En medio de una investigación sobre la cooperación entre el Ministerio de Seguridad del Estado alemán (MfS) y la KGB rusa en nombre de la autoridad de registros de la Stasi, Ann-Kathrin Reichardt acabó encontrando una parte de la historia hasta ahora desconocida por el mundo académico: el contrabando de biblias hacia la Unión Soviética desde la República Democrática Alemana.
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“Las Biblias y otra literatura cristiana escaseaban en la Unión Soviética”, apunta la investigadora en una entrevista con Katholisch. “Una de las razones fue que no había suficiente papel. Sin embargo, sobre todo, el estado no emitió suficientes licencias de impresión; y en la Unión Soviética, así como en la RDA, solo se permitía imprimir la literatura con licencia estatal, mientras que el objetivo de los gobernantes soviéticos era suprimir la vida espiritual y religiosa”, explica.
“Las comunidades cristianas, especialmente si no pertenecían a la Iglesia ortodoxa, debían pasar hambre espiritualmente”, continúa. Y, para contrarrestar esta situación, “las sociedades misioneras occidentales, particularmente de la República Federal y los Estados Unidos, que surgieron alrededor de mediados de los años sesenta, se sintieron llamados a enviar literatura cristiana a sus compañeros de creencia detrás del Telón de Acero”.
Contrabandistas de biblias
En cuanto a qué ocurrió con las biblias y los libros cristianos que eran confiscados por los servicios secretos, algunos de ellos creados “especialmente para observar iglesias y espacios religiosos”, la mayoría, tal como indica Reichardt, se quemaron o fueron destruidos”. “Pero también hubo excepciones: por ejemplo, después de 1989 se encontró una gran cantidad de Biblias en los sótanos del MfS. La KGB siempre tenía que recibir un cierto número de ejemplares de muestra por cada entrega confiscada”.
La investigadora también especifica que los “contrabandistas de biblias” eran personas “involucradas en la iglesia libre, como bautistas, adventistas y menonitas, pero también miembros de parroquias protestantes y católicas”. Finalmente, a lo largo de los años, “los involucrados en la RDA pudieron construir una red que estaba casi estructurada como un servicio secreto. La organización profesional de los contrabandistas incluso llevó al MfS a sospechar durante mucho tiempo que los servicios secretos occidentales eran los verdaderos autores intelectuales del contrabando de la Biblia”.