María Jesús Franco es una religiosa leonesa de 51 años que lleva desde 2019 como superiora de la Residencia ‘García Hermanos, en la localidad coruñesa de Betanzos y perteneciente a la congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, cuyos fundadores fueron la santa Teresa Jornet Ibars y Saturnino López Novoa. Presente la comunidad en el municipio gallego desde décadas atrás, las 19 hermanas que integran hoy el hogar son las principales responsables de una residencia de mayores que está dentro de sus dependencias y en la que 65 trabajadores cuidan junto a ellas de sus 170 ancianos.
“Fue el 7 de marzo –recuerda la superiora– cuando decidimos cerrar la residencia a las visitas. Visto con perspectiva, fue clave esa decisión, pues nos adelantamos unos días a lo que estaba por venir. Algo que hicimos, por cierto, en un momento de total incertidumbre y falta de directrices desde la Administración, teniendo en cuenta lo asustados que estábamos con las noticias que venían de Madrid… También fueron momentos muy caóticos a la hora de tratar de protegernos. Con la ayuda de un trabajador de la residencia, nos dedicamos a recorrer todas las tiendas, incluidas ferreterías, para hacernos con mascarillas y guantes, imposible de encontrar en ningún sitio. Costó mucho, pero al menos nos hicimos con material suficiente para cada trabajador”.
Con el paso de las semanas, ya coordinadas con la Administración, fueron implementando todas las medidas necesarias: “Ampliamos espacios para poder guardar las distancias y fraccionamos aún más los grupos de actividades. Por ejemplo, se pasó a comer en mesas de cuatro a otras de dos y dividimos el comedor de hombres en dos espacios. La enfermería se trasladó a un salón más grande con el fin de distribuir correctamente a 34 personas. También adaptamos muchos espacios para el lavado de manos y el uso del gel”.
“En cuanto a las visitas –añade–, que se retomaron en junio, se organiza la entrada de los familiares de un modo muy meticuloso, con cita previa y asegurando que las entradas y salidas al edificio se hacen por distintos lugares. Cuando ha hecho mejor tiempo, han sido al aire libre, en el jardín. Ahora, con el frío, vuelven a ser dentro, pero acondicionando mamparas en el salón para separar los grupos”.
Otra medida clave es que “toda la ropa de los trabajadores se lava aquí mismo, por lo que nada sale al exterior”. Además, cada una de las 65 personas contratadas y las 19 religiosas “nos hacemos un cribado de saliva cada 15 días. A los residentes, también cada dos semanas, se les hacen pruebas PCR aleatorias”.
Un esfuerzo a la hora de no bajar la guardia en estos meses que ha llevado a que no hayan tenido ni un solo contagiado o fallecido. Eso sí, como añade prudente la superiora de la comunidad, “no pasa un solo día en que no se lo pida a san Roque… Creo que hemos hecho todo lo posible para evitarlo, pero sé de otras comunidades hermanas que, pese a ello, han pasado muy malos momentos en esta crisis. No sé si es suerte o no, pero a diario le doy las gracias a Dios”.
Y es que, “verdaderamente, la salud de nuestros mayores es una gran responsabilidad para nosotras. Vivo estos meses con una sensación constante de agotamiento y estrés, de ahí que en ningún momento nos permitamos relajarnos, siempre expectantes”.
Una tensión que pasa factura, pero que también tiene sus momentos de escape y recompensa: “Estos llegan cuando las familias de los internos nos dan las gracias por protegerles. Realmente, lo vivo como una vocación en un momento muy difícil”. Porque, como advierte la madre superiora, “no se puede echar nada en cara a nadie. Ninguna entidad estaba preparada para algo así, tampoco las residencias…”.
Eso sí, por si acaso, las Hermanitas de los Ancianos Desamparados siguen al pie del cañón, extremando todas las medidas: “Hacemos que nuestros empleados participen en charlas y cursos para saber todo lo relativo al coronavirus. Y, si un anciano ingresa en el hospital por el motivo que sea, aunque su PCR dé negativa, los tenemos ocho días en cuarentena; eso sí, cuidándoles y acompañándoles en todo momento con gestos de cariño y apoyo, transmitiéndoles tranquilidad y que se encuentran seguros. Toda precaución es poca”.