Terminados los domingos del tiempo litúrgico de Navidad, el papa Francisco sigue presidiendo la oración del ángelus desde la Biblioteca del Palacio Apostólico mientras siguen las restricciones sanitarias en Italia, algo que no ha impedido que algunos fieles acudieran a la Plaza de San Pedro, a pesar de la lluvia. El pontífice señaló su cercanía a las víctimas del terremoto en la isla de Sulawesi y del accidente aéreo que se han vivido en Indonesia en estos días. También se sumó a la jornada de profundización en el diálogo entre católicos y judíos que se celebra en Italia desde hace más de 20 años. Finalmente destacó que comienza este lunes, 18 de enero, la Semana de la Oración por la unidad, que se cerrará con una oración el día 25 en la basílica de San Pablo Extramuros. “La unidad siempre es superior al conflicto”, recordó Francisco destacando la importancia de esta iniciativa.
Comentando el evangelio del día en el que Jesús llama a los primeros discípulos (cf. Jn 1,35-42) en el que Jesús dice “Venid y veréis”, el Papa señala que “sienten la belleza de las palabras que responden a su mayor esperanza. Y de repente descubren que, al caer la noche a su alrededor, la luz que sólo Dios puede dar explota en su interior”. “Esta alegría, esta luz se desborda de sus corazones como un río en la inundación”, destaca el pontífice señalando que uno de esos discípulos primeros no se olvidará jamás de la hora del encuentro con Jesús.
Para Francisco, “cada llamada de Dios es una iniciativa de su amor. Dios llama a la vida, llama a la fe, y llama a un estado de vida particular”. En este sentido, el Papa ha presentado distintas llamadas a lo largo de la vida: “La primera llamada de Dios es a la vida, por la cual nos constituye como personas; es una llamada individual, porque Dios no hace las cosas en serie. Entonces Dios nos llama a la fe y a ser parte de su familia, como hijos de Dios. Finalmente, Dios nos llama a un estado de vida particular: a entregarnos en el camino del matrimonio, en el camino del sacerdocio o en el camino de la vida consagrada”.
“Son diferentes maneras de realizar el plan que Dios tiene para cada uno de nosotros, que es siempre un plan de amor. Y la mayor alegría para cada creyente es responder a esta llamada, ofrecer todo su ser en el servicio de Dios y de sus hermanos y hermanas”, prosiguió. Ante el miedo o el rechazo, Francisco destacó que “la llamada de Dios es el amor, y respondemos a él sólo con amor” a partir de “un encuentro con Jesús, que nos habla del Padre, nos da a conocer su amor. Y entonces el deseo de comunicarlo a las personas que amamos surge espontáneamente también en nosotros”, concluyó el Papa invitando a recordar el momento en el que cada uno ha recibido esta llamada de Jesús.