“La rebelión es un signo de desconfianza en el poder de Cristo dado a su Iglesia. Hay que confiar en la decisión de Francisco, que interpreta definitivamente la voluntad de Dios sobre el porvenir de la diócesis”. Con estas palabras, Jesús García Burillo, obispo emérito de Ávila y administrador apostólico de Ciudad Rodrigo, se refería el 20 de enero a la situación de la diócesis en su homilía con motivo de la fiesta de San Sebastián, patrón de la ciudad.
Fuentes episcopales consultadas por Vida Nueva explican que, tras dos años en situación de sede vacante, hay dos opiniones, “la de quienes abogan por un obispo independiente, y la de quienes ven como irremediable, y hasta aconsejable, que exista un solo obispo para las dos diócesis de Salamanca y Ciudad Rodrigo, sin que de momento dejen de ser independientes”.
Sin embargo, los mirobrigenses no se rinden y el Centro de Estudios Mirobrigenses ha lanzado una recogida de firmas para salvar la diócesis. Una iniciativa que ha encontrado el apoyo de dos enemigos íntimos: PSOE y PP.
Aunque no se trata de la única sede española sin pastor, pues a esta se unen otras seis –Jerez, Mondoñedo-Ferrol, Bilbao, Ibiza, Coria-Cáceres y Calahorra y La Calzada-Logroño–, sí es el caso que más se está dilatando. El 16 de enero de 2019, el Papa aceptaba la renuncia de Raúl Berzosa. Después de un período de reflexión, el prelado presentaba su renuncia.
El Papa aceptaba simpliciter la decisión, una fórmula latina con la que se busca eximir de más argumentos a la renuncia. Después de seis meses en los que Francisco Gil Hellín –arzobispo emérito de Burgos– ejerció de administrador, este le cedió el testigo a García Burillo.
Desde entonces, impera el silencio sobre el futuro de la diócesis. Un silencio que no se había visto alterado hasta el 6 de enero, cuando el ex vicario general Tomás Muñoz invitaba en una carta a defender la Iglesia local. “Hace dos años que nuestra Iglesia diocesana está en una frágil situación de orfandad, y este prolongado silencio nos revela, con certeza, que le falta quien le de voz, ante los responsables de la Conferencia Episcopal y de la Santa Sede”.
“¿Es posible, pensamos algunos, eliminar una Iglesia buena, hermosa y centenaria, en el silencio? ¿Será posible tomar la decisión más importante en la historia de la Iglesia Civitatense cuando se encuentra en la situación más triste y frágil, sin su obispo residencial, y sin una sola palabra para sus hijos?”, se pregunta.
Consultado por Vida Nueva, prefiere no ahondar en la cuestión y se limita a decir que continúa “rezando por lo que, en conciencia, considera una causa justa”. No obstante, esta carta ha hecho despertar del letargo a los fieles, que han comenzado a recoger firmas.