“¿Cómo explicar a los niños que –por ejemplo– su madre, abandonada por su padre y muchas veces reacia a establecer otro vínculo matrimonial, recibe la Eucaristía dominical con ellos, mientras que el padre, conviviendo o esperando la declaración de nulidad del matrimonio, no puede participar en la mesa eucarística?”. Esta es la pregunta que el papa Francisco ha lanzado al aire esta mañana en su tradicional audiencia al Tribunal de la Rota Romana con motivo de la inauguración del año judicial.
El Papa ha centrado su discurso un año más en las nulidades matrimoniales, concretamente, en la atención pastoral a los hijos. En este sentido, Francisco ha recordado a los jueces que un Sínodo de los Obispos ordinario y otro extraordinario, que dieron lugar a la exhortación ‘Amoris laetitia’, plantearon estas preguntas “difíciles de responder, a veces imposible”, pero hay que tener claro que el bien de los niños debe primar.
“Sabemos que la jurisprudencia de la Rota romana, en sintonía con el magisterio papal, ilustró la jerarquía de los bienes del matrimonio al aclarar que la figura del ‘bonum familiae’ va mucho más allá de la referencia a los jefes de nulidad; a pesar de que en el pasado se había abierto una cierta apertura a una hipotética cabeza de nulidad relacionada con el ‘bonum familiae’. Afortunadamente, esta posibilidad se cerró, fortaleciendo así la figura teológica de la familia, como efecto del matrimonio prefigurado por el Creador”, ha explicado el Pontífice.
Así, Jorge Mario Bergoglio ha añadido que “no he dejado de recomendar que el ‘bonum familiae’ no se vea de forma negativa, como si pudiera considerarse como uno de los líderes de la nulidad. En efecto, es siempre y en todo caso el fruto bendito del pacto conyugal; no se puede extinguir en su totalidad con la declaración de nulidad, porque ser familia no puede considerarse un bien suspendido, ya que es el resultado del plan divino, al menos para la descendencia generada. Los cónyuges con hijos dados por Dios son esa nueva realidad que llamamos familia”.
Para Bergoglio, “ante un matrimonio legalmente declarado nulo, la parte que no esté dispuesta a aceptar esta disposición es en todo caso un ‘unum idem’ con los hijos. Por tanto, es necesario tener en cuenta la cuestión relevante: ¿qué será de los menores y de la parte que no acepte la declaración de nulidad? Hasta ahora todo parecía obvio, pero lamentablemente no lo es. Es necesario que las afirmaciones de principio vayan seguidas de adecuados propósitos de hecho”.
En consecuencia, “estamos llamados a identificar el camino que conduce a elecciones congruentes con los principios establecidos. Todos somos conscientes de lo difícil que es la transición de los principios a los hechos. Cuando hablamos del bien integral de las personas, es necesario preguntarnos cómo puede suceder esto en las múltiples situaciones en las que se encuentran los niños”, ha recalcado.
Por eso, el Papa les ha pedido que en los juicios “no dejéis de dar testimonio de esta inquietud apostólica de la Iglesia, considerando que el bien integral de las personas requiere no permanecer inertes ante los efectos nefastos que puede conllevar una decisión de nulidad matrimonial. Se trata de ejercer su misión de jueces como un servicio cargado de sentido pastoral, que nunca puede faltar en la delicada decisión sobre la nulidad o no de la unión conyugal”.
Como ha indicado Francisco, “la declaración de nulidad matrimonial a menudo se considera un acto frío de mera decisión jurídica. Pero este no es ni puede ser el caso. Las sentencias del juez eclesiástico no pueden ignorar el recuerdo, compuesto de luces y sombras, que marcó una vida, no solo de los dos cónyuges, sino también de los hijos. Los cónyuges e hijos constituyen una comunidad de personas que siempre y ciertamente se identifica con el bien de la familia, incluso cuando se ha desmoronado”.
El Pontífice les ha insistido en que “no debemos cansarnos de prestar toda la atención y cuidado a la familia y al matrimonio cristiano: aquí inviertes gran parte de tu preocupación por el bien de las Iglesias particulares. Que el Espíritu Santo, a quien invocas antes de cualquier decisión sobre la verdad del matrimonio, te ilumine y te ayude a no olvidar los efectos de tales actos: en primer lugar, el bien de los hijos, su paz o, por el contrario, la pérdida de alegría frente a la separación. Que la oración y el compromiso común saquen a relucir esta realidad humana, muchas veces sufriente: una familia dividida y otra que, en consecuencia, se constituye, comprometiendo esa unidad que hizo felices a los hijos de la unión anterior”.
Por último, Bergoglio ha aprovechado para instar a los obispos a “abrirse cada vez más al desafío vinculado a este tema”. “Es muy urgente que los colaboradores del obispo, en particular el vicario judicial, los operadores de la pastoral familiar y, sobre todo, los párrocos, se esfuercen por ejercer esa protección, cuidado y acompañamiento del cónyuge abandonado y posiblemente de los hijos, que se someten a decisiones, aunque justas y legítimas, de nulidad matrimonial”, ha concluido.