Una madre para quienes otros consideran un demonio. Es la misión diaria que ejerce la hermana Therese Stan, religiosa a través del Hogar Nazaret, fundado hace una década en Yendi (Ghana). “Rescatamos a estos niños para darles todo el amor que necesitan para crecer”, aseguró ayer esta monja durante la rueda de prensa de presentación de la Jornada de Infancia Misionera, que este año se celebrará este domingo 17 de enero.
“Nuestros niños tienen todo tipo de discapacidades, desde síndrome de Down, ciegos, enfermedades neurológicas”, explicó Stan sobre los 84 menores a los que actualmente atienden. “Todos han sido acusados de brujería, expulsados de sus familias y amenazados de muerte”, relató. A pesar de las dificultades, aseveró que “nuestros niños son felices”.
“Estos menores han sido creados a imagen y semejanza de Dios y es la fe la que me lleva a hacer lo que hago”, apostilló Stan, que remarcó cómo el “Hogar Nazaret es la excepción de todos los orfanatos del país, no hay nadie más que esté haciendo lo que nosotros hacemos por estos chavales”.
La religiosa, perteneciente a las Hermanas Marianistas del Amor Eucarístico, se detuvo en la historia de Sarah, una niña que con tan solo cuatro años fue rechazada por su familia, acusada de brujería y condenada a muerte con tan solo cuatro años. ¿El motivo? Dificultades en el habla que provocó que la responsabilizaran de quince muertes en su pueblo.
“Estos niños no son brujos ni brujas, simplemente viven en una situación desafortunada”, denunció Vincent Sowa Boi-Nai, obispo de Yendi, una diócesis creada en 1999 y que forma parte de esos más de mil territorios de misión que reciben ayuda de Obras Misionales Pontificias.
El pastor reivindicó la necesidad de solidaridad internacional para hacer posible atención alimentaria, educativa y sanitaria específica que precisan estos chavales con el fin de poder salir adelante. Además, expuso cómo desde la diócesis también se ayuda a las mujeres de la región “que, a causa de la pobreza, no tienen medios para comprar los ingredientes necesarios para dar de comer en condiciones a sus hijos”.
“Estamos yendo poco a poco, paso a paso intentando concienciar a la población de la realidad de esos niños y ya hemos conseguido que vayan a visitarles, les lleven alimentos y colaboren económicamente”, apuntó el prelado. De la misma manera, están trabajando para que estos menores tengan acceso a la escuela y explicar a los padres que “tienen responsabilidad de atenderlo porque tienen derecho a vivir”.
Además, Sowa expuso cómo el obispado también ha creado un comité de protección para la infancia vulnerable para la prevención de abusos capitaneado por un sacerdote que además es abogado.