iglesia en este nuevo contexto y en las orientaciones papales para hacer frente a los escenarios de la pandemia.
De hecho, ese fue el telón de fondo del seminario virtual organizado por la CAL, el CELAM y la Pontificia Academia de Ciencias Sociales el pasado noviembre, una cita que el Papa aprovechó para pedir a los dirigentes políticos latinoamericanos ponerse a la altura de las circunstancias y alzar la mirada para “buscar soluciones viables para nuestros pueblos”.
Antes de su nombramiento, Caballero fue embajador de Bolivia ante la Santa Sede y encabezó la comisión de negociación de los Acuerdos Internacionales entre Bolivia y el Vaticano. También fue el portavoz oficial de la visita apostólica de Francisco a su país. Su trayectoria y su formación en Ciencias de la Comunicación y en Ciencias Políticas y Sociales le han llevado a ejercer importantes responsabilidades.
En su país ha sido durante 12 años director nacional de noticias de la televisiva Red Unitel, también ha sido presidente del Tribunal Nacional de Ética Periodística y columnista de El Deber de Santa Cruz de la Sierra, su ciudad natal. De igual forma, ha ejercido como director ejecutivo del Instituto Latinoamericano del Conocimiento y ha sido consultor y líder en procesos de comunicación estratégica, uno de sus campos de experiencia.
PREGUNTA.- ¿Cómo han sido estos primeros meses al frente de la Pontificia Comisión para América Latina?
RESPUESTA.- Han sido meses de mucho aprendizaje, sobre todo cuando ves que el mundo cambió vertiginosamente por la pandemia, y principalmente en Latinoamérica, que fue golpeada en condiciones de total desventaja frente a un virus que confirmó las carencias, las asimetrías sociales y económicas en que vivimos. Asumir una responsabilidad enorme es desafiante; [lo estamos haciendo] con mi fe en Dios y su voluntad, con el papa Francisco que me llamó para servir, en medio de la tormenta provocada por el virus que nos hizo reflexionar en los momentos más difíciles de los últimos tiempos.
P.- ¿De dónde surgió la idea de realizar un seminario virtual sobre América Latina, la Iglesia, el papa Francisco y los escenarios de la pandemia?
R.- Sobre todo, para hacer una evaluación de los daños y un diagnóstico más cercano a la Iglesia, conmovido por el surgimiento de héroes anónimos, sacerdotes, laicos y hasta obispos que dieron su vida por los enfermos, en la primera línea de lucha por la vida. Y, principalmente, para no dejar que se nos robe la esperanza en un continente donde afloró lo mejor y lo peor de los seres humanos. De un lado, hemos sido testigos de la solidaridad, el acompañamiento, la cercanía y, del otro lado, de la corrupción, el abandono de algunos Estados que hicieron poco por evitar las calamidades que vivimos, imágenes que se hicieron públicas con muertos en las calles y servicios básicos inexistentes.
Es así como vimos y seguimos viendo que el trabajo en la Iglesia, como ‘tienda de campaña’, no se agota, y mientras mayor es la cercanía al pueblo de Dios, más son los sacerdotes y obispos junto al personal sanitario que ofrendan la vida en interminables jornadas de sacrificio al frente de los equipos de emergencia. Diezmados por el enemigo invisible que logró cambiar nuestra forma de ver la vida, los pastores de la Iglesia en salida tienen mucho que contar sobre todo lo que han visto y sentido en esta coyuntura.
P.- ¿Cuáles son los escenarios y los nuevos sujetos que emergen de la pandemia y desafían la misión de la CAL?
R.- Cuando pienso en la sociedad que nos deja la pandemia, inmediatamente pienso en los jóvenes que están haciendo un trabajo comprometido con el pueblo de Dios. Desde los hospitales, las parroquias, las redes sociales, ayudados por las nuevas tecnologías. Serán siempre agentes de cambio, con la fuerza de la juventud y sus convicciones que se nutren de las experiencias vividas en las grandes y pequeñas ciudades o desde el campo.
La Iglesia en salida pasa por ellos, por las organizaciones de base, que generan compromisos animados por las conferencias episcopales, por nuestros obispos que tienen que salir aún más para encontrarlos y aprender de ellos. La inspiración está en los evangelios y en la catequesis del papa Francisco, que hemos sentido tan próximo en estos momentos de tristeza inmensa.
Esos son los públicos de la CAL, donde el trabajo no solo estará orientado a diagnosticar, o a realizar aportes intelectuales a la Iglesia contemporánea. Ojalá logremos sintonizar con todos, impulsar el diálogo y la fraternidad que tanta falta nos hace.