Ha tardado casi tres años, pero este 22 de enero ha entrado en vigor el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, un acuerdo jurídicamente vinculante promovido por Naciones Unidas y a través del cual los países firmantes tienen prohibido desarrollar, comprar, producir o utilizar este tipo de armamento.
De hecho, al contrario de lo que ocurre con otro tipo de armas (químicas, biológicas…), las nucleares aun no han sido prohibidas de forma global. Por ello, el TPAN se posiciona como un acuerdo más restrictivo, si bien solo ha sido firmado por un tercio de los estados miembro de Naciones Unidas. Así, en 2017 se dio este paso adelante en favor de la seguridad mundial, pero los tratados internacionales no tienen vinculación hasta que 50 países los ratifican y, a partir de ahí, han de pasar 90 días. Ese plazo se cumple hoy, cuando han pasado 90 días después de que Honduras se convirtiera en el quincuagésimo estado en firmarlo.
Este acuerdo supone un avance primordial con respecto al vigente hasta el momento, el Tratado para la No Proliferación (TPN) de 1968, firmado por 190 países pero que no prohíbe a todos los gobiernos desarrollarlas, ya que incluye una cláusula en la que se permite poseerlas a Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia y China. Además de estos, según se revela en el último trabajo del Instituto Internacional de Estudios para la paz de Estocolmo, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte también las poseen.
El papa Francisco ha llevado adelante, durante todo su Pontificado, un discurso antibelicista en el que las armas nucleares y su prohibición tienen un papel fundamental. Tanto en sus discursos ante las autoridades mundiales como en las redes sociales, Francisco ha pedido en múltiples ocasiones el compromiso universal por el fin de este tipo de armamento que pone en peligro la vida de millones de inocentes y podría causar daños irreparables en todo el mundo.
“Animo vivamente a todos los Estados y a todas las personas a trabajar con determinación para promover las condiciones necesarias para un mundo sin armas nucleares”, ha dicho Francisco hoy en Twitter, sumándose a las voces que celebraban la puesta en marcha del tratado. Una ocasión en la que el Papa no ha dejado pasar la oportunidad de que el compromiso debe venir de parte de todos los Estados, incluidos los que ya las poseen, para contribuir así “al avance de la paz y de la cooperación multilateral, que hoy la humanidad necesita tanto”.
En 2020 se cumplieron 75 años de los bombardeos en Hiroshima y Nagasaki, y Francisco, en un mensaje dirigido al Gobernador de la Prefectura de Hiroshima, Hidehiko Yuzaki, subrayaba: “Nunca ha estado más claro que, para que la paz florezca, es necesario que todos los pueblos depongan las armas de guerra, y especialmente las más poderosas y destructivas: las armas nucleares que pueden paralizar y destruir ciudades enteras, países enteros”. Un sueño, el de la paz, que, con la puesta en marcha del tratado de hoy, parece estar un poco más cerca.