Un paso atrás. Es la decisión adoptada por los obispos catalanes ante lo que consideran “un ambiente envenenado”. La Conferencia Episcopal Tarraconense, con la venia del cardenal Juan José Omella, ha decidido mantener una distancia pública ante las elecciones del 14 de febrero para no contagiarse del virus de la polarización en la que, aseguran, sigue inmersa toda la clase política catalana.
“Es el momento de un perfil bajo para ser fermento de paz y reconciliación”, señala uno de los prelados a Vida Nueva, convencido de que es tiempo de pandemia también en las urnas: “Nosotros estamos para ser hospital de campaña y curar heridas, no para decirle a nadie qué tiene que hacer o que decir”.
“No hemos preparado ninguna nota porque unos nos piden que nos impliquemos más en el proceso de independencia y otros, por el contrario, con la unidad de España. Pero todo esto es desde un punto de vista político. ¿Somos nosotros políticos? No, somos pastores. Y lo somos de todos”, explica otro prelado. Así, opta por, en las elecciones “más extrañas”, “procurar crear concordia, paz y armonía entre todo el rebaño, incluso quienes están fuera del rebaño”. Y usa el adjetivo ‘extraño’ porque “pese a que los candidatos y los militantes están alentando la campaña, no se nota en la gente la incidencia de otros comicios”.
Prudencia
Además, hay decenas de personas que deberían formar parte de las mesas electorales que han reclamado, ya sea por enfermedad o por ser personas de riesgo. Por su parte, los médicos alertan de prácticas que atentan contra la salud de todos, al querer permitir la Junta Electoral que personas con COVID puedan incluso ejercer su derecho al voto en un horario reducido, denuncia un destacado religioso catalán, que agradece el silencio de los obispos para no “poner el derecho al voto por encima de la salud” al pedir a los fieles que acudan a las urnas.
Aunque entre los mitrales catalanes había diferencia de criterios entre quienes veían necesario hacer públicas unas palabras para animar al electorado y orientar el voto según los criterios eclesiales, y quienes respaldaban la vía del silencio como ejercicio de prudencia en un mar revuelto, en ningún momento se puede hablar de enfrentamiento o división de báculos. Tanto es así que, entre los pastores consultados, ninguno le da mayor importancia al hecho de que sea la primera vez que la Tarraconense no se pronuncia ante unos comicios.
Reconciliar Cataluña
“No teníamos ninguna reunión conjunta pendiente cercana a la fecha, pero tampoco hemos creído conveniente propiciar un encuentro por este motivo”, asegura un pastor a esta revista, que tampoco percibió que fuera un tema que les quitara el sueño durante el encuentro que mantuvieron el 21 de enero para celebrar los 25 años del Concilio Provincial Tarraconense.
Precisamente en la eucaristía, Omella reivindicó de manera implícita esa autonomía eclesial de los tejemanejes electoralistas al reivindicar la cultura del encuentro “para que no se desnaturalice nuestra historia o se niegue ese sentimiento de pertenencia”.
Saben que, dijeran lo que dijeran, se convertiría en arma arrojadiza bien por los constitucionalistas o por los independentistas. De hecho, no ocultan su preocupación por los dardos lanzados por la Generalitat en estos últimos meses, especialmente de manos de Junts per Cat, a través de la polvareda de los aforos celebrativos de la Sagrada Familia o de la campaña otoñal sobre las inmatriculaciones eclesiales.
“Tendríamos que hacer un comunicado tan milimétrico que no merece la pena jugársela en eso”, expresa un prelado, que sostiene que “ya nos hemos ofrecido para sentar las bases de un auténtico diálogo para reconciliar Cataluña”. Sin embargo, estos intentos no parecen haber dado sus frutos.
Según ha podido confirmar este semanario, desde hace tiempo hay un canal abierto que busca ser puente entre Madrid y Barcelona, en el que incluso se buscaría la implicación de la Corona. Ni tan siquiera se podría hablar de mediación para resolver la crisis –o conflicto, según se mire–, pero sí de un canal para rebajar tensiones.
Sin entrar en el juego político
Tampoco les preocupa en demasía que esta decisión de ponerse de perfil pueda conllevar un peaje al renunciar a un momento de relevancia ante la opinión pública. “Sabemos que, si no hablas, corres el riesgo de no existir. Pero lo asumimos”, defiende otro prelado. En cualquier caso, se remiten a sus escritos para comicios previos y a sus pronunciamientos, como el de 2018, en el que cuestionaron la prisión preventiva de los presos independentistas.
“Ahora este tema es inabordable. ¿Dónde nos situamos? ¿En la amnistía, en el indulto o en la nada? Decantarte es entrar en el juego político”, aprecia un pastor que ve innecesario entrar en el debate: “Hemos estado donde teníamos que estar, que es acompañando a las personas. O lo que es lo mismo, de una u otra manera, todos los presos han sido acompañados por los pastores, con visitas, con llamadas, con escritos…”.
Tan solo el obispo de Solsona, Xavier Novell, se descolgó hace unas semanas por iniciativa propia con una carta dominical en la que pedía precisamente una vía política intermedia. “La democracia cristiana, que nunca ha osado presentarse en solitario en Cataluña, está difuminada en el grupo socialista y en el de Esquerra Republicana. Y todos sabemos qué han votado estos partidos con motivo de la ley de regulación de la eutanasia”, denuncia.