Ante Jornada Mundial de la Vida Consagrada que se celebra el próximo martes 2 de febrero, el Instituto Teológico de Vida Religiosa y la Conferencia Episcopal Española ha organizado un coloquio en torno al lema de la edición de este 2021: ‘La vida consagrada, parábola de fraternidad en un mundo herido’. Un propuesta lanzada por la Conferencia Episcopal y las instituciones religiosas españolas y moderada por el claretiano Fernando Prado.
Una llamada a curar heridas
A partir del lema Santiago Agrelo, arzobispo emérito de Tánger, invitó a ser consciente de los “heridos del mundo” ante los que los religiosos “a lo mejor no tenemos lenguaje para hablar”. Ante una anécdota señaló que hay un mundo que “sangra de ausencia de amor, que es un mundo que se muere solo y está necesitando de la vida consagrada y de las comunidades eclesiales, de la vida cristiana, de una presencia de Cristo que sane esas heridas”.
La consagrada del Instituto secular de las Obreras de la Cruz –de cuyo consejo forma parte actualmente– Vicenta Estellés, ex presidenta de la Conferencia Española de Institutos Seculares (CEDIS), destacó la flexibilidad de los institutos laicales para “estar curando heridas sin fronteras ideológicas”. Recordó también a las personas consagradas que han dado la vida durante la pandemia por el coronavirus.
La benedictina Pilar Tejada, abadesa del monasterio de San Salvador de Palacios de Benaver (Burgos), presentó la fraternidad como elemento de “la entraña religiosa y cristiana” del amor a Dios y al prójimo. La religiosa destacó, en este tiempo, la invitación de Jesús a ser compasivos y no “con la mirada de la indiferencia” para “descubrir el dolor concreto de la sociedad actual y vivir la solidaridad con el sufrimiento de nuestros hermanos”. Por ello ha invitado a reforzar la contemplación, la oración de intercesión por quienes más sufren “abriendo el corazón al mundo entero” para que sea “una oración viva, encarnada, en la que tenga hueco toda la comunidad”. También ha destacado la acogida, rasgo distintivo de la tradición monástica.
Viviendo la fraternidad universal
Agrelo invitó a “recuperar la fuerza de las palabras” porque a veces el lenguaje de los religiosos “no llega al corazón de la gente” ya que “Dios se ha quedado fuera de la vida de los hombres y mujeres dela sociedad”. Por ello ha recordado que las comunidad cristianas están llamadas a ser “parábola de fraternidad” como “desafío para el mundo y la Iglesia”, a ejemplo de la parábola del buen samaritano. Por ello invitó a los religiosos a huir del conformismo, superioridad, elitismo, mediocridad…
Estellés, desde el carácter secular de los institutos, destaca la importancia de “estar en actitud de continuo discernimiento” para descubrir a Dios en los acontecimientos y “vivir la fraternidad en permanente salida” y, a la vez, “una fraternidad al desnudo” ya que no se organizan en comunidades religiosas. “En la cancha de la vida cotidiana jugamos con todos”, ahí, destacó “estamos llamados a implicarnos y favoreciendo relaciones cercanas, capaces de romper barreras para mirarnos a los ojos sin reproches ni juicios”, recalcó señalando a la importancia de respetar al diferente. La consagrada destacó en desafío concreto de cuidar a las mayores y enfermas, a las que viven solas y la organización de las enfermerías y residencias. También destacó la fraternidad en el propio instituto y entre estos organizados en CEDIS. “El mundo necesita a los consagrados humildes y heridos”, sentenció.
Tejada reivindicó que la ‘Fratelli tutti’ también se puede vivir en las comunidades monásticas a través de la “el cuidado de unas a otras, la entrega sincera a las demás, el diálogo, la comprensión, la acogida mutua, el respeto a la diversidad, la reconciliación y el perdón cuando fallamos, la integración de las hermana de otras culturas…” Para ella, “la fraternidad es el primer y más creíble evangelio que podemos narrar desde la vida monástica”. Por ello, invita a revisar si “la fe y la contemplación están en sintonía con un estilo de vida solidario con los sufrientes”. Para ello, invitó a todos los consagrados en “entrar en un proceso de conversión” para no convertirse en comunidades autorreferenciales y “salir al mundo”. En este sentido destacó la acogida monástica.
Artesanos de comunión
“La necesidad de recoger la diversidad como don de Dios” es una de las tareas de los Institutos seculares, por ello tienen futuro, destaca Vicenta Estellés, a paser de las crisis de números por la que pasan las entidades eclesiales. “Siempre habrá hombres y mujeres, jóvenes y adultos, que emprendan la aventura de entregar sus vida a Dios para cambiar el mundo”.
La madre Pilar ha invitado a testimoniar la propia experiencia de vida comunitaria de personas muy diversas pero “unidas por un proyecto común” que se vuelca en la atención de “las hermanas más débiles y necesitadas”. “Hondura, sosiego, silencio, espacios de paz” son la oferta de las monjas a este mundo para descubrir a Dios viviendo “unos valores alternativos a los que se viven en la sociedad”. “La aportación que podamos hacer desde el monacato a nuestra sociedad dependerá mucho de la calidad de nuestra vida y de la austeridad de nuestro testimonio”, reclamó.