África

“Parolin puede unir a la vida religiosa de Camerún para que pasemos de observadores a actores de la reconciliación”

La misionera chilena Patty Quintana, dominica misionera de la Sagrada Familia, aplaude la visita del secretario de Estado





La misionera chilena Patty Quintana, dominica misionera de la Sagrada Familia que lleva más de dos décadas en Camerún, se congratula por la visita al país, durante seis días, del secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin. A su juicio, es “una visita que ha sorprendido a los cristianos del país”, pues su presencia, en nombre del Papa, “llena de esperanza, sobre todo, en la búsqueda de la paz y de la reconciliación”.



Y es que, se lamenta, “el pueblo vive en la opresión; de manera muy especial, en zonas como el noroeste, sudoeste y el norte del país, donde pasan por muertes, desapariciones, miedo, toque de queda… Las escuelas no funcionan, pues los padres temen por la vida de sus hijos”. “¿Eso es paz –se duele–, vivir temiendo por tu propia vida y la de tu familia?”.

Renueva la esperanza

“La presencia del enviado del Papa –enfatiza Quintana– renueva la esperanza en el corazón de los católicos que sufren desde el silencio y que critican duramente el silencio de las autoridades eclesiales. ¡Basta ya! Necesitamos paz, pero esa paz que surge desde el fondo del corazón de las personas y que nos permite vivir en confianza, en libertad y en fraternidad”.

En este sentido, reclama ir más allá a la hora de evaluar la situación del país: “Es cierto que hoy se habla mucho de la crisis anglófona, pero no es la única situación que vive el país; hay muchas situaciones de violencia: el pueblo sufre de hambre y de falta de posibilidades, no hay fuentes de trabajo para la juventud, la oportunidad de crecer solo la tienen quienes cuentan con un padrino o madrina que puede costear la corrupción para pagar una plaza en los grandes centros de formación… Los estudiantes reciben su formación en clases de más de 120 alumnos y los padres rebuscan su vida vendiendo en el mercado o trabajando en el campo. La salud es un lujo, pues nadie ofrece ninguna posibilidad a las personas que no cuentan con recursos a nivel del Estado”.

Misioneros al rescate

Una postración frente a la que se rebelan “los misioneros presentes en las escuelas, hospitales, hogares de niños y de ancianos… Y es que creemos de verdad que el cielo se abre para muchas personas que no tienen posibilidades para asegurar su propia existencia”.

En este sentido, la religiosa chilena valora como un hito de la visita la celebración de la Jornada de la Vida Consagrada, este 2 de febrero, con numerosos religiosos y religiosas de Camerún. Dicho encuentro, en el que ella estará, “supondrá un nuevo espacio para expresar nuestros gozos y también nuestras penas y desafíos para nuestra misión de evangelización en el país. La vida religiosa, muy numerosa aquí, tiene en sus manos un gran trabajo: el poder consolar al pueblo y renovar la confianza en un Dios cercano, que no solo ofrece bellas palabras y teorías lejanas, sino que se hace cercano, que toca, que sana, que ayuda, que levanta, que redime y seca las lágrimas, que goza y se alegra con la vida que surge a pesar de tantas situaciones de muerte”.

Voz de los sin voz

“Hoy más que nunca –defiende–, se necesita en Camerún una vida religiosa que sea capaz de hacerse voz de los sin voz. Que no tenga miedo a denunciar las situaciones de muerte que vemos y vivimos, incluso a veces dentro de nuestra misma Iglesia. Necesitamos instrumentos de paz, constructores de la fraternidad, heraldos de la justicia, amigos de la solidaridad”.

En ello, Parolin puede ser un motor clave: “Nos anima a ponernos en marcha, a salir de nuestras zonas de seguridad. Sabemos que la solución no es instantánea, pero creemos que su paso puede ayudarnos a iniciar un camino hacia esa paz tan deseada y tan necesaria en todo Camerún. Esta visita no debe dejar indiferentes a nuestras autoridades políticas, civiles o tradicionales, ni tampoco a las religiosas… Hay mucha esperanza, pero el cambio necesita un compromiso, y no solo de algunas personas. Las autoridades tienen que actuar; si no, todo quedará como una bella iniciativa de nuestro querido Francisco”.

Así, su deseo es que el encuentro con la vida consagrada sea “un gran empujón para que, de una vez, seamos capaces de unirnos en la búsqueda de soluciones reales a lo que se está viviendo a nuestro alrededor. Y pasar de observadores a actores de la reconciliación”.

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