En la audiencia general de este miércoles, celebrada sin público en la biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano debido a la pandemia del coronavirus, el papa Francisco centró su catequesis en la oración de la alabanza, que es “como respirar oxígeno puro, te purifica el alma y te hace mirar lejos”.
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Tras subrayar que esta forma de oración “nos sirve a nosotros”, señaló que “paradójicamente debe ser practicada no solo cuando la vida nos colma de felicidad, sino sobre todo en los momentos difíciles, cuando el camino sube cuesta arriba”.
El Pontífice puso como ejemplo a san Francisco de Asís, que compuso su ‘Cántico de las criaturas’ al final de su vida, cuando estaba ya medio ciego y sentía que se acababan sus días. En ese momento que podría ser “de decepción extrema y de percepción del propio fracaso”, Francisco “alaba a Dios por todo, por todos los dones de la creación, y también por la muerte, que con valentía logra llamar ‘hermana’”.
“Oscuridad espiritual”
Las alabanzas “nos purifican siempre”, insistió el Papa, destacando que “los santos y las santas nos demuestran que se puede alabar siempre, en las buenas y en las malas, porque Dios es el Amigo fiel, y su amor nunca falla”. Tampoco en los períodos de “oscuridad espiritual” que todas las personas afrontan en algún momento de sus vidas.
El hecho de que Jesús rece alabando al Padre incluso en un momento de “aparente fracaso” debe invitar a quien lee hoy el Evangelio “a juzgar de forma diferente nuestras derrotas personales, las situaciones en las que no vemos clara la presencia y la acción de Dios, cuando parece que el mal prevalece y no hay forma de detenerlo”.
En su catequesis, Jorge Mario Bergoglio celebró que sean las personas “humildes y sencillas” las que se abren con mayor facilidad al mensaje de Jesús. “En el futuro del mundo y en las esperanzas de la Iglesia están los ‘pequeños’: aquellos que no se consideran mejores que los otros, que son conscientes de los propios límites y de los propios pecados, que no quieren dominar sobre los otros”, señaló.