El Papa ha nombrado al obispo de Teruel y Albarracín como coadjutor de Almería, pastoreada por Adolfo González Montes. Como coadjutor y no como auxiliar, una figura excepcional en la Iglesia que le da derecho a sucesión cuando la Santa Sede decida jubilar a Gonzalez Montes, que tendrá que presentar su renuncia en noviembre al cumplir 75 años.
Roma deja a Antonio Gómez Cantero con el trabajo a medio hacer. No por falta de ganas o dejación de funciones, sino porque acababa de rematar un organigrama inédito en las diócesis españolas, creando cuatro grandes áreas temáticas, tres de ellas en manos de laicos. Una estructura que echó a andar hace un mes a la par que Gómez Cantero prepara su mudanza a Andalucía para marzo.
PREGUNTA.- ¿Cómo ha acogido el anuncio de su nuevo destino? Supongo que ha sido inesperado y sorpresivo, dado el proyecto incipiente que tenía entre manos.
RESPUESTA.- ¡Claro que fue sorpresivo! Estaba ilusionado en esta querida tierra, afincado y con sueños en el horizonte y ya veis, otra vez a hacer la mochila.
P.- ¿Qué se lleva de los aragoneses en la maleta?
R.- Fuera de tópicos y de palabras bonitas, me he encontrado con personas acogedoras de un gran corazón, con capacidad de ilusionarse y luchar por sus raíces y, por tanto, por su fe, que sostiene toda una vida, a veces y en muchos casos con dificultades bien conocidas.
P.- Ha sido su primer destino episcopal. ¿Se imaginaba que ser obispo era esto?
R.- Bueno, cuando visité al Papa, siendo obispo electo me dijo: “Sea usted mismo, no cambie y diviértase como obispo”. Lo he intentado con toda mi alma.
P.- Apenas ha estado cuatro años en Teruel. ¿No cree que la España vaciada merecía un pastor con más estabilidad temporal?
R.- El 21 de enero hago cuatro años, hasta que no tome posesión de obispo coadjutor en Almería, sigo siendo el obispo de Teruel y Albarracín. Pienso que las diócesis pequeñas, de donde provengo y en la que estoy ahora, son como las personas mayores, que necesitan cercanía, ternura y, sobre todo, seguridad, confianza en el tiempo. La inestabilidad de los pastores quiebra la vida comunitaria, tanto en las parroquias como en las diócesis, y más en las pequeñas que los lazos son más entrañables.
P.- ¿Qué espera de su destino?
R.- Desempeñarlo lo mejor que sepa y pueda. Mi nuevo obispo, don Adolfo, me irá marcando el camino y preparando para cuando yo tome posesión de la diócesis. Ahora debo abrir bien los ojos, relacionarme mucho con todos, y conocer para poder amar a la diócesis de Almería. Todo es un proceso.
P.- No es habitual que el Papa use la figura del coadjutor. ¿Puede interpretarse como una tutela?
R.- En España no, pero en Europa es más habitual. Es una gracia para mí, porque ya estaré allí durante bastantes meses, y además es una manera de evitar largas etapas de sedes vacantes que no favorecen a nadie. Como dije en mi carta el día que se dio la noticia, yo seré para D. Adolfo su hermano pequeño y él será mi hermano mayor. Seré su obispo auxiliar, pero sabiendo que le sucederé.
P.- Desde distintas fuentes corroboran una delicada situación económica en Almería, ¿le han comunicado si este es el motivo de su traslado?
R.- Estos días he leído muchas cosas, incluso afirmaciones dispares sobre mi persona. O, quizás no me conozco bien, o tanto por un lado como por otro creo que se exagera. Es posible que se haga con buena voluntad, y en el caso contrario, por mi parte, les perdono. Sobre la economía, así como de las demás cuestiones que encierran el entramado de una diócesis, ya se me irá informando poco a poco, los empachos producen malas digestiones.