Reportajes

La Iglesia alemana: ¿laboratorio universal?





En 2018, un informe demoledor llegó a la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Alemana. El estudio revelaba que, en el seno de la Iglesia católica, 3.677 menores confirmados sufrieron abusos desde 1946 hasta 2014 por parte de 1.670 religiosos. La edad media de las víctimas no llegaba a los 13 años.



Un “problema masivo”, dijeron los obispos entonces, que abrió una sangría que llega hasta hoy. El número de personas que abandonaron la Iglesia católica aumentó un 26,2% en 2019 –unos cinco puntos por encima de la Iglesia evangélica–, llegando así a la desafección de 272.771 fieles en solo un año.

De este jarro de agua fría –o patata caliente, según se mire–, surgió el Camino Sinodal. Un proceso que ha derivado en una serie de asambleas para afrontar lo que obispos, sacerdotes, religiosos y laicos han establecido como ejes básicos para la renovación pastoral de la Iglesia en Alemania. Una idea que, hasta materializarse, ha debido afrontar algunos recelos, de dentro y de fuera. El anterior presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Reinhard Marx, es quien condujo el proceso previo a las asambleas.

Miembro del Consejo de cardenales de Francisco, el propio Papa respaldó el sínodo con una Carta a los católicos alemanes, firmada el 29 de junio de 2019, en la que recordaba que “las Iglesias particulare … si se encuentran separadas del entero cuerpo eclesial, se debilitan, marchitan y mueren”, frente a las tensiones surgidas ante la posibilidad de que en Alemania se dieran por buenas opciones rechazadas en el resto del orbe católico. Ahora bien, invitaba a todo el Pueblo de Dios a ponerse en “estado de vigilia y conversión que permitan mantener vivas y operantes” las cuestiones del Camino Sinodal.

Carta desde Roma

El tono de la carta que, apenas dos meses después, escribió el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, era otro. El purpurado matizaba mucho el alcance o la legitimidad de algunas de las decisiones pastorales que pudieran salir de esta asamblea en temas como el papel de la mujer en la Iglesia, el poder de la Iglesia, el celibato o la integración de los homosexuales –temas esenciales para los organizadores–.

“Esperamos que los resultados de formar una opinión en nuestro país sean también una ayuda como guía de la Iglesia universal y para otras conferencias episcopales caso por caso”, respondieron los convocantes de la asamblea. “Queremos emprender un camino que implique un cambio de dirección y una renovación”, reclamaban.

Los temas que marcan las asambleas que comenzaron a finales de enero de este año y llegarán hasta el otoño de 2022 son definitivamente: “El poder y el compartir de los poderes en la Iglesia, participar y participar juntos en la tarea misionera”; “La existencia sacerdotal hoy”; “La mujer en los servicios y las tareas eclesiales”; “La vida en las relaciones exitosas, vivir el amor en la sexualidad y en la pareja”.

Los 230 delegados –los 69 obispos alemanes, así como representantes de sacerdotes, religiosos y religiosas, entidades laicales, expertos y un grupo de jóvenes– se organizan en cuatro grupos y preparan otros tantos documentos de referencia al respecto. El nuevo presidente del Episcopado alemán, Georg Bätzing, y el presidente del Comité Central de los Católicos Alemanes, Thomas Sternberg, presiden juntos las asambleas plenarias.

Aunque la pandemia ha alterado los planes, ya que en septiembre se sustituyó la segunda asamblea plenaria por cinco reuniones sectoriales, la experiencia sigue adelante.

Iglesia reformada

“El Evangelio y la doctrina dogmática de la Iglesia son normas inmutables. No habrá un cisma, sino que emergerá una Iglesia reformada”, señalaba el arzobispo de Bamberg, Ludwig Schick, tras la primera asamblea. “No tengo la impresión de que los miembros de la asamblea seamos revolucionarios. Buscamos un camino para la Iglesia del futuro. Todos queremos mejorar la Iglesia para enfrentar este desafío. Esta impresión y convicción me da la confianza de que al final no habrá un cisma, sino que emergerá una segunda Iglesia reformada según la voluntad de Jesucristo”, destacaba.

“Los obispos y laicos alemanes hemos decidido emprender un camino sinodal para tratar de salir de esta crisis. Lo que queremos es renovar y mejorar la Iglesia para cumplir con sus tareas de vivir la fe, la esperanza y la caridad, y trabajar para la gloria de Dios y la salvación de los hombres”, ratificó.

La plataforma ‘We are Churc’h, que aboga por el cambio en la Iglesia, describió la reunión como un “comienzo esperanzador que, sin embargo, también reveló indicios de los obstáculos que enfrenta este nuevo tipo de proceso de reforma”.

Y es que el comienzo de las asambleas ha sido muy sorprendente desde el primer momento. Con los obispos entre los fieles, sentados todos por orden de lista y no en función de jerarquías, arrancaron las reuniones en un monasterio dominico cercano a la catedral de Frankfurt, del 30 de enero al 2 de febrero de 2020. Ante todos los presentes contó su historia de abusos un joven transexual.

A los participantes se unieron 17 observadores internacionales, además del nuncio en Alemania, Nikola Eterovic. Las asambleas se han transmitido por internet y en la web del Camino Sinodal hay abiertos diversos foros de participación.

La teóloga Agnes Wuckelt, vicepresidenta de la Comunidad de Mujeres Católicas de Alemania y participante en la asamblea, reclamó una mayor “participación de las mujeres en el liderazgo y la gestión en la Iglesia”, para que no solo se la considere “un remiendo de emergencia” o que sus demandas se queden en un mero “discurso dominical” de intenciones.

Por ello, pide “valorar la participación de la mujer como un enriquecimiento para toda la comunidad religiosa”. Este es uno de los núcleos importantes de la asamblea. “¿Queremos en el futuro conferencias episcopales donde las mujeres o, incluso, los laicos nunca estén presentes? No queremos hablar del futuro de la Iglesia en un círculo cerrado”, reclamó el cardenal Marx en el aula.

Frente a quienes se indignan ante los temas a tratar, hay quien recuerda que no es la primera vez que la Conferencia Episcopal Alemana se siente señalada por iniciativas pioneras, como cuando publicó el Catecismo católico para adultos, una obra acogida inicialmente con recelo, que años después incluso acabó publicando la BAC en 1988 y 1989.

Resistencia o fuego

En la asamblea y fuera de ella no todos miran con simpatía el proceso que está viviendo la Iglesia alemana. El caso más representativo de los críticos desde dentro es el del cardenal Rainer Maria Woelki, arzobispo de Colonia, quien en septiembre se reunía en Roma con compañeros de promoción, alumnos de Benedicto XVI. El purpurado confesaba tener “miedo” tras ver el documento de trabajo del Camino Sinodal alemán, ya que –a su juicio– se corre el peligro de que “el bien y el mal se mezclen” entre las propuestas de la asamblea.

Woelki abrió la puerta a posibles “consecuencias dramáticas” de la asamblea si se aprueban ciertas propuestas. El cardenal señaló que la tarea de los obispos es desarrollar más “lo que es verdad desde la eternidad”, algo que no debe llevar a una “completa oposición a la anterior autoridad docente de la Iglesia”. Especialmente crítico es con el documento sobre la mujer; aunque Woelki admitió las situaciones injustas que viven, reclamó no hacerlo “contra la Revelación”. Asunto que, incluso, puede ser una tapadera –insinúa– frente al tema de los abusos, que fue lo que puso en marcha la asamblea.

Otro escéptico es el obispo de Ratisbona, Rudolf Voderholzer, que incluso llegó a cuestionar el propio informe sobre abusos en la Iglesia que puso en marcha lo que luego sería este sínodo. Para él, el tema de los abusos es el medio para llegar al fin del celibato o abrir la puerta a la ordenación de mujeres. El cardenal Woelki llegó a decir que aquello era casi un “parlamento protestante”, expresión “poco ecuménica”, en opinión del cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Múnich y Frisinga. Más allá fue el cardenal Walter Brandmüller, al pedir la excomunión para todos los “herejes” que propongan la ordenación de mujeres.

Otro ‘clásico’ en esta oposición es el antiguo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Gerhard Müller, al comparar ese hecho con la llegada de los nazis al poder en 1933, cuando Hitler anuló la Constitución de Weimar otorgándose todos los poderes. Para Müller, el sínodo “rescinde la Doctrina de la Iglesia”, alejándose “de la misión religiosa” de la misma. Voces minoritarias, en todo caso, que no han frenado el proceso.

¿Juntos en la mesa?

El ecumenismo en Alemania tampoco puede vivirse de manera abstracta. Los gestos de Francisco en el Año Lutero, con motivo de las celebraciones por el V Centenario de la Reforma en 2017, han sido el último impulso. Un fruto concreto ha sido el proceso que ha conducido al documento ‘Juntos en la mesa del Señor’, que, por primera vez, abre la posibilidad de comulgar juntos a católicos y protestantes. De hecho, aunque había flecos pendientes, incluso se había fijado el primer momento en el que ambas confesiones pudieran compartir comunión: el Congreso ecuménico de las Iglesias de Frankfurt, previsto para 2021.

Esta posibilidad fue tumbada por el Vaticano en un carta de dos páginas fechada el 18 de septiembre de 2020, que debería ser reservada pero que la Conferencia Episcopal publicó íntegra en su web. En ella, el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Luis F. Ladaria, presenta algunas objeciones a los resultados del Grupo de Trabajo Ecuménico de Teólogos Protestantes y Católicos que llegó el año pasado a este acuerdo sobre la ‘intercomunión’.

Para Roma, las diferencias doctrinales sobre la eucaristía son “todavía tan importantes”, ya que las diversas concepciones sobre la misa se excluyen mutuamente. El documento excluye también una posible “decisión individual de conciencia” que lleve a un católico a ‘comulgar’ en un servicio protestante o viceversa.

Al conocer el contenido de la carta, el grupo de trabajo ha reclamado que “la búsqueda de la verdad, el contenido del Evangelio, en principio solo puede llevarse a cabo dentro de la Iglesia de manera dialogante, y el diálogo también significa transparencia”.

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