Cultura

Así contó el diario ‘Ahora’ la expulsión de los jesuitas y el “España ha dejado de ser católica” de Azaña

  • En el periódico, cuya alma mater era Chaves Nogales, escribieron Unamuno, Valle-Inclán, Baroja o Maeztu
  • La cabecera lamentó la vía “extrema” de las Cortes Constituyentes, propia de un “régimen fascista o comunista, en el que el Estado lo es todo y nada el individuo”





El diario ‘Ahora’ (1930-1939), que abarcó la etapa más convulsa de la historia de España, desde las postrimerías de la Monarquía de Alfonso XIII hasta el fin de la Guerra Civil, fue retratando día a día cómo se venía abajo un país a través de algunas de las plumas más renombradas de nuestras letras: Miguel de Unamuno, Ramón María del Valle-Inclán, Pío Baroja, Salvador de Madariaga, Ramón Gómez de la Serna, Ramiro de Maeztu o el propio Manuel Chaves Nogales, su histórico subdirector y quien se encargó de dirigir la cabecera en los primeros meses de nuestra incivil contienda, cuando el periódico fue incautado por fuerzas sindicalistas, hasta que pudo huir al exilio.



Desde hace un año, en Twitter, la cuenta ‘Ahora visto hoy’ rinde homenaje a la cabecera recuperando la portada y algunos de los reportajes y artículos principales del mismo día nueve décadas atrás. Así, estas semanas estamos viajando a un episodio particularmente significativo del devenir de la naciente II República: la disolución y la expulsión de la Compañía de Jesús de España.

Una decisión histórica

Gracias a los compañeros de ‘Ahora visto hoy’, que han colaborado en este reportaje facilitándonos bastante más material del publicado a diario, nos encontramos con este llamativo titular de portada en su edición del 14 de octubre de 1931: “Ha quedado disuelta la Compañía de Jesús y sus bienes serán nacionalizados”. En el antetítulo se señalaba que “el problema religioso” llegaba a las Cortes Constituyentes, añadiendo en el subtítulo que “las demás órdenes religiosas no podrán dedicarse a la enseñanza” y que, “en un plazo de dos años, quedará extinguido el presupuesto de culto y clero”, perdiendo el clero toda dependencia económica del Estado.

En la redacción de la noticia se especifica que todas las órdenes religiosas se someterán a la Ley de Asociaciones, dividiéndose estas en varias categorías. Así, la disolución se establece para aquellas que “presten voto especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima del Estado”. Siendo el caso de los jesuitas, que tienen un voto extraordinario de obediencia al Papa, por ello se decreta su disolución y expulsión del país.

Una sesión tensa

Como se evidencia en el tono de la crónica, fue una sesión tensa y en la que también se debatió incluir en la Constitución la oficialidad de la religión católica del Estado, como finalmente se acabaría haciendo. Algo en lo que el diputado Joaquín Pérez Madrigal, del Partido Radical Socialista, insistió mucho, al grito de que los católicos en España “¡no son mayoría!”. A ello, desde su escaño, le respondió esto el tradicionalista Joaquín Beunza: “El señor Madrigal no sabe aún lo que es mayoría. Y, aunque fuese minoría, también sería digna de respeto”.

Algo apoyado por el diputado Rey Camaño, quien lamenta que “la República, antes de venir, no prometió una persecución a la Iglesia”. Lo que ilustra con un dato: “La desamortización se apropió de los bienes de la Iglesia, por lo cual el Estado se comprometió a sostener el presupuesto de culto y clero”. Un punto en el que se añade un comentario ciertamente llamativo: “En cuanto a las órdenes religiosas, si hay muchas, concuérdese con el Vaticano para que haya menos”.

Religión quiere decir libertad

Otra intervención interesante es la de Mariano Ruiz-Funes, de Acción Republicana, quien defiende que han seguido la línea laicista de “la Constitución alemana”, mostrando además su sorpresa por el hecho de que “los católicos hayan defendido una religión oficial, porque religión quiere decir libertad, la cual falta en el momento en el que el Estado interviene”.

Algo que encuentra la respuesta del diputado Guallart, quien lamenta que las intervenciones estén marcadas por “el odio y la desconfianza”. Frente a ello, expone que “la religión católica es un hecho, y hay que tratarla por el número de sus fieles, por su arraigo nacional y por la virtud de su doctrina”, pudiendo abocarse al error de que haya “un Estado laico y una nación católica”.

Una tradición rota por Felipe II…

Frente a ello se opone Ruiz-Funes, quien defiende que “no pueden confundirse el Estado y la nación”. Además, “el Estado nunca ha tenido religión, y el catolicismo nunca lo ha afirmado”. Una realidad, a su juicio, rota en España “por Felipe II”, quien aquí siguió la línea del “protestantismo” y fue “contra todas las tradiciones españolas”.

En este momento, generando “una gran expectación”, interviene el diputado Luis López-Dóriga, del Partido Radical Socialista y quien además es sacerdote. Tras reconocer que se vive en un “momento revolucionario”, “lo cual no quiere decir que haya que destruir o alentar esa realidad”. Así, en conciencia, apoya la nueva ley para que “el Estado se mantenga neutral en materia religiosa”. Una intervención que causa “grandes y prolongados aplausos de casi toda la cámara”.

Diputados y sacerdotes

Tras él habla el también diputado y sacerdote Jerónimo García Gallego, quien vota en contra. Su intervención se alarga tanto que el presidente de las Cortes, el socialista Julián Besteiro, le reprocha con sorna su verborrea. “Si su señoría se aviniera a hablar con brevedad, llegaría a ser un gran parlamentario”, le dice, despertando las “risas” de los presentes.

El socialista Luis Jiménez de Asúa, que llegaría a ser el representante de España ante la Sociedad de Naciones, reivindica que “la elegancia con que se produjo la revolución española hace que hayan quedado latentes una serie de problemas que las Cortes tienen que resolver, porque son ellas las que tienen que hacer la revolución que no se hizo en las calles”. De ahí que “la cuestión religiosa” haya emergido, ya que el pueblo se cuestiona “por la posición que las órdenes religiosas tuvieron durante la Dictadura [de Miguel Primo de Rivera]”.

No hay deseo de persecución

Para Jiménez de Asúa “no hay deseo de persecución alguno contra la Iglesia”, sino que “se quiere establecer de una manera absoluta la supremacía del Poder Civil”. Tras criticar la labor de la Iglesia en la enseñanza, donde a su juicio gozó de numerosos privilegios, el diputado socialista reitera que “no se separa a los sacerdotes de su función, sino que, simplemente se les deja encomendados a los católicos” su sueldo. Así, teniendo en cuenta que muchos de ellos “pertenecen a las clases más acomodadas del país, no es de temer que dejen al clero desamparado”.

Su último aldabonazo se dirige contra el argumento de que muchos religiosos desempeñan servicios benéficos: “Precisamente, estos realizan una labor perturbadora en su actuación hospitalaria, forzando a tomar los auxilios espirituales a los agonizantes que se resisten a ello”. Siendo su función “técnica”, es “fácil de suplir” por el Estado. Un reto, entiende, insoslayable, pues en él está en juego “la salvación de España”.

Evolución y no revolución

El siguiente en intervenir es Manuel Azaña, ministro de la Guerra y futuro gran emblema de la II República. Pide ir más allá de la “estructura jurídica” y dotar a la Constitución de “realidades vitales”. Un punto en el que resulta clave resolver la cuestión religiosa, pues, “cuando se detiene la evolución de los pueblos a la fuerza, entonces se produce una revolución”.

“El problema que hay que resolver aquí –afirma Azaña en una frase que pasa al momento a la Historia– es que España ha dejado de ser católica y hay que dar al Estado una nueva forma”. “Sería pueril –añade– ponerse a discutir ahora qué es lo que España debe al catolicismo. Yo creo que el catolicismo es el que debe más a España porque, en el siglo XVI, se creó un catolicismo español. Y ahí está la Compañía de Jesús, que lo demuestra”.

Ya no es la guía del pensamiento español

“Pero ahora –remata Azaña– la situación es justamente la inversa. Desde el siglo pasado, el catolicismo ha dejado de ser la guía del pensamiento español. Hay millones de creyentes, pero esto no quiere decir que haya un sentir religioso general. Hay que transformar el Estado español, pues. Pero esto lo haremos sin batallas, sin guerra”.

Y es que, para el ministro de la Guerra, la separación Iglesia-Estado no será un “tajo” en el que cada uno quede a un lado, sino que “nosotros queremos sujetar la Iglesia al Estado”. Algo que ha de hacerse con tiento, pero con firmeza, para continuar la “revolución social” de Mendizábal y su desamortización, frenadas “por la Restauración y la Dictadura”. Un “drama” histórico que se resume en esta imagen: “Tenemos que hacer una operación a un enfermo que no está anestesiado y que puede debatirse en ella y hacer más peligrosa aún su situación”.

Fin proselitista

Y es que, en su forma de ver la situación, el peligro acecha en la actuación difusa de determinadas órdenes religiosas: “Bajo la capa de caridad se oculta solo un propósito proselitista que la República no puede tolerar”. De ahí que frenar su presencia en la enseñanza no sea “antiliberal”, sino “una cuestión de salud pública”, pues “están en la obligación de enseñar lo contrario a lo que son las teorías modernas”.

Uno de los más entusiastas en el aplauso es Lluís Companys, de Esquerra Republicana (y futuro presidente de la Generalitat de Cataluña), quien ha visto “traducido mi pensamiento en la maravillosa disquisición de señor Azaña”.

“Se perderá América por segunda vez”

Visión contraria a la de Jesús María Leizaola, del PNV, quien lamenta que, de salir adelante la reforma religiosa, “se perderá América por segunda vez”, pues, “en todos aquellos países anticlericales, los norteamericanos se han aprovechado para desarrollar su influencia espiritual; si no envían allí a los frailes, se perderá toda influencia española”. Tras echarle en cara un diputado que no hablaba “en serio”, el representante vasco insiste en que “en América no hay más colegios que los de los frailes; los demás son de lengua inglesa”.

En la misma línea va el diputado gallego Basilio Álvarez, también sacerdote, quien reclama que “también hay jesuitas de la izquierda que han salido de la Institución Libre de Enseñanza”, mereciéndole “el mismo respeto estos que los otros”. Para él, es un problema “artificial”, pues, en muchos países del mundo, “los socialistas conviven con la Iglesia”.

¿Baja en el partido de Lerroux?

Tras un choque con el presidente del Parlamento ante lo dilatado de su intervención, llegando a quitarle la palabra, Basilio Álvarez “se acerca a Alejandro Lerroux para manifestarle que deja de pertenecer al Partido Radical”. Pese a todo, al final ambos hablan y no hay tal abandono de las filas lerrouxistas.

“A las dos de la madrugada –acota la crónica–, los diputados católicos acuerdan hacer obstrucción, no solo a los artículos referentes a la cuestión religiosa, sino a toda la Constitución”. Un momento de máxima tensión en el que, por cierto, llega un mensaje a la Cámara de la propia Compañía de Jesús mostrando su “profundo dolor” ante “la campaña” que busca dirigir contra ellos “el odio del noble pueblo español”. Y todo “sin oírnos”…

Carta de los jesuitas

Así, “no es posible disimular que, en España, el recrudecimiento de la persecución contra la Compañía ha coincidido con el advenimiento de la República”. Algo que no ocurre en muchos otros países donde están presentes los jesuitas y que se establecen en gobiernos republicanos.

A las cuatro de la madrugada, Antonio Maura, uno de los grandes impulsores de la República, reconocía a los periodistas que la sesión no se levantaría hasta que se hubiera votado la cuestión, lo que estimaba que tendría lugar ya a las ocho de la mañana…

Unamuno, confesor

Sin duda, una de las sesiones más convulsas de la historia del parlamentarismo español y que trascendía del propio cierre del ‘Ahora’. Aunque dejaba también esta divertida anécdota que el diario recogía en su sección ‘Croniquilla’. Bajo el título de ‘Unamuno, confesor’, recuperaba esta frase el eterno rector de la Universidad de Salamanca, también diputado en las Cortes Constituyentes: “Yo no concibo mi amistad con un fraile sin una confesión general… [Extrañeza en el auditorio; sonrisas volterianas]. Sin una confesión general del fraile conmigo”.

Un duro editorial

Más allá de la crónica como tal, en su línea centrista, el editorial de ‘Ahora’, que se titula ‘El injustificado temor de la República’, se muestra crítico con lo que entiende que es un exceso que tensiona a la sociedad. “La votación de hoy –se lamenta– no puede enorgullecer a las Constituyentes. La mayoría izquierdista de la Cámara no ha sabido ser generosa”. Entendiendo que se ha ignorado que su composición es “excepcional y debida a una serie de circunstancias fortuitas”, en pleno proceso constituyente, se echa también en cara a las derechas “su obcecación”, sufriendo ahora “las consecuencias de su abstencionismo suicida”, que “ha dejado libre el campo a los partidarios de las soluciones extremas”.

“¿La agitación callejera –se pregunta el editorial, que aparece en portada– ha robado a la Cámara la serenidad necesaria para abordar un problema tan delicado como el religioso?”. Percibiendo ahora demasiada “pasión” y mucha menos “comprensión”, se lamenta que se haya puesto en la diana a la Compañía de Jesús, definida como “la orden más genuinamente española” y que, en su historia, va unida a “grandes españoles”, empezando por su fundador, Ignacio de Loyola.

Un temor injustificado

“Estamos firmemente convencidos –se asegura– de que la República nada tenía que temer de los jesuitas ni de ninguna otra orden. Desde el 14 de abril, su conducta ha sido impecable. Y, en último término, en caso de que en lo sucesivo se probase que su actividad podía ser nociva para el régimen, entonces era tiempo de proceder con rigor. No se ha mirado esto, y se ha procedido bajo el imperio de un temor injustificado”.

“Lo propio –se añade– puede decirse de la prohibición impuesta a las congregaciones religiosas en lo relativo a la enseñanza. El monopolio de la enseñanza que se atribuye el Estado es peligroso. Se justifica en un régimen fascista o comunista, en el que el Estado lo es todo y nada el individuo; pero, en un país democrático, no puede imponerse a los padres una enseñanza uniforme sin atentar contra una libertad fundamental”.

Ensañamiento indisculpable

Tras tachar finalmente la eliminación del sueldo al clero de un “ensañamiento indisculpable”, el editorial se cierra así: “Se crea en el país un ambiente revisionista que en nada puede favorecer a la República”.

Nueve décadas después, y más conociendo cuál fue el papel del elemento religioso en la evolución de una República que entonces acababa de nacer y que aún no había plasmado su Constitución, impresiona leer un editorial que, tristemente, acabó siendo profético.

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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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