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Sor Doris, la última monja cervecera de Europa





¿Servir a Dios haciendo cerveza artesanal? Durante 45 años la hermana Doris Engelhard en la Abadía Franciscana de Mallersdorf, en Baviera, ha estado haciendo precisamente eso. La última monja cervecera de Europa, la hermana Doris, es una verdadera fuerza de la naturaleza.



Además de producir alrededor de 3.000 hectolitros de cerveza al año ella sola, esta Braumeister (maestra cervecera) de 65 años ama su trabajo y lo hace con alegría contagiosa, la misma que destila al servir al Señor: “Puedes servir a Dios en todas partes, sin importar la profesión u oficio que tengas. Es bonito agradar a Dios y a mis hermanas junto a nuestros clientes”.

Como ella misma nos cuenta, el vínculo entre la cerveza y las mujeres, incluso las de Iglesia, es muy antiguo. Se dice que la cerveza fue inventada por una mujer hace diez mil años. “Hay varias versiones, –explica la hermana Doris a quien contactamos vía email–. Se piensa que la antigua cerveza nació probablemente en Mesopotamia, a partir de un trozo de pan olvidado a la intemperie, que cogió humedad y comenzó a fermentar. El líquido resultante tenía propiedades asombrosas. ¡Esto podría haber sucedido hace unos 10.000 años!”.

Una bebida antiquísima, quizá incluso más antigua que el vino. “En la Epopeya de Gilgameš, en el segundo milenio antes de Cristo, se habla de una bebida similar a la cerveza hecha con dátiles y cebada. Los estudiosos opinan que el comienzo del desarrollo de la cultura humana está estrechamente relacionado con el arte de la elaboración de cerveza”.

Elaboración femenina

La primera diosa, considerada la matrona de la cerveza, fue la sumeria Ninkasi, seguida de Athor, una egipcia, e Isthar, una divinidad babilónica. Egipcias, asirio-babilonias, persas, cretenses, griegas y bizantinas, mujeres que se han dedicado durante miles de años a la preparación de esta bebida. Hasta la Edad Media, la cerveza se elaboraba casi exclusivamente por manos femeninas.

Era responsabilidad de la madre de familia proveer el sustento, que también incluía las bebidas. Inmediatamente después de hacer el pan en el horno, se producía cerveza porque en esos ambientes cálidos circulaba en el aire un residuo de levadura en polvo que facilitaba la fermentación de la cerveza. En Alemania hay un dicho que viene a decir: “Hoy horneo, mañana hago cerveza”.

Para producir cerveza se necesita un cereal que contenga un buen porcentaje de almidón para que fermente y algunas especias para darle sabor. Los sumerios llamaban a su cerveza kasch. La palabra aún sobrevive hoy en la palabra eslava kas que significa sopa de pan”. La cerveza en Alemania todavía se llama flüssiges Brot, pan líquido.

Las propiedades del lúpulo

Fue una mujer de numerosos talentos, –religiosa y botánica, filósofa, escritora, poeta y lingüista-, la que descubrió las propiedades del lúpulo, ingrediente que transformó la cerveza medieval en lo que bebemos. Esa mujer fue Hildegarda de Bingen, santa y declarada doctora de la Iglesia en 2012 por el Papa Benedicto XVI.

“Creo que Hildegarda era una mujer inteligente y sabia. Tuvo el valor de decirle a los hombres lo que es más sano, ¡no tuvo problemas para emanciparse! Estaba segura de sí misma e hizo lo que pensó que era correcto”.

En la Edad Media, numerosos monasterios, especialmente en Baviera o Bélgica y también en Italia, se convirtieron en productores de esta nutritiva, pero de alguna manera turbia bebida. No es exactamente lo que bebemos hoy, sino una versión más rudimentaria y picante ya que la cerveza medieval se elaboraba con las aguas sucias y malsanas de los conventos.

La Abadía de Mallersdorf ha estado vinculada a la producción de cerveza desde el siglo XII. Después de una larga interrupción, la producción de cerveza se reanudó en 1881 y luego en los años setenta gracias a la hermana Doris. Hasta hace treinta años, el monasterio de Schönbrunn, cerca de Dachau, en Alemania, también contaba en su interior con una cervecería regentada por monjas.

Maestra cervecera

Hoy, por desgracia, quedan muy pocas maestras cerveceras entre las religiosas como la hermana Doris, que se levanta a las 3 de la mañana todos los domingos para entrar a la sala de cocción. “Mallersdorf fue fundada por los benedictinos de Bamberg en 1.109. Dado que los benedictinos eran autosuficientes, comenzaron a elaborar cerveza en este período. Hay una bula de 1.432 que permite a los benedictinos de Mallersdorf vender cerveza en barriles. Yo misma trabajo en la cervecería del convento desde 1966 y soy responsable de ella desde 1975. Soy una maestra cervecera muy normal e intento, como cualquier maestro cervecero, hacer una buena cerveza”.

La de Doris una historia de vocación y dedicación. Quería estudiar agricultura y dedicarse a un trabajo manual y, por ello, una religiosa le sugirió que se ocupara de la cervecería. Así comenzó su aprendizaje en 1966, cuando tenía diecisiete años, en la cervecería del convento de la mano de la hermana Lisana, maestra cervecera.

“En 1974-75 asistí a un instituto profesional para la producción de cerveza en Ulm. Elaborar cerveza representa para mí un trabajo para obtener un alimento bueno y sano. Es un placer poder ofrecer a nuestros clientes una bebida sustanciosa. Me encanta mi trabajo y me encanta el olor a cerveza y trabajar con la levadura y la cebada. Me alegro cuando la gente disfruta de nuestra cerveza con alegría. Seguramente Dios no quiere que la gente esté triste y frustrada. Hay tantas cosas que hacen que la vida sea agradable y valga la pena vivirla. Para mí es trabajar en la cervecería y poder beber una buena cerveza. La cerveza es la bebida con menor contenido alcohólico y, como también contiene dióxido de carbono, es digerible. Es una bebida saludable… ¡si no te excedes, claro!”.

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