En menos de un mes, Jorge Mario Bergoglio ha sufrido dos agudos ataques de ciática que le han impedido presidir varias ceremonias previstas; el 31 de diciembre tuvo que renunciar a celebrar las vísperas y el Te Deum de fin de año y, al día siguiente, la misa en la Jornada de la Paz.
El 24 de enero estaba prevista su participación en la eucaristía del II Domingo de la Palabra de Dios y, el 25, debería haber ido a San Pablo Extramuros para presidir, en compañía de líderes de diversas confesiones cristianas, la clausura de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. En la misa dominical le sustituyó Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, y el lunes, el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Ambos leyeron las homilías preparada por él.
Otra anulación con mayores complicaciones ha sido la de la audiencia anual al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede fijada para el lunes 25. La Casa Pontificia había decidido no convocarla en la tradicional Sala Regia del Palacio Apostólico, sino en el Aula Pablo VI, con mayor espacio para cumplir las normas sanitarias.
Por la misma razón, se había limitado la presencia a los jefes de misión, sin sus cónyuges ni el personal de las embajadas. Pero, el 23 de enero, una nota de la Secretaría de Estado precisaba que “la audiencia pontificia ha sido aplazada por circunstancias imprevistas hasta una fecha que se establecerá”. No se cancela; al menos, por ahora.
En este contexto, algunas fuentes han adelantado la posibilidad de que el Papa se someta a una intervención quirúrgica para aliviarle tan dolorosos achaques. Se trata, según especialistas que hemos podido consultar, de una operación relativamente sencilla y que un octogenario podría soportar sin mayores problemas. Tratándose de un asunto estrictamente personal quedamos a la expectativa.
A la espera de una mejoría completa, sí dirigió el ángelus del 24 de enero y la audiencia general del 27 a puerta cerrada desde la biblioteca vaticana. Además, participó el martes 26 como un feligrés más en el funeral del que fuera su médico personal, Fabrizio Soccorsi, fallecido a los 78 años por coronavirus. Unas exequias que presidió el cardenal Parolin en la iglesia María Regina della Famiglia en el Governatorato.