La teóloga eslovena Nataša Govekar, directora del Departamento Teológico-Pastoral del Dicasterio vaticano para las Comunicaciones, celebra la reciente publicación del motu proprio Spiritus Domini, con el que el papa Francisco institucionaliza los ministerios del acolitado y el lectorado para las mujeres. Este texto, cuyo “tema central” es “el don del bautismo”, confirma que “solo juntos se edifica la Iglesia, solo juntos se testimonia el Evangelio, cada uno con su propia vocación”.
PREGUNTA.- ¿Cómo ha acogido la decisión del Papa?
RESPUESTA.- Como un don precioso, que nos recuerda que todos los bautizados son Iglesia. Los documentos del magisterio nos ofrecen habitualmente una clave de lectura importante en su primera fase. Por eso creo que se debe leer ‘Spiritus Domini’ sobre todo desde el punto de vista misionológico y eclesiológico. “El Espíritu del Señor Jesús, fuente perenne de la vida y misión de la Iglesia, distribuye a los miembros del Pueblo de Dios los dones que permiten a cada uno, de manera diferente, contribuir a la edificación de la Iglesia y al anuncio del Evangelio”, dice el texto.
Esta clave de lectura nos recuerda que en la Iglesia no hablamos del papel de los laicos, del papel de la mujer o el de esta o aquella categoría de personas o de los diversos niveles de responsabilidad, porque se quiere distribuir las “cuotas de poder de decisión” como si fuéramos una empresa o un partido político. Se trata, en cambio, de la edificación y el funcionamiento de un organismo, de un cuerpo en el que estamos todos interesados como “miembros los unos de los otros” (Ef 4, 25). En este sentido, hay un solo papel, un solo sentido en el ser Iglesia, es decir, el de ser testigos del Reino, un papel que le espera a toda la comunidad eclesial bajo la guía del Espíritu.
P.- ¿Por qué es importante que haya una mayor participación femenina en las celebraciones litúrgicas?
R.- Retomo lo dicho en la pregunta anterior, para intentar responder de manera muy sencilla: para que se pueda comprender cada vez más que en la Iglesia no cuenta este o aquel ministerio, sino la Iglesia como tal. Es más, que también la propia Iglesia tiene sentido solo como “Iglesia en salida”, es decir, como una comunidad espiritual que “avanza juntamente con toda la humanidad, experimenta la suerte terrena del mundo” (GS 40), como explica el propio papa Francisco en la carta dirigida al prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe que acompaña a este motu proprio.
P.- ¿Qué distingue desde el punto de vista simbólico que sea una mujer la que suministra la comunión, lee la Palabra y ayuda al sacerdote en el altar?
R.- Si mantenemos la mirada abierta al camino de todo el Pueblo de Dios, resulta más fácil percibir lo que usted llama “el punto de vista simbólico”. Si por simbólico entendemos lo que etimológicamente es syn-ballein (es decir, juntar y armonizar), pienso entonces que este documento nos ayuda a recordar cómo los dos polos del sacerdocio, el bautismal y el ministerial, están orientados el uno al otro.
En otras palabras: hace bien a todos, también a quienes están llamados al sacerdocio ordinario, recordar que “participan en un ministerio compartido con otros bautizados, hombres y mujeres”, como leemos en la carta de Francisco al cardenal Ladaria. Solo juntos se edifica la Iglesia, solo juntos se testimonia el Evangelio, cada uno con su propia vocación.
P.- ¿Habría sido posible este cambio sin la reflexión realizada en los sínodos de los obispos?
R.- Ningún cambio nace de la nada. La Iglesia siempre está en camino. Los sínodos de los obispos no son eventos aislados diseminados en el tiempo, sino expresiones de este camino eclesial. De hecho, es tarea de los “pastores de la Iglesia reconocer los dones de todos los bautizados” y coordinarlos, para hacer que aporten al bien de la comunidad y a la misión de la Iglesia, como recuerda el Papa en la carta que acompaña al motu proprio.
El camino sinodal (syn-hodos) ayuda a juntar (syn-ballein) las aperturas ya previstas en la tradición (y tratadas con el motu proprio Ministeria quaedam de 1972, de san Pablo VI) con las exigencias pastorales de la Iglesia hoy, puestas de manifiesto en el Sínodo de la Palabra de Dios de 2008 y en el de la Amazonía de 2019. En realidad, quien verdaderamente mantiene todo junto se esconde en las primeras palabras del motu proprio: es el Espíritu Santo, el Espíritu del Señor Jesús, el Espíritu de la comunión, el verdadero protagonista de la misión y el verdadero especialista de la sinodalidad.