“No hay palabras. Solo oración en silencio”. Quienes conocen a David, a Sara y sus cuatro hijos no acaban de encajar lo sucedido. De un momento para otro, todo se ha roto. El segundo de una explosión que ha resquebrajado una familia, pero también a quienes le sienten como un hermano en las comunidades de Camino Neocatecumenal de La Paloma.



David estaba con Rubén, un sacerdote de la parroquia. Pero no solo. Amigo. Y compañero de generación. David Santos tenía 35 años, apenas unos meses más que el presbítero. Se entendían a la perfección. Colegas de los que comparten con la misma naturalidad la fe que el resultado de un derbi. David, futbolero. Y del Atleti.

Espacio de referencia

Por eso, como en tantas otras ocasiones, fuera para organizar una actividad o para salir al paso de alguna incidencia en la parroquia, Rubén y David se pusieron mano a mano a revisar una de las calderas del complejo parroquial que es algo más que la casa de los curas. Es uno de los espacios de referencia de esta realidad eclesial iniciada por Kiko Argüello, en tanto que constituye la sede de una las comunidades de referencia de este itinerario católico por se una de las primeras en Madrid y en todo el mundo.

En el edificio de la calle Toledo están las salas de catequesis en las que David ha pasado tantas horas de encuentros compartidos, de formación, convivencia y oración con su esposa, con su comunidad. Se movía como por su casa. Porque era su casa y su familia. Por eso estaba echando una mano. Como un hermano más. El día que los niños de al lado habían vuelto al cole. Después de que Filomena hubiese hecho de las suyas y ante lo que se esperaba que pudiera dejar de unas jornadas de lluvia. La caldera fallaba desde hace días. Y quien mejor que David. Técnico de mantenimiento, había trabajado para Abengoa y para el Metro.

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