En Málaga, la joven Paula Vega, profesora de Religión, estudiante de Teología y miembro de la Delegación Diocesana de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso, acoge con alegría ‘Spiritus Domini’, que ratifica oficialmente una práctica extendida desde hace décadas: que la mujer acceda al altar como lectora, acólita y para administrar la comunión. Y es que ella siente como algo vocacional el poder ofrecer con su voz las lecturas a los fieles presentes en la eucaristía dominical: “Llevo muchos años leyendo en misa, desde que era adolescente. Con el paso del tiempo, he ido comprendiendo lo enriquecedor de este servicio, a la vez que la responsabilidad que conlleva. Cuando subo al altar a leer, me siento instrumento de Dios, pues, a través de mí, su Palabra está llegando a mis hermanos y hermanas de toda la comunidad parroquial”.
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“Efectivamente –añade–, el gesto del papa Francisco no ha sorprendido a muchos, ya que es algo que se venía haciendo en la práctica. No obstante, es de agradecer el reconocimiento institucional, pues espero que anime a todas las comunidades católicas del mundo a seguir contando con las mujeres para realizar esta y otras tareas. Ahora podremos decir que, de forma oficial, un servicio que se reserva para los laicos podrá ser realizado, por fin, por todos los laicos, ya sean hombres o mujeres. Es un pequeño paso en el camino que aún estamos recorriendo hacia la sinodalidad…”.
Profundizar más en la fe
En esta clave, Paula va más allá y asegura que “me encantaría repartir la comunión, pues creo que es un servicio que te lleva a profundizar más en tu comunión con Cristo y con los hermanos. Especialmente, me gustaría poder repartir la comunión a las personas enfermas y hacer presente a ese Dios cercano que les acompaña en la dificultad”.
Una experiencia similar es la de la farmacéutica cordobesa Valle Moreno Blázquez, formadora en el Colegio Mayor de la Universidad Francisco de Vitoria, en Pozuelo de Alarcón (Madrid), y muy comprometida con la Juventud Misionera de Regnum Christi, con la que ha dedicado sus últimos veranos a tener experiencias misioneras en Guinea Ecuatorial y en Etiopía. “Los formadores del Colegio Mayor –comenta– vivimos allí con los colegiales y los acompañamos en toda su experiencia universitaria. La mayoría de los domingos vivo con los jóvenes universitarios la misa que tenemos en comunidad en la universidad. Es un regalo ver cómo, para muchos de ellos, la llegada al Colegio Mayor y a la Universidad les hace encontrarse con Dios y tener una experiencia de Él”.
Preparar el corazón
“Preparar la misa –asegura– me ayuda a preparar mi corazón para lo que va a suceder: viene Cristo a salvarnos y a llenarnos de su amor y de su misericordia. Dedicarme y afanarme en preparar cada detalle con cuidado y dulzura es, para mí, la mejor actitud que puedo tener ante la espera de lo que en pocos minutos voy a vivir: la celebración de la Eucaristía”. En este sentido, experimenta que “predicar las lecturas me hace ser consciente de que hay un Dios vivo, que habla, me habla y, además, quiere acogerme y sanarme”.